Capítulo 65

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Si Perséfone no se enamoraba de mi por las buenas, lo haría por las malas.

Había reunido todo lo necesario para hacer una poción de amor que le haría volverse loca por mi. Fui a un manantial en medio de la madrugada, debí hacerse a la luz de la luna.

Recitaba un hechizo a medida que introducía las cosas en el caldero, se suponía que al terminar obtuviera un líquido rosa casi transparente.

Digo "se suponía" porque en lugar de rosa el líquido era púrpura.

—¿Qué cojones? –fruncí el ceño.

Confundido, miré el caldero, no entendía como había salido mal si tenía todas las cosas que necesitaba. Quizás pronuncié incorrectamente algunas palabras o probablemente debía hacerlo en luna llena. Era posible que cualquiera de estas cosas salieran mal puesto que era la primera vez que yo intentaba hacer una poción de amor.

Maldiciendo en voz baja, volví al palacio, esperaría que amaneciera para acudir con algún anciano que supiera de hechizos de amor y esa mierda, en eso recordé a la abuela de Emre, era una mujer muy vieja, casi al borde de la muerte como su marido, seguramente ella tendría la solución para mi situación.

Sin ganas de dormir, fui hacia mi despacho, tenía cosas que resolver en el reino como también en el inframundo, pero honestamente nada de eso me era tan importante como ganarme el corazón de Perséfone.

Ella era mi prioridad en este momento.

Maldición, si mi yo de hace un año me viera en esta situación me herviría vivo.

Apenas amaneció fui a casa de Emre, aunque no eran horas de recibir visitas, quería ser discreto, además, soy su puto rey, puedo hacer lo que se me pegue la gana.

Al llegar, noté el mal humor de su mamá al abrir la puerta, sin embargo, tuvo que ocultarlo detrás de una sonrisa falsa a sabiendas de que yo podía acabar con ellos en un santiamén si daban un paso en falso.

Me llevaron con la abuela, Hafsa se llamaba ella. Se encontraba en lo que parecía ser un ático rodeada de piedras e hierbas, había un aroma dulzón que me dio comezón en la nariz.

—Su majestad –saludó ella, la detuve cuando estuvo a punto de reverenciarse, no era necesario.

—Buenos días, Hafsa –me senté frente a ella. Las arrugas en su piel mostraban lo vieja que era, en su boca apenas había dientes, pero sus ojos eran de un azul muy brillante, casi blanco. A pesar de su apariencia gastada, sus ojos demostraban vivaces.

—¿A qué se debe este honor? Mi muchacho no se encuentra –agregó refiriéndose a Emre.

—Necesito una poción de amor –fui directo al grano. Ella sonrió.

—Nunca creí que el gran Hades Kan vendría hacia mi en búsqueda de una poción de amor –murmuró.— se la daré, pero primero, platíqueme, escuché la reina es una criatura de la noche –asentí.— y por lo que se, esas criaturas cuando llegan al mundo, se reencuentran con la otra mitad de su alma, por lo cual el enamoramiento es instantáneo, corríjame si me equivoco, no estoy muy relacionada con ese tema.

—Pues, está usted en lo correctos, sí –asentí.

—Y si es así, ¿por qué necesita usted una poción de amor? Las criaturas de la noche poseen sentimientos muy intensos, tanto, que pueden llegar a cegarlos totalmente, son muy impulsivos, a lo que me refiero es que, siempre son ellos los primeros en enamorarse, es por eso que en algunos casos son capaces de secuestrar a su pareja con el fin de que se enamoren de ellos –levanté las cejas.

—Bien, este no es el caso, aquí quien se enamoró primero fui yo, cosa que no me agrada puesto que ella tiene demasiado poder sobre mi...

—Y usted quiere igualarlo –concluyó. Asentí.— así no funciona el amor, su majestad, usted lo está viendo de la manera equivocada, además, ¿cómo sabe usted que ella no está enamorada ya?

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