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La tutora habla y habla sin parar. Nos explica cómo irá el curso, nuestro horario, las normas del centro... nada anormal para un primer día de clase.

Por mi parte, tengo la suerte de haber cogido ese sitio, donde puedo ver a otros cursos en su clase de educación física. De vez en cuando y sin querer me distraigo cuando hacen alguna actividad, es entretenido.

Y bueno, no lo he comentado antes porque al principio no lo había visto muy bien ya que en todo momento está rodeado de alumnos, pero el profesor... vaya con el profesor. No sé si soy yo, que leo demasiados libros de amor, pero es como uno de esos protagonistas guapísimos.

Me quedo embobada cuando explica alguna lección y mueve las manos con naturalidad, totalmente desenvuelto. Hasta me he dado cuenta que de vez en cuando se pasa la mano por el pelo, dejándolo más despeinado si cabe.

— ¿Todo claro? — La tutora interrumpe mis locos pensamientos, devolviéndome al mundo real. Doy un respingo cuando compruebo lo cerca que está.

Comienza a repartirnos el horario uno por uno, lo leo por encima aunque ahora de poco me puede servir, no conozco nada de este sitio.

Suena el timbre, lo que nos dice que ya han pasado las dos primeras horas y tenemos un pequeño descanso de quince minutos.
Cuelgo mi mochila a la espalda y me dirijo a la cafetería, antes la he visto cerca de la entrada.

— ¡Eh, Míriam! — Me giro, sorprendida de que alguien pueda llamarme — ¿Vienes con nosotros? Íbamos a comer algo a la cafetería — Ve que estoy dudando e insiste — Sé lo que significa ser la nueva...

— Eh... — Dudo un segundo, es cierto que no me vendría mal empezar a conocer gente y si Lucas ha sido tan amable, debo aceptar— Claro, vamos.

Lucas me lleva por los pasillos de vuelta, hasta ahora ese camino es todo lo que he aprendido del enorme edificio. Una vez dentro y conmigo pisándole los talones se dirige a una de las primeras mesas, donde nos esperan una chica de pelo muy negro y larguísimo, con un flequillo que le llega casi a los ojos, y un chico con el pelo rizado y bastante alto que la coge de la mano.

— Estos son Marta y Diego, esta es Míriam — Lucas hace la presentación rápidamente— Míriam ha llegado nueva y la he invitado a que coma con nosotros.

— Está bien — Sonríe Marta, a la que se le marcan dos pequeños hoyuelos mezclándose con las múltiples pecas de su cara. — Entendemos lo difícil que es ser la nueva — Recalca las dos últimas palabras — De hecho, nuestro grupo consta de los últimos nuevos de cada curso.

— Oh, entonces gracias... — Es todo lo que consigo decir. Esos chicos son lo contrario a mí, parecen abiertos y nada tímidos.

— Encantado, Míriam — Habla ahora el otro chico, el que Lucas me ha presentado como Diego. — ¿Nos sentamos?

Los demás asienten, yo simplemente voy donde vayan, me siento perdida y al mismo tiempo siento que estoy con tres chicos que hace apenas unos minutos no conocía.

Yo pido un zumo y un pequeño bocadillo y me lo tomo en silencio mientras ellos comentan las clases que les quedan en el día de hoy, en cuales coinciden y en cuáles no.

— ¿Tú también vas a historia? — me pregunta ahora Marta.

— Si — Respondo, sigo algo desubicada — Menos mal que voy a tener una cara conocida en clase. — Digo con alivio.

— Creo que coincidimos en bastantes clases, es genial. — Me guiña un ojo, ilusionada.

Vuelve a sonar un timbre que retumba por todos lados, ha pasado la hora del descanso y es la señal para que volvamos a clase.
Ahora me toca Literatura, clase en la que, por suerte, estoy con Lucas.

He descubierto que en el horario hay impreso un mapa del instituto. Me sirve bastante porque acabo de perder de vista a Lucas. Lo busco con la mirada pero no tengo ni idea de cuándo ha desaparecido, así que opto por seguir las indicaciones del mapa.

Voy enfrascada en el papel cuando choco con algo duro que hace que retroceda tres o cuatro pasos.

— ¡Oh, perdón! — Dos manos me sujetan por los hombros — ¿Estás bien?

— Sí, creo que sí — El papel que miraba se ha caído al suelo y lo cojo, levantando la cabeza.

Es el profesor, el mismo al que me he pasado dos horas mirando esta mañana. Si de lejos es guapo, de cerca es capaz de dejarte sin palabras.

Observa que, como le he dicho, me encuentro bien. Después me muestra una rápida sonrisa y se aleja, supongo que como yo, va con la hora pegada. Me quedo mirando cómo se hace más y más pequeño notando las mejillas arder.

— ¿Qué te pasa? He visto que no estabas en clase y me he imaginado que te habrías perdido... — Lucas viene a mi encuentro, soy consciente del color de mi cara ahora mismo así que bajo la cabeza, disimulando — Sí que eres vergonzosa — Entrecierra los ojos, aguantando una sonrisa.

— ¡Vamos a llegar tarde! — Le pego un pequeño empujón para que avance, pero ni siquiera lo muevo del sitio, me saca unos cuantos centímetros y es ancho como un armario — ¡Venga! — Termino riendo por su expresión divertida.

— Anda vamos, chica vergonzosa, al final sí que vas a conseguir que lleguemos tarde. — Bromea, haciendo muecas.

Echo un vistazo hacía atrás, el profesor ya no está, claro. Ni él ni nadie. Somos los únicos perdidos por la zona.

Está bien, tengo que centrarme de una vez, pero es que ese profesor... ¡no! Ya está, sí. Lucas echa a correr, dejándome atrás, y no puedo hacer otra cosa que perseguirle.  

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora