Un día perfecto (II)

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– Amor, – me llama Benjamín desde el otro lado de la puerta del baño – ¿puedes darte un poco de prisa? Tenemos que estar en media hora en el restaurante

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– Amor, – me llama Benjamín desde el otro lado de la puerta del baño – ¿puedes darte un poco de prisa? Tenemos que estar en media hora en el restaurante. No quiero meterte presión, pero me da la sensación que aún ni te has vestido.

Y no se equivoca. El vestido que he elegido, uno vaporoso y en color azul, está descansando en la cama porque he decidido encerrarme en el cuarto de baño muerta de miedo. Micaela ya me lo había advertido, pero no quise darle vueltas. ¡Incluso me costó un gran esfuerzo el contárselo!

Sería estúpido negar que, durante la gira, Benjamín y yo solo nos dedicáramos a conocer la ciudad y su gastronomía en nuestros tiempos libres. Nuestro deseo de ser padres sigue intacto y durante todo este tiempo hemos intentado hacerlo realidad.

La cuestión es que desde unas semanas atrás he comenzado a notar cambios. Pequeños al principio, casi imperceptibles. Pero ahora, en este preciso instante, con la espalda apoyada contra la fría puerta del baño, esos cambios se sienten como un huracán que amenaza con desmoronarlo todo.

Micaela, con esa habilidad suya para ver más allá de las palabras, me lo había insinuado con delicadeza cuando le conté sobre las náuseas, los mareos y el inexplicable cansancio que me había acompañado últimamente. "Tal vez es hora de que te hagas una prueba, ¿no crees?" me dijo con una sonrisa suave.

Y aquí estoy. Sola en este baño, con el vestido azul aguardando en la cama y una prueba de embarazo esperando encima del lavabo. Me siento paralizada. No por el miedo a ser madre, sino por el temor a las expectativas no cumplidas. ¿Y si no es lo que creemos? ¿Y si otra vez el destino decide jugarnos una mala pasada?

– Amor, ¿todo bien? – La voz de Benjamín suena más cercana, preocupada ahora. Puedo imaginar su ceño fruncido, su mirada ansiosa. Siempre tan impaciente, pero atento a cada detalle y con esa capacidad de leerme incluso sin verme.

Respiro hondo, pero el aire parece no alcanzar a llenarme los pulmones. Miro la prueba sobre el borde del lavabo. El resultado está ahí, claro y directo, pero yo sigo sin moverme, sin atreverme a abrir la puerta y contarle a Benjamín lo que probablemente cambiará nuestras vidas para siempre. La palabra "positivo" aparece en la pequeña pantalla del predictor, y me doy cuenta de que, en algún rincón de mi ser, lo supe desde el principio. Este miedo, esta ansiedad, son solo sombras pasajeras. La verdad es que el amor que siento por Benjamín y el deseo de compartir una vida con él me sostienen en este momento de tanta incertidumbre y miedo.

Finalmente, con manos temblorosas, decido que no es momento de desvelar este gran secreto apenas descubierto y tomo el predictor para esconderlo en la cinturilla del pantalón de mi pijama. Me miro al espejo e intento arreglar mi expresión. Me veo desaliñada, con los ojos un poco más oscuros de lo normal, probablemente por las noches inquietas de las últimas semanas. Paso los dedos por mi cabello, intentando domarlo, y me obligo a sonreír, aunque sea una sonrisa débil, casi ensayada.

⫷Resurrección⫸ {Saga Vivir o Morir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora