Después de "Vivir o Morir", llega la segunda parte de esta historia de lucha, aprendizaje y amor.
Benjamín Rojas es un cantante de éxito que la vida lo pone en su lugar en el momento culmen de su carrera. En ese instante, conoce al que será el amor...
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Después del intenso show celebrado en Perú, la gira continuó por países como Brasil, Venezuela y Ecuador. Como en todos sus conciertos, la energía de Benjamín seguía siendo desbordante. Cada show dejaba una estela de emoción a su paso. Para mí, adentrarme en este mundo tan desconocido ha sido más que un regalo, es una oportunidad para conocer una nueva faceta de Benjamín. Una faceta de su vida que se ocultaba entre melodías.
Benjamín siempre me dice que soy su ancla, su salvavidas y refugio en esta vida que le ha tocado vivir. Sin embargo, descubrirlo rodeado de música y admiración me demuestra que su combustible también se nutre de las notas y las letras que él mismo compone. Cada canción encierra un pedazo de su historia, una esencia que se desgrana en cada verso, como si sus emociones se fusionaran con las letras y acordes de su guitarra.
Entre la multitud que se rinde a sus pies en cada espectáculo, puedo percibir la relación entre sus letras y su vida, como si cada canción fuese un capítulo de su propia historia. En cada verso, se dibuja un momento crucial, una vivencia que ha forjado su identidad, y quien lo conozca bien puede descifrar esos mensajes ocultos.
Pero lo más impresionante es ver cómo la música no solo es su trabajo, sino que también es su terapia, su manera de sanar y abrazar la vida. En cada estrofa, parece encontrar la calma que busca y ofrecerla al mundo como un regalo.
Ahora, comprendo un poco más este rompecabezas que es Benjamín. A medida que avanzamos en la gira, sus actuaciones son más íntimas, más personales. Y yo, como testigo privilegiado de su mundo, descubro nuevas capas de un hombre cuyas melodías son ventanas al alma. Sí, soy una persona privilegiada porque mientras él canta y comparte su universo, yo descubro nuevos matices de quien creía conocer tan bien.
- Suena horrible ¿verdad? – pregunta Benjamín.
Estamos en el ensayo del concierto que se daría esta noche en México, concretamente en el Arena Ciudad de México. Benjamín interpretaba una de sus canciones y yo me mantenía a su lado creyendo que lo escuchaba, pero estaba tan absorta en mis pensamientos que incluso Benjamín se había dado cuenta de ello.
- No, que va. Suena muy bien, como siempre – le muestro mi mejor sonrisa.
- Y entonces, ¿en qué piensas? Debe ser algo importante para que te mantenga tan aislada.
Pues sí, lleva razón porque desde que inicié este viaje con Benjamín nunca imaginé descubrir tantas cosas sobre él a través de la música y eso, inevitablemente, me hace recordar a mi padre. Ambos comparten el amor a la música y Benjamín es el fiel reflejo de lo que yo veía en mi padre. Esa conexión tan intima con el arte que sana, fortalece y une vidas.
- Puede ser. ¿Puedo decirte una cosa?
- Lo que quieras – contesta afinando su guitarra.
- Cada vez que cantas, parece que te transportas a otro lugar. Como si las letras te llevaran a otra parte, ¿Es así? – pregunto, intentando descifrar sus pensamientos.
