Tu miedo fue el motivo de mi huida (II)

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- Oh no, me quedé dormida – maldigo

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- Oh no, me quedé dormida – maldigo.

Doy un manotazo al despertador y, a pesar de toda mi intención de aligerar y no llegar tarde a la clínica, mi cuerpo me impide realizar pasos acelerados. Todos mis músculos están engarrotados. Un dolor intenso se instala en mi cabeza en cuanto comienzo a caminar.

En el baño, intento dispersar mi aturdimiento con un poco de agua en la cara. Miro mi reflejo en el espejo y, sin duda, me doy cuenta que doy muchísima pena.

- ¿Qué te está pasando Camila?

Toco con la yema de mis dedos la zona de la ojera que había adoptado un color malva casi negro. Busco en los cajones un corrector de maquillaje y deposito gran cantidad en esa zona. No soy de maquillarme, pero no podía asistir a la clínica con esas pintas. Levantaría sospechas y no es lo que precisamente me hace falta en estos instantes, más cuando estaba en el punto de mira de todos.

- Dale Camila, un café y a comerse el mundo. – intento animarme, pero una cosa es lo que piensa mi mente y otra las respuestas de mi cuerpo.

Arrastro mis pies hasta la habitación y abro las puertas del armario. Hago una perspectiva de mi ropa de forma global. Saco un pantalón corto de lunares azules y blancos. Me saco el pantalón del pijama y me lo pongo.

Resoplo.

Otro pantalón que me queda grande.

Desde hace semanas, nada de mi ropa me queda bien. No me siento cómoda con algunas de ellas o bien me quedan grandes por la pérdida de peso que estoy sufriendo. Lanzo el pantalón a una esquina donde tengo amontonada en el suelo toda la ropa que no me queda bien. Con pesadez, agarro la malla negra y elijo una camiseta de tirantes. Últimamente, ese era mi outfit de cada día. Sencillamente porque es lo único que me queda bien y por la que estoy cómoda.

Ato los cordones de mis Converse y agarro el bolso que suelo llevar para la clínica. Me dispongo a salir de casa, pero me doy cuenta que algo se me olvida. Corro hacia la cocina y abro varios cajones hasta encontrar lo que busco. Agarro los dos botes de pastillas, no sin antes abrir uno de ellos y tomar dos píldoras de las mismas de un solo trago.

Salgo de casa y me dispongo a bajar las escaleras, pero la sincronización de mi cuerpo y mente falla por lo que tropiezo en las escaleras y caigo hasta llegar a la planta baja.

- Señora, ¿se encuentra bien?

Un adolescente de no más de quince años me ayuda a levantarme. Me quejo del costado y parte de la rodilla.

- Estoy bien, gracias

- ¿Seguro? – se preocupa el muchacho.

- Sí, sí. Gracias – le sonrío para calmarlo.

El muchacho se va y yo intento reanudar mi camino hacia el trabajo. Me duele demasiado el costado y levanto un poco la camiseta para comprobar si tengo alguna herida. La zona esta enrojecida por lo que, si tengo algo, será interno. Resoplo e intento no desanimarme.

⫷Resurrección⫸ {Saga Vivir o Morir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora