Capítulo 4

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Porfa ténganle paciencia a Perséfone, es y será un poco castrosa, pero es parte fundamental para el desarrollo del personaje. (Aviso porque la van a odiar jsjsjs)



—Por Dios, Eros, déjate de bromas –bufé.— ¿por qué no querrías ser el alfa? ¿Sabes el poder que eso de brinda?

—Me vale una mierda el poder –lo miré.— tú no lo sabes porque siempre estás metida en tus cosas, pero no han sido ni una ni dos las veces que me he quedado a acompañar a mamá a dormir mientras papá sale a enfrentarse con los cazadores o enemigos, desde pequeño siempre he querido huir del mandato –hizo una pausa.— no quiero que por mi cargo siempre los enemigos quieran atacar a mi familia.

—Entiendo tus razones, pero...

—Simplemente no quiero ser el alfa, Perséfone –dijo cansado.— yo quiero algo más... tranquilo. Desde que nací siempre he sabido que ser el alfa no es lo mío.

Mantuve silencio, esta si que era una confesión demasiada seria, no quiero ni imaginar lo que haría mi padre si se entera que su primogénito no quiere tomar su cargo. Pero si podía imaginar lo que podían hacer los demás miembros de la manada, dentro de las leyes de los lobos había una ley que especificaba que si por una u otra razón el primogénito del alfa no tomaba el cargo, este debía ser exiliado tanto de la manada, como de su familia. Debía eliminar todo contacto con los seres que lo criaron, no llamadas, no mensajes, sería un repudiado y si algún miembro de la manada se enterase que este ha roto las reglas, deberá ser ejecutado. Tenía entendido que en el pasado esa regla era que el alfa debía ejecutar a su propio hijo, pero mi tatarabuelo cambió esa ley por una más... suave por decirlo así.

—Tú al menos puedes elegir lo que quieres ser en la vida, yo no, y te envidio por eso –sonrió triste.— y te pido perdón si por mi culpa te has sentido desplazada u olvidada en la familia, esa nunca ha sido mi intención, aunque debes admitir que tú eres quien nos alejas –suspiré.

—Está conversación ha sido más fuerte de lo que pensé –confesé.— ¿tienes idea de lo que haría papá si se enterara de que no quieres ser el alfa? ¿Tienes idea de..?

—No quiero ni pensar en eso –sonrió sin ganas.— ¿puedes guardarme el secreto, si? Eres la única que lo sabe –asentí.— ¿promesa? –puso su mano derecha en su pecho y levantó la izquierda. Yo hice lo mismo entrelazando los dedos de mi mano izquierda con los suyos.

—Promesa –dije con una pequeña sonrisa. Cuando éramos pequeños y alguno de los dos hacía algo malo, creamos un pequeño juramento para que solo se quedara entre nosotros dos.

—¿Quieres un helado? Vayamos por un helado –reí. Eros volvió a conducir en dirección al pueblo de los humanos.

La confesión de Eros me tenía con el Jesús en la boca, estaba tan sumida en mis propios problemas que no pude ver más allá. Mis problemas son tonterías al lado de los suyos. Imagina ser criado toda tu vida para ser algo que no quieres ser, imagina el desastre que esa confesión desataría si llegara a los oídos equivocados. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí cercana a mi hermano, por primera vez sentí pena por él.

Nunca lo diría en voz alta, pero algo dentro de mi siempre supo que Eros no sería capaz de tomar el cargo para ser el alfa. Él siempre ha sido demasiado dulce, tierno y compasivo, y un alfa tiene que que estar hecho de acero para que sus enemigos no lo quebranten. Me sorprendía su confesión, pero una parte de mi ya lo sabía.

En mi mente se repetía aquella ley una y otra vez. Eros no duraría ni cinco minutos cumpliendo las reglas, era demasiado apegado, demasiado familiar y su corazón no le permitiría estar lejos de su familia. Joder, en ese momento sentí envidia, eliminar contacto con mi familia me vendría bien por mi salud mental.

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