Capítulo 61

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Después de recibir el sermón de mi papá al llegar a casa, me encerré en mi habitación. No estaba de humor para hablar con nadie y no tenía ganas de hacer nada.

Me molestaba que mi estado de ánimo y/o emociones dependieran del señor tinieblas. Toda mi vida he tenido independencia emocional, ciertamente no he tenido responsabilidad afectiva... hasta ahora que estoy actuando debidamente. ¿Será este mi karma? Quizás estoy pagando todos los corazones que rompí en el camino, pero no es mi culpa, nunca prometí nada serio.

Aunque... admito que me causaba placer ver como todos esos idiotas babeaban por mi, añorando una pizca de mi atención, deseando que compartiera mi cuerpo con ellos.

De todos modos, ¿qué hago reflexionando sobre mi pasado? A Hades se lo puede llevar quien lo trajo, no me importa lo que le pase, no me interesa hablar con él y espero que se lo coma Cerbero.

En el camino devuelta a casa no dijo nada, no intentó suavizar la situación a sabiendas de que yo estaba molesta. Tampoco es como si yo esperara mucho de él, pero creía que nuestra relación estaba mejor, que al menos éramos amigos.

—Te he traído ensalada de frutas –escuché a papá entrar al cuarto.

Yo estaba boca abajo con la cabeza metida en las almohadas así que no podía verla, tampoco esforcé en levantarme. Lo sentí sentarse a mi lado.

—¿Qué te hizo ese imbécil? –me fue inevitable no reír ante su tono de voz amenazante. Me senté frente a él.

—Nada –suspiré.— ¿por qué no me fuiste a buscar anoche?

—Porque Hades te ocultó –levanté las cejas.— le dije a Elisa que te localizara, al menos para saber dónde estabas en caso de una emergencia, pero no lo logró. Además de que... no puedo ir en contra del destino.

Lo miré sorprendida. Tenía un top tres de los hombres más tercos del mundo; en el tercer lugar estaba Eros, mientras que papá y Hades se peleaban por el primer lugar. Es por eso que me desconcierta la sorpresiva tranquilidad de mi padre al ver como me escapé con Hades anoche. Me desconcierta de sobremanera porque él fue el primero que se interpuso a que estuviera con Hades, él fue quien movió cielo, mar y tierra para separarme de Gabriel quien el creía era Hades.

—¿Te sientes bien? –fruncí el ceño. Me miró mal.— ¿desde cuando tú y Hades son tan cercanos? En la cena de noche buena hasta lo defendiste de Eros y lo incluiste en la foto familiar –lo miré extrañada.— ¿existe algo entre ustedes que yo no sepa?

—Perséfone, si sintiera que Hades pudiera hacerte daño créeme que lo mataría con mis propias manos, una mierda que sea inmortal –soltó.— pero el día de noche buena, cuando bajaron las escaleras riendo mientras corrían, la complicidad que poseían sus miradas durante la cena... honestamente no creo que él alguna vez haya querido hacerte daño.

Lo miré como si estuviera loco, ¿quién era este sujeto y que había hecho con mi padre? Mi papá; Alessandro Migliore, jamás se habría expresado de esa manera de Hades. No, mi padre habría hablado pestes del hombre hasta que se le cayera la lengua.

—Tu has crecido viendo el amor que nos tenemos tu madre y yo....

—Oh no, –lo detuve.— no tomes ese camino, papá, por ahí no es –lo miré con seriedad.— yo no siento amor por Hades y está claro que él tampoco por mi, ciertamente nos llevamos demasiado bien algunas veces pero hasta ahí, todo lo demás es culpa del lazo, ¿vale? –frunció el ceño.

—Eros tenía razón –arqué la ceja.

—¿Qué dijo el raro?

—Tu hermano –se levantó.— dijo que no importaba lo que dijéramos, que tienes que ser tú misma quien te quites la venda de los ojos, y, ciertamente no creo que tengas una venda, estás ciega –salió de la habitación. Sin embargo, volvió nuevamente segundos después.— te comes la fruta, te amo, florecita –fruncí el rostro.

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