Capítulo 72

518 65 6
                                    

Confundida, miré a mi hermano. ¿Cómo era posible que yo tuviera el aroma de su mate? Nunca antes había escuchado sobre algo parecido.

—¿Estás diciendo que yo soy tu...?

—¡Maldición, no! –me miró como si tuviera lepra.— lo que digo es que el aroma de quien fuera mi mate, estaba impregnado en ti, no que emanara de ti –explicó. Levanté las cejas.

—¿Estás diciendo que tu mate convive conmigo? –pregunté sorprendida.

—No lo se, puede ser que sea así, o que te hayas topado con ella antes de llegar aquí, lo único que puedo deducir es que está a tu alrededor –la seriedad de apoderó de su rostro.

Recordé los últimos días en Monte Otris antes de volver a casa. Tratando que todo estuviera en orden antes de mi partida, di varias visitas a los mercados y tiendas del pueblo, conversé con muchas personas, entre ellas, muchachas jóvenes y bellas que bien una de ellas podría ser el mate de Eros. Recuerdo también que la mañana antes de partir, desayuné en compañía de Defne y Ayşe, y luego de eso fui con Layla a revisar las tareas de las sirvientas del palacio, que igualmente eran jóvenes y nada descartaba que el mate de mi hermano pudiera estar entre ellas.

—No tengo idea de quien pueda ser –dije sincera.— estoy rodeada de muchas jóvenes, cualquiera podría ser tu mate –él suspiró.— si vas conmigo al reino, quizás la encuentres.

—Te lo dije ya, Perséfone, aún no estoy listo.

—¿Y yo estuve lista cuando Hades me encontró? –acaricié a Cerbero.— no opinaré nada sobre el tema, solo tú sabes la batalla que estás viviendo contigo mismo –lo miré.— eres el Dios del amor, confío en que tus decisiones serán las correctas –hizo una mueca.

—No tengas expectativas sobre mi, hermana –dijo burlón. Giré los ojos.

Fruncí el ceño cuando mi mirada captó un grupo de flores que si no me equivoco, salían de la raíz de un árbol. Una de las ramas del árbol cayó sobre ellas, aplastándolas en el acto.

—Oh no –corrí en su auxilio. Sin embargo, me paralicé al instante.

—¿Qué sucede? ¿Algo malo?

—Hace mucho tiempo que no uso mi don para algo bueno, me asusta que al intentar salvarlas, les haga daño –Eros me miró incrédulo.

—Perséfone, eres la diosa de la primavera... y estamos en primavera, ¿qué podría salir mal? Además son solo unas flores –lo miré ofendida.

Hice que la rama de un árbol lo golpeara en la nuca.

—¡¿No que te asustaba usar tu don?! –gruñó enojado.

—No son solo flores –lo empujé.

Respiré hondo y puse manos a la obra. Sonreí al ver que las flores volvían a la vida, mucho más bellas y relucientes que antes. Se me escapó una risa cuando sentí su agradecimiento.

Pasé tanto tiempo usando mi don para defenderme, que olvidé lo bien que se sentía usarlo con normalidad.

Había extrañado mi conexión con las flores. Había extrañado la primavera.

—Perséfone, tu cabello... –la voz de Eros interrumpió mis pensamientos.

El desconcierto me invadió en el momento en el que mis ojos se posarían en mi pelo. Los rayos de sol bañaban mi cabello, normalmente, cuando eso sucedía, mi pelo castaño solía verse más claro. Ahora en su lugar, se veía de un tono rojizo. Me alejé del sol y miré mi cabello estupefacta.

Antes de salir a entrenar con Eros, me miré en el espejo, recuerdo que mi pelo tenía el mismo color castaño de toda la vida. Sin embargo, ahora tenía el pelo castaño... rojizo, ¿podría decir que era color caoba? No tengo idea, pero castaño ya no era.

Granate Donde viven las historias. Descúbrelo ahora