44_La fría soledad

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CAPITULO 44:

Matt.

Me desperté al otro día, cuando escuche unas risas y pisadas fuertes por el pasillo, abrí mis ojos que me pesaban como el infierno y me senté en la cama tomándome de la cabeza,  el horrible dolor punzante, hacia que quisiera arrancármela sin duda alguna.

Me levante con una tremenda resaca, hacía rato que no me emborrachaba como lo hice anoche y ya me había desacostumbrado a esto, la horrible sensación de la boca seca y la quemazón que va desde el estomago hasta tu garganta.

Me asee rápidamente y salí de la habitación, hoy sería un día difícil, tenía que regresar a San Diego e intentar hablar con Itzel, si es que quería escucharme o escupirme en la cara.
De la cocina venia un exquisito olor a café y tostadas que hizo a mi estomago gruñir, las mismas risitas que escuche en el pasillo ahora estaban aquí, adentrándome en ella, me encontré con Gena y Brian juguetones, dándose arrumacos y me hicieron sentir mejor, al menos ellos se habían reconciliado, pero yo seguía aquí, sin saber si Itzel me estaría odiando para siempre o se le pasaría en algún momento, Gena cambio la cara al verme entrar y Brian dijo:

—Hey viejo, ¿Qué tal dormiste?,… digo, si es que dormiste, porque, te vez para la mierda —

—El remordimiento no lo habrá dejado dormir ¿verdad Matt?— ataco  Gena, demasiado filosa para un domingo por la mañana y para un pobre infeliz como yo.

—Gena, perdóname por lo ocurrido— me disculpe apenado

—No es a mí a quien le tienes que pedir perdón, es a Itzel— me respondió cortante y luego de un segundo agrego —¿Como fuiste capaz de hacer una cosa de esas? además, estando en mi casa, ¿sabes lo jodidamente culpable que me he sentido?—

—No, Gena, tú no tienes que sentirte culpable—

—Pues así es como me siento, esto ocurrió en nuestra casa, la chica se fue con el corazón partido porque tú te tiraste a esa…— apretó los labios para contener la rabia y luego continuo:—Te tiraste a esa tipa en mi casa, lo que hiciste, fue una cobardía de lo más repugnante—

—Lo sé— dije incapaz de decir nada más y Gena continúo:

—Mas te vale arreglarlo… sinceramente no te creía capaz de hacer algo así, tú siempre has sido, el chico fiel, dulce, romántico, uno de los que jamás me ha molestado en el colegio, has pasado por chicas que no supieron valorarte en lo absoluto, y una vez que encuentras a una que si lo hace, la cagas, ¿Qué rayos es lo que te pasa?, ¿Te gusta ser cornudo a caso?—

—Claro que no, todo lo que dices es verdad, soy un maldito cretino, yo no sé lo que me paso, yo…— dije desesperado tomándome del cabello y Brian me apoyo diciendo:

—Todos cometemos errores, el alcohol a veces, también nos hace hacer cosas que en nuestro sano juicio no haríamos, Avril sabia de tus “debilidades por ella” y se aprovecho de eso—

—Oye, tampoco lo justifiques, Avril me caerá pésimo, pero quien bajo sus pantalones fue el, dudo que ella lo haya obligado—

—Lo sé y no lo estoy justificando, solo digo lo que pienso que pudo haber pasado, no lo sé, Avril solo busca perjudicar a los demás, ella se siente bien haciendo eso—

—Debo regresar a San Diego y tratar de hablar con Itzel, ella, no va a perdonarme, pero creo que al menos, debo intentarlo, debo disculparme— Gena asintió y por primera vez desde lo ocurrido la noche anterior note que sus ojos se suavizaron al verme, ya no veía furia en su mirada, al menos me sentí aliviado de que ella ya no estuviera molesta conmigo.

Salí rumbo a San Diego, el viaje hasta allí y el viento golpeando en mi cara me ayudo a relajarme a despejar un poco mi mente, idee miles y miles de diferentes modos de pedirle disculpas, pero al llegar, todas esas ideas se esfumaron, me estacione frente a su casa y el miedo comenzó a invadirme, ella me sacaría de punta pies en el trasero,  “tranquilo idiota, tú la cagaste, ahora te la aguantas”, me dije a mí mismo y armándome de valor, me encamine para tocar su puerta, di dos suaves golpes y me atendió sin siquiera preguntar quién era, su cara cambio al verme y dando una paso atrás, se preparo para rechazarme, dispuesta a cerrarme la puerta en la cara, pero puse mi mano en la puerta para evitar que lo hiciera y dije:

Seize the dayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora