Capítulo 22

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Alessandro en multimedia.





El grito de mi padre se retumbó por toda la casa.

La confusión no salía de mi rostro, ¿Hades? ¿El de la mitología? ¿Ese Hades?

¿Qué demonios tenía que ver eso aquí?

¿Papá estaba suponiendo que Gabriel era Hades? ¿Qué acaso no se dio cuenta de que es solo un humano? ¿Cómo demonios Gabriel sería el rey del inframundo?

Además, si lo fuera, me lo habría dicho, él no me ocultaría un secreto como ese, porque... ¿qué ganaba?

—Quiere hacerte daño –apoyó Artemisa.

—He estado a su merced muchas veces, si quisiera dañarme ya lo habría hecho –escupí con desprecio.— están locos, ¿de verdad creen que ese humano es el rey del infierno? Por Dios –fruncí el ceño.

—No entiendes lo que está pasando...

—Pues claro que no entiendo, ¿cómo voy a entender algo que no me explican? –sisee molesta.

—Sube a tu cuarto, nosotros arreglaremos esto –mis alarmas se encendieron.

—No se atrevan a ponerle un dedo encima –los señalé.— él es lo mejor que me ha pasado, la única cosa buena que tengo en mi vida, es lo único que me hace feliz y me mantiene a flote, si le hacen daño... si le tocan un solo cabello –hablé pausadamente.— espero que estén preparados para el infierno que se les vendrá arriba.







(...)








Encerrada en mi habitación, mi mirada estaba fija en la puerta imaginando todas las cosas horribles que haría si mi familia se hace algo a Gabriel.

Si le hacen daño, el mundo va a arder.

Anhelarán los días felices del pasado, aquellos días felices que no serán más que un lindo recuerdo después de que vivan el infierno mismo en carne propia.

Joder, y yo que creía que por fin habíamos hecho las pases. Ahora estamos peor.

Estamos peor porque no se trata de cualquier persona, se trata de mi mate, la persona que el universo me regaló.

Y ahora, como siempre mi familia se interpone en mi vida, ¿qué cojones tienen en la cabeza?

Según tenía entendido, Hades era el Dios de los muertos, gobernaba en el inframundo y era malo... el diablo en persona. Muy diferente a Gabriel que era un ángel, mi ángel. Eran totalmente diferentes y mi familia había perdido totalmente la cabeza creyendo que eran la misma persona.

Pensé y pensé tratando de encontrar sentido a lo que decían, ciertamente mis sueños volvieron cuando conocí a Gabriel, sin embargo, eso no significaba nada.

¡Es que por más cabeza que le daba, no tenía lógica! Gabriel en ningún momento dio señales de maldad, o alguna bandera roja, él siempre fue tan puro y sincero conmigo.

Pero, ¡oh sorpresa! Mi familia no cree en mi palabras, que novedad.

Ellos prometieron que no le harían daño, pero su palabra no valía, no después de que me encerraran aquí sin explicarme qué demonios sucedía.

Y ahora qué lo pienso, ¿qué más da si Gabriel es Hades disfrazado? Nada cambiaría, solo mostraría sus dones y ya no sería un humano, ¿qué problema hay en eso? Esta gente está tan paranoica que se les olvida que lo qué pasa entre nosotros no sigue al pie de la letra la historia de la mitología, es decir, mírenme a mi; la mitología cuenta a Perséfone como una joven dulce y amable, ¿yo soy así? NO. ¿Quién dice que el temible Hades no pueda ser todo lo contrario a como lo cuentan?

Pero no, ellos no piensan, actúan y luego observan el desastre que causaron, lo sé porque somos familia y yo soy iguales.

Mi mente viajó a Gabriel, mi pobre humano ha de pensar que me pasó algo malo al ver que no vuelvo. Creerá que no regresaré con él después de lo que sea que mi familia le "hable".

No es justo. No es justo. No es justo.

No es justo que ahora que encontré la felicidad me sea arrancada de las manos con tanta facilidad, ¿y qué si el es Hades? Él me hace feliz y no me importa si es malo, después de todo, yo no soy buena.

Pero estaba tratando de serlo. Por él.

—Has tus maletas, volveremos a Grecia –mi cabeza se levantó de golpe al escuchar la voz de mi padre.

—De ninguna manera –me levanté encarándolo.— ¿de verdad tienes el corazón tan frío para separarme de mi alma gemela?

—Cuando se trata de tu seguridad, sí –apretó los dientes.

—Pues cuida muy bien a Artemisa, no sea que el karma te la cobre –sonreí sombría. Él cuadró los hombros.

—Cuida lo que dices, Perséfone –me miró con severidad.— es tu madre de quien estás hablando –bufé.

—Una madre a quien no quiero, no me importaría hacerle daño con tal de vengarme de ti –dije tranquila. Apretó los puños.

—Prepara tus maletas, por las buenas –me crucé de brazos.

—No hay manera de que me subas a un avión, primero lo derribo –me encogí de hombros.— no me importa si muero, soy feliz llevándomelos a todos al infierno, así como ustedes siempre se llevan mi felicidad.

—Bien, por las malas entonces.

Antes de que pudiera decir algo mi padre me clavó una aguja en el cuello, inyectándome un líquido que quemó al estar dentro de mi. Mi lengua se vió rápidamente adormecida al igual que mi cuerpo, lo último que sentí antes de caer dormida fueron los brazos de papá sosteniéndome.

Granate Donde viven las historias. Descúbrelo ahora