Estaciono justo enfrente del edificio de apartamentos donde vive Camila. Ni tan siquiera me fijo si el lugar donde estaciono mi auto es o no adecuado, pero no me importa. Lo único que quiero es llegar hasta ella y confiar que está todo bien y no ha cometido ninguna locura.
Me adentro en el edificio y el botón del elevador está encendido, señal de que está ocupado. No puedo perder tiempo por lo que me dirijo a las escaleras y subo de dos en dos los peldaños hasta llegar a la planta donde vive Camila. En cuanto llego al rellano, al fondo a la derecha me espera Jazmín.
Está nerviosa porque mueve su pierna derecha con nerviosismo, tal vez Micaela ya le ha contado algo de lo que estaba pasando. Jugueteaba con las llaves en su mano y espera impaciente frente la puerta de la casa de Camila. Al verme, sus ojos destellan un brillo especial como si sus lágrimas no pudieran reprimirse más.
- Gracias a Dios que llegaste temprano – me dice en cuanto me acerco a ella.
- ¿Está? ¿Cami está aquí? – pregunto nervioso.
- Creo que sí, toma – me da la llave.
- Gracias
Agarro la llave y la introduzco en la cerradura. Solo sirvió dar un giro para tener la puerta abierta, entro y el salón está patas arriba, como si de una catástrofe hubiese concurrido en mitad de él. Jazmín emite un gemido de asombro y escucho sus sollozos.
No pierdo tiempo y comienzo a buscar por la casa alguna señal de Camila. Miro en la cocina y no está. De nuevo, aparezco en el salón y me dirijo hacia los dormitorios. Antes paso al lado del piano, está destrozado. Las teclas están levantadas y todo el cuerpo del instrumento está arañado. Está igual de destrozado que las partituras que se esparce entre lo que queda del instrumento y el suelo. En un trozo de ellas, puedo leer la palabra "Volver".
No me entretengo más y entro en su dormitorio, todo esta desordenado. Los muebles destrozados. Hay cajones en el suelo y las almohadas están destrozadas, pues su relleno se esparce por toda la habitación. Las cortinas del dormitorio están rasgadas.
- Camila ... - susurro atemorizado.
Me dirijo a otra habitación contigua a esta. Donde había cajas de mudanzas apiladas, ahora se repartían por toda la habitación. Todas abiertas y todas sus cosas esparcidas por el suelo. Algo llama mi atención entra todos los objetos que se reparten por la estancia.
Me agacho y veo una foto que me sobrecoge el corazón. Se trata de una foto de familia: nuestra familia. Corresponde al día que comunicamos a mi madre y a mi hermana que pronto íbamos a ser papás. En ella, estábamos todos juntos: mi madre, Octavio, Luisana, Felipe... Incluso Rosana posó para la foto. Mi madre sostenía el regalo que le hicimos para comunicarle que iba a ser abuela y, a la vez, abrazaba con cariño a Camila.
Mis ojos se inundaron de lágrimas al recordarlo.
- Benja – susurra Jazmín.
Aparece tras de mí y con una seña me pide que la siga, me levanto y seco mis lagrimas con el dorso de mi mano. La sigo hasta que se para en la entrada al baño. Está cerrada, pero por la rendija inferior de la puerta se vislumbra luz.
Asiento y musito un gracias. Jazmín se pierde por el pasillo y yo me dispongo a entrar al baño. Cuando lo hago, la escena es la misma que en todas las habitaciones. Todo está destrozado. El espejo que había en la parte superior del lavabo se encuentra hecho añicos en el suelo.
Mi mirada hace un barrido rápido por toda la estancia hasta que depara en ella. Entre la ducha y el inodoro, en ese pequeño rincón, se esconde Camila. Solloza abrazando sus piernas.
Me acerco en silencio, con delicadeza. Verla así la hacía tan vulnerable, que duele solo por reconocerlo. Me agacho para estar a su altura y respiro hondo. Mis manos se abren paso ante la coraza de sus brazos. Puedo ver cómo sus manos se encuentran ensangrentadas hasta llegar a sus muñecas. Temo lo peor, pero el sonido de sus sollozos me indica que está bien. Que aún la tengo conmigo.
Con cuidado, levanto su mentón y por primera vez nuestras miradas se encuentran. Ella arruga su rostro y comienza a llorar desconsoladamente. Ladea su cabeza y puedo ver en sus ojos que está rendida. Que hay arrepentimiento. Que ya no puede más.
Me hago el fuerte, no puedo desmoronarme delante de ella. No, porque me necesita.
- Lo siento – se disculpa ella con un hilo de voz casi imperceptible.
Mi corazón se desquebraja al escucharla. Había soñado tanto con tenerla a mi lado de nuevo, pero nunca llegué a pensar cómo reaccionaría a este momento.
- No, mi amor – niego con voz ahogada. – No hay que sentir nada.
Agarro su rostro y pego mi frente con la suya. Ella llora y agarra mis brazos con fuerza. Siente la necesidad de mantener ese contacto conmigo, tal vez para asegurarse que todo es real.
- Estás aquí – susurra.
- Siempre lo estaré
Sus lágrimas se avivan aún más y, en un impulso, se incorpora para abrazarme. Llora como si no tuviera fin, como si todo el dolor que ha sentido se tradujese en lágrimas. No puedo parar su dolor, no debo. Está sanando. Ambos sanamos.
- Tengo que contarte... Han pasado muchas cosas... - dice nerviosa. Sus manos tiemblan y es ahora cuando se da cuenta que están ensangrentadas – Yo... Yo... - se mira las manos aterrorizada. – No pude salvarla. Yo... Yo tenía que salvarla... Ella me llamó...
- Shh – musito y coloco mi dedo índice en su boca. – Lo sé todo y has hecho todo lo que estaba en tu mano.
- Esto... - mira sus manos. Es consciente de la sangre que emana de ellas y que dejaba rastro en el suelo del baño como ahora en mi camisa. – Me corte con... con el espejo. Yo... No he hecho nada...
- Lo sé, lo sé – le acaricio la mejilla. – Todo irá bien, te lo prometo.
Ella asiente aún con sus ojos asombrados. Está choqueada. No es consciente de todo lo que ha ocurrido. No es capaz de digerir todo lo que ha tenido que pasar en estas últimas horas.
- ¡Las niñas! – exclama de repente. – Martina sabía algo de ellas... Yo... Yo lo vi... Esa casa... Hay que ir...
-Shhh – le pido de nuevo. – Las niñas están bien. – intento tranquilizarla. Ella muestra duda en sus ojos vidriosos. - Han vuelto a casa. – le digo al fin.
Camila me mira sorprendida. De nuevo, sus ojos se cargan de lágrimas. Vuelve a buscar consuelo en mis brazos y, de nuevo, llora desconsolada en mi pecho. Acaricio su pelo dejándola que desahogue tantas emociones encontradas.
- No te vayas – me pide sin dejar de llorar. Su agarre se hace más fuerte, impidiéndome que pueda marcharme de ella. Lo que ella no sabe es que jamás me iría. Nunca más me separaría de ella, pase lo que pase.
- No me voy a ir a ninguna parte. Me quedo contigo. – le digo. La separo un poco de mí y levanto su barbilla obligándole a que me mire. – Volvamos a casa.
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⫷Resurrección⫸ {Saga Vivir o Morir}
FanfictionDespués de "Vivir o Morir", llega la segunda parte de esta historia de lucha, aprendizaje y amor. Benjamín Rojas es un cantante de éxito que la vida lo pone en su lugar en el momento culmen de su carrera. En ese instante, conoce al que será el amor...