Culpa y desesperación (II)

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Había dejado de contar cuantas tazas de tila había preparado esa tarde-noche

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Había dejado de contar cuantas tazas de tila había preparado esa tarde-noche. Ya incluso lo hacía de manera autómata. No podía dejar de mirar las luces zigzagueantes azules y rojas de los autos de la policía que se colaban por las ventanas de casa.

Incluso los periodistas se hicieron eco de la noticia de que las sobrinas del cantante Benjamín, ahora retirado por algún tiempo, habían sido secuestrada. No sé cómo y en qué momento los periodistas se hicieron eco también de la noticia de que su presunto secuestrador era el padre de las niñas quien había maltratado a la hermana del cantante hace unos años atrás y estaba en busca y captura.

Todo se había desmadrado.

Todo había dado un giro de trescientos sesenta grados.

Aún puedo rememorar nítidamente el estado de Felipe cuando llegó al lugar donde se produjo el secuestro y cómo el muchacho se volvió loco literalmente. Su sufrimiento fue tan doloroso que tuve que marcharme y aún así pude escuchar sus gritos de dolor junto con los de Luisana.

Luisana está destrozada. Permanece en un estado de choque mental o como los psicólogos lo llamaron "Reacción de Estado Agudo".

Solo nos entretuvimos unos minutos. Estábamos en una pequeña terraza de un bar con Micaela y estábamos charlando tranquilamente entre nosotras. Veíamos a las niñas que se encontraban a escasos metros de nosotras. Estaban jugando con un niño pequeño de su misma edad.

Aún no puedo creer cómo pasó. Fue tan rápido, tan repentino... Escuchamos los gritos de la gente y el llanto de Mía. Fui capaz de ver dos sombras negras y un coche donde las metieron a la fuerza. Después se hizo el silencio, un silencio breve, pues el llanto desgarrador de Luisana inundó todo el pasaje.

El agua comenzó a hervir y su sonido me volvió a la realidad. Coloqué unas tazas en la bandeja, tomé la jarra de agua hervida y empecé a depositar su contenido en las tazas. Mi cabeza no para de recordar ese momento y por culpa de mi pulso derramo parte del contenido fuera de las tazas quemándome la mano que tenía libre.

- ¡Ah! – me quejé de dolor. Llevé mi mano bajo el chorro del grifo de la cocina y la masajeé en un intento de mitigar el dolor.

- ¿Qué te ha pasado? – apareció Benjamín detrás de mí.

- Me he quemado. – cerré el grifo y sequé mi mano a toquecitos con una servilleta.

- A ver que vea – dijo agarrando la mano. – Creo que tengo una crema para las quemaduras. Voy a ver.

Se dirigió al pequeño botiquín que había en la alacena de la cocina y rebuscó en él. Volvió con un bote blanco de crema y se acercó a mí. Masajeó mi mano con la untuosa crema. Hacía círculos continuos.

Había silencio entre los dos.

- Creo que ya – dice. – Esto lo podría hacer Rosana

- Prefiero que Rosana atienda a tu madre, está muy afectada. – digo.

⫷Resurrección⫸ {Saga Vivir o Morir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora