Capítulo 1

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Nota de autora:
Si no han leído "Chalcedony" les recomiendo que lo hagan, ya que es el libro que da inicio al universo donde se desarrolla esta historia (no es precisamente necesario leerlo) sin embargo, les dará la oportunidad de conocer más a fondo a algunos personajes (entenderlos a ellos y sus decisiones).

Gracias por leer, xoxo.



(...)

El apogeo en la fiesta estaba en su mejor momento. La música, los tragos, la gente, todo estaba espectacular.

—¡Me acaban de informar que tenemos una cumpleañera entre nosotros –gritó un hombre por los altavoces.— ¡Feliz cumpleaños a Perséfone! –inmediatamente las luces se enfocaron en mi, todos gritaron en mi honor a mi alrededor.

—Ven, nos darán tragos gratis –dijo mi amiga tomándome del brazo y llevándome hacia la barra.

—Feliz cumpleaños, señorita –sonrió el barman. Nos pasó unos chupitos.— salud.

—Por tus dieciocho años –brindó mi amiga.

—¡Salud! –exclamé, bebí el contenido quemando rápidamente mi garganta. Tenía la lengua casi adormecida, así que no pude identificar bien de qué bebida se trataba, lo único que se es que me encendió más de lo que ya estaba.— ¡volvamos a bailar! –grité.

Sentí mi teléfono vibrar en mi bolso, pero no le di importancia. Seguramente era mi padre o mi hermano llamándome furiosos por haber faltado a la cena de esta noche, me daba igual, no pensaba mal gastar mi decimoctavo cumpleaños en una aburrida cena con mi familia. A diferencia de mi, el hijo perfecto y preferido de todos si fue con ellos.

—¿Quieres bailar? –le pregunté a un chico físicamente muy guapo. Probablemente terminaría llevándomelo a la cama esta noche.

—Claro que si –sonrió con todos los dientes.

Empecé a restregar mi trasero contra él olvidándome que era un desconocido. Me sentía en la punta más alta de la montaña, sexi, sensual, candente.

—Joder, eres una diosa –susurró el extraño en mi oído.

—Lo sé –dije altanera.— pero prefiero ser un demonio –susurré contra su mejilla.— ¿estas dispuesto a irte al infierno conmigo esta noche? –él me miró anonadado.

—Al cielo, al infierno, me iré a donde quieras muñeca –mordí su labio inferior.

—¿Por qué mejor no te desapareces tres metros bajo tierra? –mi sangre se heló entre mis venas.

Era la voz de mi padre.

Me di la vuelta y lo vi mirando al tipo con ganas de arrancarle la cabeza. Joder, lo mataría.

—Vete –le dije al sujeto.

—No, ¿quién demonios es este viejo? –fue lo último que dijo antes de que mi padre le diera un puñetazo en la cara, provocando que pararan la música y todos se enfocaran en nosotros, maldita sea, que puta vergüenza.

—Viejo mis cojones, y tú –me señaló.— vienes conmigo –me jaló del brazo.

—¿Qué? ¡No! –forcejeé, pero no valió de nada.— ¡suéltame, no me voy a ir! ¡Es mi cumpleaños! –patalee. De tanta conmoción se me había bajado el alcohol.

—Señor, por favor suelte a la señorita –el de seguridad se interpuso en nuestro camino. Mala idea amigo. Mi padre no emitió palabra, solo le agarró por la camiseta y lo lanzó por los aires haciéndolo caer en un sillón. Bueno, al menos tuvo la amabilidad de no romperle un hueso.

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