Capítulo 47

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Yasemín en multimedia.



No me sorprendía que Hades me abandonara después de tomar mi cuerpo, honestamente no esperaba nada mas de él. Pero al menos pudo agradecerme por liberarlo de dieciocho años en abstinencia sexual.

Suspirando, me envolví con las sábanas. No recordaba donde había puesto mi ropa... o si siquiera vine vestida, maldición, ¿cómo se suponía que llegaría al palacio en estas fachas?

Intenté ponerme de pie, pero mis piernas se sentían demasiado débiles para sostenerme. Bien, me quedaré aquí hasta morir, de todas formas ya no me quedaba dignidad ni vergüenza, mi orgullo estaba desecho entre aquellas sábanas.

En medio de mi reproche a mi misma, la puerta se abrió dando paso a Hades vestido y con ropa en sus manos.

Fruncí el ceño viendo que la ropa que el traía era para mi.

No me abandonó, fue a buscarme ropa.

Bien, al menos no era un completo imbécil.

—No estamos en la época de Adán y Eva para andar desnudos por ahí –me pasó la ropa.

—Gracias, pero no puedo ponerme de pie –me miró divertido.

Él se agachó y como si de una muñeca se tratara, me comenzó a vestir. Honestamente no me daba ninguna vergüenza que me viera desnuda, además, en este punto ya nada me debería dar vergüenza.

—Suspirando, me envolví con las sábanas. No recordaba donde había puesto mi ropa... o si siquiera vine vestida, maldición, ¿cómo se suponía que llegaría al palacio en estas fachas?

Intenté ponerme de pie, pero mis piernas se sentían demasiado débiles para sostenerme. Bien, me quedaré aquí hasta morir, de todas formas ya no me quedaba dignidad ni vergüenza, mi orgullo estaba desecho entre aquellas sábanas.

En medio de mi reproche a mi misma, la puerta se abrió dando paso a Hades vestido con ropa en sus manos.

Fruncí el ceño viendo que la ropa que el traía era para mi.

No me abandonó, fue a buscarme ropa.

—No estamos en la época de Adán y Eva para andar desnudos por ahí –me pasó la ropa.

—Gracias, pero no puedo ponerme de pie –me miró divertido.

Él se agachó y como si de una muñeca se tratara, me comenzó a vestir. Honestamente no me daba ninguna vergüenza que me viera desnuda, además, en este punto ya nada me debería dar vergüenza.

—No le menciones a nadie esto que pasó entre nosotros.

—¿Por qué? ¿Por qué te cogiste a la señorita no virgen? –asintió.

—Exactamente, y lo menos que quiero es problemas.

—¿Por qué eso sería un problema?

—Porque las tradiciones... –giré los ojos.

—Mejor ni me digas –bufé.— y deberían actualizar la ropa interior, estos calzones parecen de abuela –él rió.

ÉL RIÓ, HADES RIÓ.

Lo miré extrañada, aquella fue una risa sincera, algo raro en él.

Vaya, el sexo sí que cambia a la gente.

Una vez me terminó de vestir arregló mi cabello, me sentí tímida ante aquel gesto.

—¿Te estás sonrojando? –levantó una ceja.

—¿Qué? ¡No! Es el calor –bufé.— tengo sueño y estoy cansada, mejor ya me voy –intenté ponerme de pie, pero mis piernas flaquearon. Hades rápidamente me cargó en sus brazos.

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