Capítulo 55

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No podía dejar de pensar en las declaraciones de Hades, ahora el rompecabezas cada vez más estaba tomando forma. Sin embargo, no entendía como sabía tanto de mi, la razón de mi desprecio a Artemisa solo la sabía Eros.

Sabía que todo se esclarecería cuando Artemisa estuviera de vuelta.

Cosa que prácticamente estaba en manos de Hades, algo irónico teniendo en cuenta las veces que recalcó que yo no le importaba lo más mínimo y que le valía lo que me pasara. Ha estado muy activo estos días junto a mis tíos y los demás líderes, y me he enterado de esto gracias a mi tía Elisa, ya que me tienen vetada hasta de las reuniones que hacen en el despacho de mi padre. Para mi ha sido un fastidio y me siento impotente al no ayudar, pero si es el precio que tengo que pagar para que mis padres regresen, lo haré.

Aparte de eso, no hemos discutido, no se si es por el hecho de que estamos con mi familia y de cierta forma eso hace que me respete, o porque está tan enfocado en su trabajo que no tiene tiempo para hacerlo. Cualquiera de las dos formas para mi está bien, por más que me gustara discutir con él, necesitaba un respiro.

Aquel "sueño" sobre su infancia fue como si no hubiera existido, yo no comenté nada ni él tampoco. De la misma forma de la que tampoco volvió a hablar sobre su familia, entendí que quizá es algo duro para él y quiere hablarlo poco a poco, si es que quiere hacerlo.

No olvido todo lo que me hizo y que aún espero por mi venganza, solo que el sentimiento no es tan fuerte como antes. Todo aquello fue para darme una lección porque no valoraba lo que tenía, bien, aprendí la lección, sin embargo aún tengo esa espina clavada con ganas de vengarme, no sabía como lo haría, pero con esa no me quedaba.

—Buenos días, florecita –mi tía Elisa entró con una sonrisa demasiado grande y sospechosa.

—¿Qué te traes?

—Nada, solo que estaré de visitas estos días en Italia para ver a Ares, y vine a preguntarte si quieres acompañarme –se sentó a mi lado.— obviamente dirás que sí, no tienes nada que hacer aquí –levanté una ceja.

—Quieres quitarme del camino –adiviné. Se hizo la ofendida.

Tantos años en este mundo, y la mujer todavía no sabía actuar.

—Para qué engañarte, sí, tienes razón –confesó.— Hades no te quiere aquí.

—Vaya, unos días aquí y ya Hades los tiene como sus perras –me miró mal.

—Respétame que soy tu tía –me señaló.— no tienes opción, dijo que por las buenas o por las malas te sacaría de aquí.

—Y supongo que tú eres la buena –enarqué una ceja.— ese hijo de puta me va a escuchar.

Me levanté de golpe y seguí el aroma a vainilla y arándanos. Me detuve frente al despacho de mi padre, si papá supiera que este desgraciado ha estado haciendo uso de su despacho lo asesina.

Abrí la puerta de golpe encontrándolo hablando por teléfono. Todavía no me acostumbraba a verlo usando cosa modernas, la imagen de él siendo un hombre de la época medieval aún se mantenía latente en mi mente.

—Sabía que elegirías irte por las malas –dijo colgando su llamada.

—¿Qué planeas? Si no me vas a incluir, lo menos que puedes hacer es decirme.

Sabía que los días de tranquilidad entre Hades y yo tenían fecha de caducidad.

—Si te digo, con más razón querrás quedarte –se acercó a mi.— haz tus maletas, Perséfone –suspiré.

—¿Ya saben dónde están mis padres? –negó.

—Estamos cerca.

—Entonces, si no van a hacer nada peligroso, ¿por qué hacerme a un lado?

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