Capítulo 11

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Porfa ténganle paciencia a Perséfone, es y será un poco castrosa, pero es parte fundamental para el desarrollo del personaje. (Aviso porque seguramente ya la odian jsjsjs)

Una semana y cuatro días después de ese suceso, me había vuelto más cercana con Gabriel. No habíamos vuelto a tener encuentros sexuales, pero eran mucho más íntimos los momentos que compartíamos.

Hoy nos encontrábamos en el supermercado, la comida había acabado y Gabriel dijo que ya que me voy a quedar un tiempo en su hogar, debería comprar comida que me guste.

Mientras el fue al área de las pastas yo fui a la de las frutas. Me paralicé al ver la fruta que aparecía frecuentemente en mis sueños.

"Granada." Así había dicho el tío Apolo que se llamaba.

No lo pensé dos veces y llené el carrito con esa fruta.

Luego de pagar por todo, nos dirigimos a un establecimiento de comida rápida.

Mientras esperábamos nuestra orden, Gabriel y yo nos sentamos en las mesas de afuera a esperar.

En eso un pensamiento llegó a mi cabeza.

—Oye, Gabriel –empecé diciendo.— agradezco todo lo que estás haciendo por mi y te pagaré todo lo que has..

—Ay por Dios –me calló.— el dinero no es un problema y no me importa gastarlo en ti, no me debes nada –dijo serio.

—Lo haré de todos modos.

—Quemaré el dinero que me des –levanté las cejas.

—¿Quién eres tú, Ricky Ricón? –lanzó una carcajada.

—Escucha, Pétalo, no me tienes que pagar absolutamente nada, ya lo estás haciendo con tu compañía –lo miré como si le hubiera salido una tercera cabeza.

—Creí que era todo menos agradable.

—Es que no eres agradable, pero me gusta molestarte y ver cada vez que tu ceño se frunce cuando no accedo a dejarte en paz –sonrió con diversión.— y es divertido estar contigo.

—Sí, pues no te acostumbres porque me iré pronto –el mesero llegó con nuestro pedido.

—Te irás, sí, pero volverás a visitar a tu buen amigo Gabriel porque no hay nadie más que él que aguante tus desplantes –di un bocado a mi comida.

—Tienes mucha fe si crees que volveré a este pueblucho –frunció el ceño.

—Te vendría bien un baño de humildad –lo miré.

—Solo digo la verdad, de no ser por la obsesión de mi padre por hacerme la vida imposible, yo en este momento estaría en Mykonos de fiesta con mis amigos, no en un restaurante de mala muerte con un soso humano –su mirada captó mis ojos al decir esto último, me miró herido.— Gabriel, yo... –mi voz se quedó en el aire.

Sabía que debía pedir una disculpa, no podía tratarlo así, no después de lo bien que se ha comportado conmigo. Pero no podía ser evitar ser una persona de mierda que solo piensa en sí misma. Sabía que tenía que disculparme, pero las palabras no salían de mi boca.

—Me disculpo por no ser tan interesante como tus otros amigos –pagó la cuenta.— volvamos a casa.

"Volvamos a casa." Si hubiera sido otro me deja botada en el lugar.

Nos dirigimos al auto en un silencio bastante incómodo, tenía la palabra "perdón" atascada en la garganta, pero no salía por más que intentara.

—Gabriel –lo detuve a medio camino. Traté de comunicarle con la mirada lo arrepentida que estaba ya que mi lengua no quería trabajar. Esperaba que entendiera lo que decían mis ojos.

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