Gena y Brian se enfrentan a nuevas adversidades y desafíos, que los harán replantearse si su amor es tan indestructible como pensaban, su relación se ha fortalecido, pero la vida de ambos a cambiado y juntos, tendrán que demostrar si son lo suficien...
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Libros por aquí, libros por allá, mi último año en la preparatoria era un infierno, los profesores se ponían muy exigentes y daban exámenes casi todos los días, tenía la cabeza hecha un lío y para colmo, Cameron me recriminaba de que ya casi no nos veíamos, claro que deseaba verlo, pero es que sinceramente no tenía tiempo, debía estudiar y además, tenía que ayudar a mi madre con su negocio de comidas rápidas.
Que mas quisiera yo, que poder ver a mi amado novio, pero terminaba muy cansada la mayoría de veces y ya no tenía energías para ver a nadie. Además de todo esto, estaba preocupada por Gena, ella se había marchado de casa de Brian muy mal, y no habíamos sabido de su paradero en 4 días.
Me daba pena Brian, el pobre viajaba de Long Beach a San Diego todo el tiempo, buscando encontrarla y al no conseguirlo se regresaba, me preguntaba ¿en dónde se estaría escondiendo mi amiga?, ¿por qué se había marchado de ese modo? lo más seguro era que estuviera en su apartamento solo que no nos atendía.
El timbre del colegio sonó, finalmente, después de un pesado día y tomando mis carpetas, salí casi a tropezones del aula, al fin saldría de la cárcel, más conocida como “escuela”.
—¡Ay Dios por fin! no aguantaba más allí adentro, me estaba sofocando— Se expresó Kirs caminando a mi lado, mientras se aflojaba la corbata y se desprendía los dos botones de la camisa.
Desato su cabello y lo alboroto sin darse cuenta de las hambrientas y devoradoras miradas de nuestros compañeros hacia ella.
—¿Quieres desnudarte aquí mismo mujer?— Le dije notando como mis hormonales compañeros la miraban.
—Es que me sofoco— Respondió está, y al darse cuenta de cómo la mandíbula de un chico apoyado contra la pared, se abría proporcionalmente, sacudió su rubio cabello y le guiño el ojo haciendo que este se pusiera nervioso y dejara caer alguno de sus cuadernos al piso.
Kirsten se rio victoriosa, era obvio que le encantaba provocar eso en los chicos y jugar con ellos, ”presumida”, pensé para mis adentros.
—Eres una infeliz engreída— dije malhumorada.
—La que puede, puede querida— respondió orgullosa de si misma. Moví mi cabeza en negación, no quería que mi amiga jugara así con los muchachos y que se convirtiera en la nueva Michelle Dibenedetto, zorra, mala y creída.
—¿Viste la cara de ese tonto?, los hombres son tan básicos, solo le meneas un poco las caderas y son capases de entregarte su vida, animalitos en celo y sin cerebro— comentó Kirs, como si fuera experta en chicos.
—Lo único que pienso es que, no creo que a Matt le guste enterarse que coqueteas con otros muchachos— Le respondí.
—A Matt poco le importa lo que yo haga, además no estoy coqueteando con nadie— protesto frunciendo el ceño y apurando su paso.
