Capítulo 43

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Lancé una carcajada al escuchar esas palabras.

¿Yo dormir en la misma habitación con Hades? ¿En la misma cama? Ni de broma.

Mi sonrisa desapareció al ver que su rostro no perdía la seriedad.

—¿Hablas en serio? –lo miré desconcertada.— ¿a que viene eso?

—A que ya es hora de terminar con estos juegos –me miró a los ojos.— no vuelvas a desafiarme Perséfone, porque te va a pesar –salió de la habitación dando un portazo.

¿Cuándo terminará este infierno?








(...)








Llegó la noche y yo me mantenía encerrada en la habitación, no iba a dormir con Hades. ¡No!

Me sorprendió mucho que al pasar de las hora nadie vino a tocar mi puerta para llevarme con él. Supongo que él esperaba que yo fuera por mi propia cuenta, iluso.

Estaba en el balcón mirando el lugar donde solían encontrarse las tumbas. Las lápidas y los ataúdes fueron removidos, y los hoyos fueron llenados con tierra. Aún se mantenía latente el sentimiento de querer devolverle la vida a aquel jardín.

Y lo haré.

Descalza y en camisón, corrí hacia el jardín con Perseo siguiéndome el paso. Debía ser rápida en llegar antes de que me atraparan.

—Bien, espero que esta vez no se desate el infierno –le dije al gato para luego acariciar la tierra con la yema de mis dedos.

Joder, aún había energía negativa ahí.

Pero no fue suficiente para evitar que las plantas se volvieran a realzar. Toqué cada planta, cada flor que se encontraba en aquel jardín, era increíble la energía que me transmitían al volver a la vida, gratitud, alegría... vida.

Estaba tan feliz en ese ambiente que empecé a bailar y tararear una canción inventada en mi cabeza.

Había extrañado tanto sentir el pasto bajo mis pies descalzos, había extrañado sentirme tan plena y feliz en compañía de mis amigas.

Comenzó a llover, genial, justo lo que mis amigas necesitaban. En lugar de entrar al palacio, me quedé danzando bajo la lluvia, me percaté de que Perseo y Cerbero también me acompañaban, estos estaban brincando como si también estuvieran bailando.

Había extrañado sentirme yo.

No la Perséfone que sale a fiestas y desafía a sus padres, hablaba de la Perséfone que se permitía ser ella misma cuando estaba rodeada de plantas, aquella que se permitía sentir...

Me percaté de aquel olor a arándanos y vainilla, sabía que Hades me estaba mirando, había sentido su mirada desde hace rato, sin embargo, no me importaba, él no arruinaría el único momento de felicidad que he tenido en este lugar.

Por estar pensado en él, tropecé con mis pies cayendo al suelo. Pero no fue doloroso, me reí de mi misma y sentí a Perseo y Cerbero a mi lado. Al levantar la mirada, vi a Hades con la ropa toda mojada mirándome con el rostro serio.

—¿Alguna vez has sonreído de verdad? –le pregunté.

Él no arruinaría mi humor con su mala vibra.

Me puse de pie y sin dejar de bailar me dirigí a él.

—Deja de ser tan amargado, el infierno no dejará de arder porque te diviertas unos minutos –mi danza se detuvo a consecuencia de su mano atrapando mi brazo.— ¿qué demonios quieres ahora, Hades? –escupí molesta.

Él se quedó callado, entrelazó su mano con la mía y puso su otra mano en mi cintura, acercándome a él.

"¡Quiere bailar contigo!" Exclamó Azula emocionada.

"Si me pisa lo patearé en las bolas." Le dije.

Hades me guió dando vueltas en el pasto. Y no quería admitirlo, pero se sentía bien.

Estar rodeados de flores, bailando bajo la lluvia... era la perfecta escena romántica para un par de almas gemelas. Sin embargo, yo no podía olvidar todo lo que había hecho Hades. Y odiaba que estar con él se sintiera también, me molestaba que aquel sentimiento de agrado y comodidad estuviera presente en este momento.

Yo no me debería de sentir tan bien estando con él.

Pero lo hacía.

"Date un descanso." Dijo Azula. "La venganza vendrá luego."

Quise reír, ella era tan mala como yo.

Estaba debatiéndome entre sacarle el corazón con mis propias manos en este momento o seguir disfrutando de las sensaciones que me estaba brindando.

"Es inmortal." Recordó Azula.

Cierto, había olvidado ese pequeño detalle.

Levanté la cabeza para decir algo. Pero toda palabra que quiso salir de mi boca se vió interrumpida en el momento que mis ojos chocaron con los suyos.

Aquellos ojos de color azul grizáceo sabían capturarme de una manera en la que solo ellos sabían.

—Te odio –susurré.— eres un ser despreciable, inhumano y...

Me vi callada por su boca sobre la mía.

Quise alejarlo, juro que quería hacerlo.

Pero mis extremidades no respondieron a ninguna de las señales de mi cerebro.

En lugar de empujarlo, me vi a mi misma agarrándolo de la nuca para acercarlo mas a mi. Necesitaba más.

Todas las alarmas de mi cerebro se encendieron gritándome que me detuviera en ese instante, no obstante el fuego que crecía en mi interior era más fuerte.

Sus labios se dirigieron a mi cuello y abrí los ojos de par en par al sentir un bulto presionando contra mi estómago.

Chiquito no era.

No. No me rendiría tan fácil bajo las caricias de Hades.

Salí de la prisión de sus brazos y lo alejé de mi. Al ver la mirada en sus ojos mi corazón dejó de latir.

Era la primera vez que veía una mirada tan hambrienta de sexo. Sus ojos eran completamente dorados y tenía los labios extremadamente rojos, también el pelo mojado que caía sobre su rostro húmedo... todo eso le daba una apariencia malditamente sexi.

Sí, definitivamente Hades estaba hecho para pecar.

—De ahora en adelante, se me dará el trato que merezco –lo señalé y me alejé de él sintiendo su intensa mirada en mi espalda.

Había descubierto el talón de Aquiles de Hades, y lo aprovecharía al máximo.

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