Capítulo 15

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Sentía como si cien elefantes estuvieran dando brincos en mi cabeza, joder, esta era la parte que odiaba cuando bebía. La horrorosa resaca.

Saliendo más de mi sueño me percaté de que tenía una mano abrazando mi cintura. Con el ceño fruncido me giré encontrándome a Gabriel dormido.

¿Cómo llegamos aquí?

Un momento, lo último que recuerdo es irme al vivero y luego de eso es todo borroso, ¿qué demonios hace él aquí? ¿Después de follarse a mi copia barata vino a darme calor? Que imbécil.

—Hey –lo empujé.— salte de mi cama –dije de mala gana.

—Técnicamente es mi cama ya que estás en mi habitación –murmuró somnoliento. Miré a mi alrededor dándome cuenta de que en efecto, estaba en su cuarto.

—Bien, me voy yo –intenté salir de la cama pero me atrapó por la cintura pegándome a él.

—Cierra el hocico y duérmete –levanté una ceja.

—No voy a pasar un minuto más acostada sobre las sábanas en las que te acostaste con esa tipa.

—No hice nada con Amelie, calma tus celos –murmuró con los ojos cerrados.

—¿Qué? Yo no estoy celosa –abrió los ojos mirándome cansado.

—Escucha, Perséfone, calla la puta boca y acuéstate a dormir, es suficiente con soportarte siendo una perra todo el día todos los días, dame un respiro al menos hoy –lo miré boquiabierta.— ¿es mucho pedir un poco de paz?

—¿Qué demonios te pasa?

—Pasa que tengo sueño y cuando tengo sueño no soy una persona amable, ¿y sabes qué pasa cuando no soy una persona amable? Me dan ganas de matar a la gente, sobretodo a las pelirrojas con corazón de hielo y boca sin cierre –mis ojos casi se salen de sus cuencas.— ¿cómo te sientes? ¿Te duele la cabeza? –cambió su tono de voz a uno más suave.

¿Qué rayos le pasaba a este sujeto?

Asentí a su última pregunta. Todavía no podía creer que me había hablado así.

Gabriel se levantó de la cama y salió de la habitación, momentos después volvió con una pastilla y un vaso de agua dejando ambos en mis manos y se acercó a las ventanas cerrando las cortinas.

Después de beber la pastilla dejé a un lado del vaso de agua. Mordiendo mi lengua para no sacar todas las palabrotas que tenía atascadas en la garganta, si las decía en voz alta uno de los dos saldría muerto y el otro preso.

Sin decir nada, Gabriel volvió a la cama y me atrapó a su lado, obligándome a enredar mis piernas con las suyas y dejar mi cabeza encima de su pecho.

Instantáneamente escuché los latidos de su corazón.

Joder, era solo un sonido, algo común y corriente. Pero viniendo de él, me parecía algo sumamente bello e íntimo.

Íntimo, eso fue para mi estar así con él de esa manera.

Y me gustaba, joder que sí.

—Háblame de tu vida en Grecia, Pétalo.

—Creí que tenías sueño.

—Una buena historia me vendría bien para dormir, vamos, cuéntame sobre tus aventuras de chica mala –reí inevitablemente.

—En casa, salgo de fiesta siempre que puedo, se supone que este sería mi año de graduación, pero por faltar a clases me atrasé y ahora tengo que repetir curso...

—Ouch.

—Realmente no me importa, sinceramente no quiero hacer una carrera, nunca me ha llamado, solo estudio y es porque mi padres me obligan...

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