Los días pasaron y Gabriel y yo nos volvimos demasiado unidos. Dormíamos juntos, nos duchábamos juntos, veíamos películas, cocinábamos. De vez en cuando salíamos con los chicos a comer fuera, salida que terminaba en alguna fiesta alocada en la que los hombres se rompían el cuello cuando se giraban a mirarme, pero yo no les demostraba el más mínimo interés, no cuando tenía a mi Crisantemo a mi lado.
Mi familia no ha dado señales de vida, algo que en cierta parte me alegra. Eso quiere decir que la tía Elisa tenía razón y ellos por fin decidieron dejarme en paz.
Disfrutaba este tiempo con Gabriel, sin embargo sabía que en algún momento debía volver a casa ya que no me podía quedar a vivir para siempre con él.
Tenía que enfrentar mis problemas, pero no quería enfrentarme a la turba enfurecida que me esperaba, no quería enfrentarme a la realización cuando me golpeara y me dijera que mi tiempo con Gabriel acabó.
No quería separarme de él y huía de ese pensamiento.
Estábamos en casa de Madison, según Gabriel, su padre lo había mandado a buscar unos papeles que los padres de ella le mandaban. Al verme, Madison dio saltos de alegría e inmediatamente me arrastró a su habitación.
Me contó sobre cosas que pasan en el pueblo, cosas no me interesaban en absoluto, pero le hice creer que sí ya que la chica era simpática y al igual que Gabriel, no huía ante mi mala cara. Siempre que pasaba tiempo con ella y los chicos me daba cuenta de que nunca había tenido amigos de verdad.
—¿Qué tal van las cosas con Gabriel?
—De maravilla.
—Me doy cuenta, ese chupón en tu cuello revela mucho –la miré espantada. Ella rió.— ven, yo te cubro.
Sacó su bolsa de maquillaje y comenzó a ocultar las pruebas de lo que Gabriel y yo solemos hacer todas las noches.
Increíble que yo, Perséfone, la chica que no repetía, ahora se acostaba todas las noches con el mismo hombre. Y cada vez era mejor que la anterior.
—¿Tú... estás enamorada de Aidan? –pregunté de pronto. Ella me miró confundida.
—Por supuesto, tenemos como tres años juntos –contestó de inmediato.
—¿Cómo supiste que estabas enamorada de él? –me miró con comprensión.
—Honestamente no lo se –dijo simple.— desde pequeña siempre me ha gustado ese pelón problemático –rió.— no se como explicarte, pero cuando te enamoras de alguien no recuerdas la fecha exacta en que lo hiciste, tampoco dices "oh, estoy enamorada de ti a partir de ahora", solo lo sientes.
—¿Qué sientes?
—Te sientes completa, como con cada abrazo los corazones de ambos danzan al ritmo del amor, sientes tu alma vibrar y dices "aquí pertenezco" –suspiré.— te digo esto para que te hagas una idea de lo que se siente, pero no puedo describir con palabras el magnífico sentimiento de encontrar a tu otra mitad en esta vida, se resume en eso, simplemente sabes cuando estás enamorada... bueno, tú no, tu corazón lo sabe.
Vaya, y yo creía que Artemisa era cursi.
—¿Por qué? ¿Sientes que estás enamorada de Gabriel? –suspiré.
—Con esa descripción que diste no creo que algún día me enamore de nadie, no quiero que nadie me complete.
—¿Por qué? –preguntó confundida.
—¿Y si se va y me deja sola, incompleta? Si me enamoro y mi "alma gemela" se va, pues que bien, pero no quiero que nadie se sienta con el poder de creer que me puede completar, yo ya estoy completa –suspiré.— si me llego a enamorar, no quiero que me completen, quiero estar con alguien tan lleno como yo –expliqué.— si me enamoro, quiero un amor libre, que seamos amigos, cómplices, amantes... por más que ames a una persona aveces el amor no es suficiente y se necesita mucho más que unos cuantos besos y abrazos y unos "te amo", quiero a alguien que me entienda... alguien que vea lo qué hay en mi sin necesidad de las palabras.
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Granate
FantasyIntentaron ocultarla, pero él ya sabe dónde está su doncella. Y no se detendrá hasta tenerla en sus garras. Su unión será como una granada, destrozando a todo aquel que esté a su alrededor, destrozando sus corazones, destrozándose a ellos mismos. La...