Disfruté al máximo mi segunda fiesta de cumpleaños, ahora sí, con la familia completa. Hades trató de convencerme de hacer una fiesta por todo lo alto puesto que la reina de Monte Otris cumplía años. Y cuando hablo de que "trató de convencerme", no me refiero a súplicas o cosas semejantes, no, me mantuvo alrededor de tres horas encerrada en nuestra habitación con él entre mis piernas alagándome y diciéndome que yo no merecía menos.
Y si bien tenía razón, no di mi brazo a torcer a pesar de los seis orgasmos que me propició.
No tuvo más que aceptar mi decisión y comprender lo que yo quería, estar con todos ellos, no con un montón de desconocidos.
Layla cocinó otro pastel ya que el anterior ni lo probé y volvimos a repetir el proceso del apagado de velas. Antes de ayer, yo era una escéptica en el tema de pedir deseos a los pasteles de cumpleaños, pero ver que Hades apareció en el preciso instante en el que pedí mi deseo, no creo seguir siéndolo.
Así que pedí otro deseo, no sabía si aquel se cumpliría puesto que ya el primero se cumplió y no tenía idea si se podía pedir dos deseos de cumpleaños. Pero cerré mis ojos y apagué las velas.
—¿Qué pediste? –preguntó Hades llegando a mi. No perdió el tiempo en agarrarme de la cintura, su toque era posesivo, como si quisiera marcarme como suya.
Ahora entre los vivos, me encontraba muy observadora en cuando al comportamiento de Hades conmigo. No era lo mismo tenerme en el inframundo, encerrada en su castillo del mal rodeada de criaturas demoníacas, a estar con personas reales en situaciones normales.
Un momento, ¿ahora somos una pareja "normal"?
—Si te lo digo, ya no se cumplirá –enarcó una ceja.
—Merezco saberlo, soy tu esposo –imité su gesto.
—No aún.
—En el mundo de los muertos ya eres mi esposa, recuerda –ladeó su sonrisa guiñándome un ojo.
Cierto, olvidé ese pequeño detalle.
—Necesitamos organizar otra boda...
—O sea que sí te vas a casar conmigo –interrumpió juguetón. Le golpeé el hombro.— no tienes opción de todas formas –me crucé de brazos y lo encaré.
—¿Qué harás si te digo que no?
—Te encerraré hasta que desarrolles síndrome de Estocolmo –lo miré indignada.
—No lo dices en serio –sus ojos conectaron con los míos. Estaba serio, aparentemente no mentía.— temo por mi vida –rió entre dientes.
Sus manos ahuecaron los huesos de mis caderas con firmeza, un gesto que, aunque dominante, me transmitió una profunda protección, como si estuviera reclamando un espacio entre nosotros que solo él podía ocupar.
Creí que diría algo relajante, pero en su lugar dijo: —sí, deberías tener miedo –giré los ojos.— Perséfone...
—Hades... –lo imité.— hablas como si tú mandaras entre nosotros –abrió la boca con sorpresa.— mejor no digas nada más, si sigues por donde vas terminarás durmiendo con Cerbero –sonrió y besó mi mejilla.
Salimos de nuestra burbuja y fuimos con la familia, Ares e Ibrahim luchaban con unas espadas de madera mientras los demás observaban, y no es por presumir, pero mi pequeño primo estaba ganando.
No me pasó desapercibida la incomodidad por parte de Eros. Tenía el ceño fruncido y lucía distante, era como si su cuerpo estuviera aquí y su mente en otro lugar.
"¿Estás bien?" Hablé en su cabeza.
Se sobresaltó y me miró mal.
"Me tomaste desprevenido, avisa la próxima vez, y sí, estoy Perfecto."
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Granate
FantasyIntentaron ocultarla, pero él ya sabe dónde está su doncella. Y no se detendrá hasta tenerla en sus garras. Su unión será como una granada, destrozando a todo aquel que esté a su alrededor, destrozando sus corazones, destrozándose a ellos mismos. La...