Capítulo 14

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Bruno en multimedia.


¿Diego? ¿El Diego al que Gabriel casi mata en una paliza por meterse con su novia? ¿Ese Diego?

—¿Eres nueva, no?

¿Qué acaso todos los habitantes de este pueblo se conocen entre sí que saben cuando una persona es nueva? Que aterrador.

—¿Se te perdió Dora la exploradora o qué? –solté.— déjame sola.

—Ouch, que agria –arrugué la nariz.

—Yo que tú me iría antes de que Gabriel te vea hablando con su chica, digo, si no quieres que esta vez te deje sin una pierna –él sonrió.

No era su chica, pero él no lo sabía.

—Me gustas...

—¿Estás sordo o quieres que te arregle los tímpanos? –la voz de Gabriel provocó que diera un respingo, y no tanto su voz, si no el tono que usó.

Jamás le había escuchado hablar así, se escuchaba tan peligroso. Me sorprendió mucho.

—¿Cuando será el día que dejarás de creerte dueño de las mujeres, eh? No veo que la señorita aquí tenga tu nombre tatuado, ¿o si?

—Que no lo veas no quiere decir que no lo esté –intervine.— por tu bien, vete.

Diego se levantó alternando la mirada entre Gabriel y yo, y no me gustó para nada la forma en que lo miraba.

Vi como se alejó hasta pasar por un árbol.

—Mira esto –le dije a Gabriel.

Hice que las ramas del árbol se levantaran haciendo que Diego tropezara y se cayera estampando su cara en la arena.

Rápidamente las carcajadas se empezaron a escuchar. Diego se levantó como si nada hubiera pasado, perdiéndose entre la gente.

Bien, no iré al cielo, pero tampoco tenía planeado hacerlo.

—Así que –Gabriel se sentó a mi lado.— eres mi chica –me miró pícaro –negué.

—No te hagas ilusiones, lo hice para molestarlo.

—Mmm... ya –dijo divertido.— supongo que ya sabes la historia entre él y yo, Madison no sabe guardar secretos.

—He sabido algo –dije distraída.— ¿por qué no me dijiste que tu madre había muerto?

—Porque es un tema del que no prefiero hablar –asentí.

—Lo entiendo, pero...

—Escucha, Perséfone, tú no eres la indicada para decirme que debo hablar de mis cosas, lo que se de ti y nada es lo mismo, así que, ¿por qué tendría yo que contarte sobre mi vida? –fruncí el ceño.

—No pretendo que lo hagas, solo que me dijiste que tus padres viajaban mucho, es por eso que me sorprende...

—Déjalo estar –dijo serio.

—Además, sí sabes cosas de mi.

—¿Lo de tus poderes? Eso lo sé porque no te quedó más opción que decirme.

—¿Sabes qué? Tienes razón, es mejor dejarlo estar –dije simple.

Me levanté y fui al agua junto con los demás.
No entendía su cambio de actitud, pero probablemente el tema de su madre era algo muy doloroso para hablarlo con una desconocida, porque aunque él sentía cosas por mi, no dejaba de ser una desconocida.

"Pues permite que te conozca." Dijo una vocecita en mi cabeza. Negué, conocerme sería la gota que rebasaría el vaso para que él terminara de echarme de su casa.

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