Capítulo 69

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Con cada puñado de aire que inhalaba, se sentía como clavos en mis pulmones. Devuelta en Monte Otris, caminando por los pasillos palacio, aquel lugar tormentoso y oscuro que odié desde el primer momento que puse un pie allí, cuyas estructuras vieron nacer el amor más carnal e intenso que ha podido existir, en mi cabeza se repetían todos los acontecimientos por los que tuve que pasar aquí para convertirme en la mujer que soy hoy en día. Llegué aquí odiando a Hades y hoy regreso amándolo, dispuesta a hacer todo lo que esté en mis manos para liberarlo.

Nuestro último encuentro rompió mi corazón, pero mi amor por él es tan fuerte, que no me permite ser egoísta y abandonarlo en el infierno.

Caminando con Kerem a mi izquierda y Emre a mi derecha, repasé mentalmente el guión que preparamos para engañar a Zeus, ya no me quedaban santos a los cuales rezarles para que todo saliera bien. No temía por mi vida, después de todo era inmortal, temía por no ser lo suficientemente capaz de poder derrotar a Zeus si se desatase una lucha.

—De verdad lo lograron...–la voz de Zeus nos tomó por sorpresa. Girando sobre mis talones, me vi cara a cara con él.— me devolvieron a mi reina –hice una reverencia acompañada de una falsa sonrisa.

—Mi rey –di dos pasos al frente.— le agradezco por sacarme de ese horrible lugar, todo este tiempo... –suspiré con dramatismo, lágrimas falsas se adueñaron de mis ojos.— Hades me hizo cosas horribles, él... –miré hacia los chicos.— ¿podríamos tener un poco más de privacidad, por favor?

Zeus me miró dudoso por los que pareció se una eternidad hasta que al final aceptó, me tomó por el brazo y me dirigió a su habitación. En el trayecto, pude sentir los ojos de Emre y Kerem quemando en mi espalda, seguramente igual de nerviosos que yo, pero confiando en que todo saldrá bien.

Me mordí la lengua un par de veces para no perder el poco control que tenía y arrancarle la cabeza a Zeus, después de todo, él estaba bajo guardia y lo menos que se esperaba era un ataque de mi parte, ¿o sí?

Una vez en el cuarto, Zeus se sentó en la esquina de la cama mientras yo daba pasos pequeños frente a él. Me miraba expectante y analizaba cada movimiento que yo daba, joder, por supuesto que no estaba bajo guardia, era de esperarse. Yo y mis tontas ideas.

—Bien, te escucho –entrecerró los ojos en mi dirección.

Me deshice del abrigo que llevaba, quedando solo en sostén. Sus ojos recorrieron cada una de las heridas en carne viva que mi piel poseía.

—Una vez en el Tártaro, Hades me castigó como siempre solía hacer, solo que esta vez, su excusa fue por traicionarlo al apoyarlo a usted mi señor –caí de rodillas.— y no me arrepiento de nada –apreté los dientes.— ahora me dio más razones para odiarlo y vengarme de él, que sufra todo lo que yo he sufrido, mi deseo no es más que verlo tan destruido... que desee estar muerto.

Aprovechando la ausencia de mi sensata familia, convencí a la segunda persona más demente que yo: mi tío Luka, de que me diera latigazos con un látigo bañado en magia negra.

Así, Zeus creería. Y, con los restos de magia negra impregnados en mi carne, no dudaría de mis palabras.

Sí, era una locura total, pero yo estaba dispuesta a todo.

Él tocó mis heridas, provocando muecas en mi rostro, si de por si las heridas normales dolían, las que poseían magia negra eran mil veces peor.

—Tus deseos son órdenes, mi reina –Zeus me besó, clavé mis uñas en la palma de mi mano para evitar vomitar.— ya estás donde perteneces –miró con morbo mis senos.— enviaré a las criadas a curar tus heridas, te necesito sana para la noche –se puso de pie y salió del cuarto.

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