Capítulo 19

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Las palabras de Eros no salían de mi mente.

Gabriel era mi mate.

Aquel soso humano que tanto despreciaba al principio, era mi mate.

Eros me dio una última mirada y siguió a mi padre.

Estaba tan metida en mi transe que no me di cuenta en que momento Gabriel empezó a hablarme.

—¿Qué? –pregunté.

—¿Por qué no me dijiste que eras hija de un lobo alfa? –lucía molesto.

—Porque... no lo sé, no confiaba en ti y no quería revelarte mis cosas –dije sincera.

—Joder –negó.— debiste decirme, esto sólo traerá problemas –hice una mueca.

Entendía que estuviera asustado, él no tenía idea de cómo era mi familia y ahora la verdad le caía de golpe.

—Lo lamento –dije sincera.

—¿Cómo es que...? –sacudió la cabeza.— ¿eres loba también?

—Dejé de serlo cuando mi loba me abandonó –me miró confuso.— volvamos a casa, te explicaré todo con calma.






(...)



Luego de un necesitado baño. Me vestí con ropa interior y una de las camisetas que robé del armario de Gabriel. Decidimos hablar sobre lo que pasó en el vivero ya que era nuestro lugar favorito.

—Bien, ¿cómo es eso de que tu loba te abandonó?

—No se si sepas, pero los licántropos poseen en su interior a sus lobos, es como una consciencia con vida propia, te aconseja, te regaña, pelea contigo, aveces... hasta te domina –expliqué.— un día mi loba y yo peleamos y se salió de control, ella terminó abandonándome y con ella se fueron los poderes que me daba.

—¿Que son...?

—Transformarme, tener super oído, olfato, vista... sin ella soy solo una humana...

—Aguarda, ¿eres una bruja, descendiente de una diosa griega y licántropa? –sus ojos alertaban con salidas de sus cuencas.

—Sip –estiré los labios.

—Joder –jadeó.— ¿cómo es eso de que tu loba te abandonó? ¿Salió de ti como cuando das a luz? –lancé una carcajada.

—Dios no –contesté riendo.— no es que me haya abandonado literalmente, la muy perra está dormida esperando a que le hable y le pida disculpas –giré los ojos.— por más que me odie, ella no puede dejarme ni yo a ella –él asintió.— ¿por qué mirabas a mi padre como si lo odiaras? –me miró estupefacto.

—¿Odio? Perséfone, tu padre fácilmente podría reventar mi cabeza con su pata, odio es lo que menos sentía en ese momento –confesó. Sin embargo, no le creí, sabía lo que había visto en sus ojos y era odio puro.— ¿por qué lo miraría con odio cuando ni siquiera lo conozco?

—No se, dime tú –enarqué una ceja.

—Sí, tiene mucha lógica odiar al padre lobo de mi novia que recién conocí hoy y que amenazó con comerse mis tripas –reí.— ¿No crees que si tu padre hubiera sentido a algo malo de mi hacia él lo habría dicho? Me di cuenta de que es un hombre sin pelos en la lengua –hice una mueca.

Él tenía razón, mi padre no tenía tacto alguno, y si hubiera visto la mirada de Gabriel habría dicho algo. No... no habría dicho nada, le habría arrancado los brazos.

—Vale, quizás mis nervios me hicieron ver cosas donde no las había –se encogió de hombros.

—Aunque, siéndote sincero, no me simpatizó mucho estar rodeado de lobos enormes...

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