Después de "Vivir o Morir", llega la segunda parte de esta historia de lucha, aprendizaje y amor.
Benjamín Rojas es un cantante de éxito que la vida lo pone en su lugar en el momento culmen de su carrera. En ese instante, conoce al que será el amor...
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Pvo Benjamín
He vuelto de la fiesta un poco antes de lo que imaginé. No era consciente del tiempo que llevaba allá, bebiendo y completamente solo. En ocasiones, se acercaba Coco junto con su amigo Diego, el tal Negro, pero acababan yéndose por aburrimiento. Mi compañía era un autentico muermo. Sin embargo, continuaba en la fiesta y solo había una razón: Camila. A pesar de estar seguro que Camila no aparecería por la fiesta, una parte de mí tenía la esperanza de que mi razón se equivocara. Incluso esperé más tiempo de lo debido cuando Micaela se fue de la fiesta con la intención de saber dónde se había metido su amiga.
Tal vez, quería verla por última vez.
Tal vez, me pidiese que me quedara.
Tal vez...
Tantos "tal vez" que no sucedieron.
Después de esperar como dos horas más vestido de Batman, sintiéndome ridículo y soportando a las chicas que se acercaban a mí, decidí abandonar la residencia de mi amigo e ir a casa. Aun me quedaba por hacer las maletas y me vendría bien para distraerme tras la tristeza de no verla más. Porque esto suponía no verla por un tiempo indeterminado. No sé ni tan siquiera si sería capaz de volver.
Llegué a casa. Octavio me había dejado una nota explicándome que se había ido a casa con mamá y que tal vez irían a ver a mi hermana. Lo cierto es que nunca dejamos sola a Lu y por eso mi decisión de reanudar la gira fue difícil también.
Actualmente, Octavio, mamá y yo nos turnamos para compartir la mañana, tarde o incluso el día entero con Lu y Feli. Parece que la desaparición de mis sobrinas nos unió más si cabe y el hecho de irme de gira me daba la sensación que la abandonaba después de todo. Pero es tan necesario para mí marcharme. Necesito estar distraído y qué mejor que la música.
La música siempre ha sido una parte muy importante en mi vida. Me ayuda a canalizar y expresar mis sentimientos. Me aísla de los problemas y me hace sentir bien. Por eso, necesito marcharme. Reanudar mi música porque no puedo más. Si llego a quedarme un poco más, no aguantaría tanto dolor y sé que tocaría fondo. En estos instantes, es lo que menos puede pasar. Con la situación familiar actual, no podía permitir eso.
Estaba haciendo la maleta, metiendo un par de camisetas y pantalones, cuando escucho un fuerte ruido. Arrugo el entrecejo y por instinto miro el reloj de pulsera. Son las doce de la madrugada. Agarro mi celular y lo guardo en el bolsillo trasero de mi jean.
Bajo las escaleras y me doy cuenta que el ruido proviene de la puerta de entrada: alguien está aporreando sin ton ni son. Me acerco a ella y miro por la mirilla. Frunzo el ceño. Es la señora Sparrow.
- Señora Sparrow. – la saludo con un gesto de cortesía típico de un caballero de la época.
- Deja las idioteces para otro momento – espeta y entra en casa como una ráfaga de viento dejándome parado frente a la nada de la calle.
