Capítulo 37

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Layla en multimedia.






Las cabezas estaban en frascos de cristal, encima de unas repisas.

Recordé la noticia que había leído sobre qué encontraron los cadáveres sin cabeza de aquellos chicos. Sus cabezas estaban aquí.

Mis manos temblaban ante la horrible escena, él tenía aquellas cabezas como si de trofeos se trataran, ¿Qué clase de monstruo era Hades?

—¿Qué pasa aquí? –escuché la voz de Ibrahim, sin embargo yo no podía separar mis ojos de aquellas cabezas.— señora, venga conmigo.

Me tomó de la mano y me sacó de ese lugar.

¿Por qué? ¿Por qué hizo eso? Ellos para mi no eran mas que unos simples acostones, no planeaba nada romántico y mucho menos casarme con ellos, ¿por qué tanto daño?

Ellos no eran malos, es decir, no habían hecho nada tan malo como para merecerse una muerte así, porque conociendo a Hades seguramente los torturó antes de decapitarlos.

Joder, algunos eran mis amigos, eran buenos chicos, tenían planes... una vida, y Hades acabó con eso. Los mató solo porque me acosté con ellos.

Pero él hace lo mismo y yo no ando asesinando a sus amantes, ¿por qué tanta crueldad?

—Estás pálida –Artemisa me miró preocupada.— ¿puedes prepárale un té de manzanilla? –le preguntó a Ibrahim. Este asintió y salió disparado lejos de nosotras.— ¿qué pasó, cariño? ¿Qué te hizo ese hijo de puta?

—Él... él... –tartamudeé.— me acabo de encontrar con las cabezas de los chicos con los que he tenido intimidad –sus ojos se abrieron enormemente.— Hades los mató –jadee.— no importa lo que yo haga, él acabará con Gabriel de todos modos.

—Tranquila...

—¿Cómo me pides que me tranquilice después de lo que vi? Hades no tiene alma, es un ser vacío, si no le importó asesinar a chicos inocentes con los que pasé solo una noche, no le importará asesinar al amor de mi vida –apreté los ojos.

Dios, Gabriel.

"No llores, no llores".

—Aquí está el té –Ibrahim llegó con una taza en sus manos.

—Tómatelo, te tranquilizará –animó Artemisa.

Tomé la taza y bebí su contenido de golpe sintiendo como quemaba mi garganta, a pesar de que me molestaba me gustó aquella sensación, distraía mi mente de aquella atrocidad que había visto.

—Ve a tu habitación, yo me encargaré de Layla –me apretó por los hombros.

—Te meterás en problemas –susurré.

—No importa, soy tu madre, se supone que yo tenga que protegerte, no tú a mi.

Un sonido de exclamación hizo que Artemisa y yo nos giráramos en dirección a Ibrahim, quien nos miraba sorprendido.

—¡Por eso es que se parecen tanto! ¡Le dije a mamá que se parecían y ella me llamó loco! –quise reír, pero no me sentía de ánimos.

Artemisa me acompañó a mi habitación, tenía miedo de que alguien de la familia me encontrara desprotegida, ella quería cuidarme de aquellas personas. Si tan solo supiera que la única persona que puede protegerme, es la principal que me quiere hacer daño.

Al llegar a mi cuarto me acosté en la cama sintiendo como el té comenzaba a hacer efecto en mi, mis músculos se estaban sintiendo más relajados y mis ojos cada vez más pesados.

—Artemisa –la llamé cuando estuve a punto de irse. Ella me miró expectante.— si Hades se llega a acercar a ti, no dudes en decírmelo, ¿vale? –asintió.

—Vale.














(...)
















Desperté al rededor de las tres de la madrugada, sintiéndome un poco más relajada, pero con aquella horrorosa imagen latente.

Salí de la habitación, no tenía la más mínima idea de hacia donde me dirigía, pero quería distraerme. En eso recordé aquel jardín donde conocí a Hades, si tenía suerte, lo encontraría.

Ahí había plantas, flores hermosas, aquel lugar estaba lleno de vida y muy buena energía, yo necesitaba cargarme de esa energía para no terminar muriendo en este lugar.

Recordé que la entrada se abrió gracias a que me afirmé en uno de los ladrillos de las paredes, así que estaba como loca tanteando ladrillos con la esperanza de que uno de ellos fuera la "llave" que me diera la entrada a aquel hermoso jardín.

Y así fue.

No dudé en adentrarme al jardín cuando la entrada apareció frente a mis ojos.

Sin embargo, me entristecí cuando vi que el jardín estaba muerto, sus plantas estaban secas y sin vida. ¿Por qué? ¿Qué en este maldito palacio no puede existir algo bonito? ¿Algo vivo?

Me senté en el suelo con la mirada perdida, este lugar era mi única esperanza para no perder la cabeza, quería... quería sentirme en compañía con mis amigas. Si, algunos me llamaran loca, pero gracias a mi don, las plantas siempre han sido mis amigas y nunca me han dejado sola, de alguna forma, ellas siempre me reconfortan y me tan el apoyo que necesito.

Escuché unas pisadas detrás de mi, pero no me molesté en girarme, ya estaba harta. Que pasara lo que tuviera que pasar, estaba tan molesta que le daría un puñetazo a quien fuera.

A mis pies se sentó el perro que ayudó a que me secuestraran, pude ver la pena en sus ojos, ¿un perro sintiendo pena de mi? Genial, esto era lo que faltaba para terminar de sentirme miserable.

Me senté a su lado y acaricié su cabeza. Sí, él ayudó a que Hades me atrapara, pero era solo un animal bajo órdenes de su amo, él no tenía la culpa.

—Perdón por haberte gritado el otro día –hice una mueca.— tú no eres malo, tu dueño si –levantó la cabeza y me miró mal, ¡si! ¡El perro me miró mal!

Vale, tendré que aguantarme mis comentarios hacia Hades antes de que su perro me muerda un pie.

—Ya veo porqué es tu dueño –le devolví la mirada.

—Ya sabes lo que dicen, los perros se parecen a sus dueños.

Granate Donde viven las historias. Descúbrelo ahora