Esta vez, cuando salgo de la ducha y llego a las pistas, Fede no está solo, se encuentra hablando con el conserje por lo que me marcho. La sensación de antes ha sido cuanto menos, curiosa. Me ha sonreído, a mí, aunque claro, tampoco me estoy fijando en si sonríe o no a cada uno con el que cruza una rápida mirada.
Pero bueno, de todas maneras la siguiente clase empieza enseguida, así que me doy prisa por llegar. Marta y Diego ya deben haberse marchado, y Lucas... sigue perdido, no lo he visto en toda la mañana, ni en clase ni en la cafetería, no sé dónde se puede haber metido.
Apoyo mis brazos en la mesa y la barbilla sobre ellas mientras escucho a la profesora, no me queda más remedio que prestar atención ya que ahora mismo no tengo otra distracción posible.
Voy a volver a estar sola en el siguiente descanso, así que para no llamar tanto la atención, cojo el Diario de Noah, he venido preparada.
Me dirijo al patio, a uno de los bancos pintados de verde que se encuentran en un lado, no hay nadie en ninguno de ellos. Está frío cuando me siento, pero enseguida me acostumbro y abro el libro dispuesta a leer tranquilamente.
— Así que esta es esa parte de chica de biblioteca — Noto una presencia que se sienta junto a mí, y, sin mirar, sé quién es, la reacción de mi cuerpo habla por sí sola.
Aparto el libro y lo miro. Fede, y está tan cerca que el olor de su perfume me llega a la perfección.
Por suerte no hay apenas gente en el patio, supongo que por eso está sentado conmigo.— ¿Vuelves a decir que soy rara? — Pregunto divertida, que estemos prácticamente a solas hace que no sienta tanta vergüenza
Suelta una carcajada, es contagiosa y yo también termino sonriendo.
— No está tan mal ser un poco rara, quiero decir... — Intenta aclararse, pero no lo necesito.
— Quizá tú también tengas tu parte rara — Le interrumpo, encogiéndome de hombros — De hecho, creo que todos la tenemos.
Me mira fijamente, vuelvo a quedarme en sus ojos verdes, son adictivos y me obligo a mirar a otro lado, ¿por qué no se fingir un poco mejor?
— Ojalá, pero yo soy un tipo normal — Suspira al fin, con una media sonrisa.
— No lo creo — Arrugo la nariz, arrepintiéndome enseguida de lo que acabo de decir. Tengo que aprender a morderme la lengua.
— ¿Y se puede saber qué tengo yo de raro? — Ladea la cabeza, ¿puede ser más guapo? No, no hagas eso, no delante de mí.
Me sonrojo y claro, se da cuenta perfectamente, juego con las esquinas de mi libro, es el momento de huir, pero mis piernas no me responden y soy incapaz de moverme del sitio.
— Vamos, no se lo diré a nadie — Sonríe, insistiéndome.
— Nada... es una tontería — Sacudo la cabeza.
Inclina un poco más la cabeza si cabe, como si de la nada pudiera leerme el pensamiento, ¿qué está tramando y porque hace esto?
Además, ¿no se mira al espejo por las mañanas? ¿Cómo puede decir que es normal?— Debo ir a preparar la siguiente clase — Se levanta, sacudiendo sus pantalones del chándal, aunque no tienen nada en absoluto — Y por cierto, me encanta esa película. — Señala mi novela, todavía entre mis manos.
— Sí, es preciosa — Muerdo mi labio inferior.
— De hecho, me parece que la ponían este sábado en el cine de verano, ¿lo sabías?
Ahora me levanto de un respingo, como si tuviera un muelle debajo y me hubiese impulsado.
— ¿Cine de verano? — Pregunto, siempre he oído hablar acerca de ellos pero pensaba que ni siquiera existían ya — No puede haber uno aquí, me estás tomando el pelo.
— No, claro que no — Sonríe — Está en las afueras, justo en la explanada que...
— No conozco la ciudad, Fede — Le interrumpo.
— Cierto — Chasquea la lengua, llevándose la mano a la barbilla — Bueno, podría darte la dirección después, dijiste que vivías cerca, ¿no?
Asiento, ¿qué está queriendo decir? ¿Vernos fuera del instituto? Me arrepiento de haberme levantado del banco, me tiemblan las piernas y temo caerme redonda al suelo.
— Como quieras — Digo al fin. — Me encantaría poder ir el sábado.
— Podemos vernos esta tarde donde ayer, te diré dónde es y así no te perderás la película.
Quedamos en eso, no concretamos mucho más, el timbre ha sonado y debemos volver a clase. Madre mía, no me creo lo que acaba de pasar.
Sí, sé que simplemente ha sido agradable, es amable conmigo, y me gusta. Pero, ¿esto está bien? Es mi profesor, pero además de eso es un hombre simpático, guapo y con el que te sientes a gusto charlando. El destino no puede ponerme a alguien así delante y después decirme que no me haga ilusiones.
Y eso que pretendía alejarme, pero, ¿cómo se hace? A ver cómo te alejas de alguien que cada día te gusta más, que en cada momento que pasas a su lado te demuestra que no te has equivocado al elegirlo, ¡si es que encima le gusta el diario de Noah! No, destino, desde luego, esto no se hace.
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Te quiero sin querer, profesor.
RomanceMíriam siempre ha sido una chica tímida y enamoradiza a la que le encanta leer y escribir, a la que le gusta soñar despierta. Hace poco su familia y ella se han mudado a una nueva ciudad, todo parece que va a ser complicado, pero nada es como ella...