— Cariño, ya nos vamos — Mamá me interrumpe justo a tiempo. Justo para saber que no debo hacerlo, estaba a punto de pulsar la tecla y llamarlo, pero en cambio dejo el teléfono sobre mi cama, lo más lejos posible.
— Vale mamá, nos vemos en la cena. — Me despido de ella.
Cuando mi madre cierra la puerta, me levanto y por el balcón los veo marcharse en coche, apoyada sobre la barandilla respiro hondo durante unos minutos.
Como casi siempre, sin querer, la mirada va hacia la casa de enfrente, ¡un momento! ¿La ventana del salón estaba antes subida? No, la casa estaba cerrada completamente, tengo esa imagen en mi memoria guardada.
¿Eran imaginaciones mías para creer que Fede había vuelto? ¿O simplemente me había confundido y esa ventana siempre había estado abierta? La moto no estaba, no había ningún indicio que me dijera que hubiera vuelto. Pero estoy convencida de que esa ventana antes estaba cerrada, quizá solo es que hay un nuevo inquilino... y yo montándome películas.
Bien, es hora de despejarme. Respiro hondo y escribo un mensaje rápido a Alex.
— Salgo a correr.
— Ok, nena, nos vemos donde siempre.
Lo primero que hago es coger mis auriculares. Salgo, mirando de nuevo la casa que era de Fede de arriba a abajo, esta vez más de cerca. No, definitivamente ahí no había nadie.
Avanzo calle a calle corriendo a una velocidad moderada, hasta llegar a la casa de Diego y Alex, donde ya me espera mi amigo.
— Llevas buen ritmo, ¿no?
— A ver si eres capaz de seguirme — Le guiño un ojo y acelero, él me persigue.
— Eh, nena, ¿acaso quieres torturarme? — Dice quitándose un mechón de pelo rubio de la cara — Te veo con energía.
— Pues si, a pesar de ser lunes, correr me ayuda.
— Verás cuando entres a la Universidad, acabamos de empezar y ya tenemos cosas que hacer, vosotros seguro que habéis tenido tres o cuatro charlas y... a casa.
— Habló la voz de la experiencia — Me burlo, Alex siempre habla como si tuviera veinte o treinta años más que nosotros.
— ¿No es verdad?
— Si... — Pongo los ojos en blanco, dándole la razón.
— Lo sabía — Muestra esa sonrisa de superioridad — Pero ahora cambiando de tema... esto... — Vaya, es la primera vez que veo a Alex con inseguridad, por fin se lanza — ¿Tienes algo con Marcos? — Pregunta, algo incómodo y pillándome por sorpresa.
— Claro que no, ¿por qué lo preguntas? — Sacudo la cabeza a ambos lados.
— Hemos hablado antes, me ha dicho que has estado en su casa.
— Si, Marcos me hace... bien, ¿sabes? Su dulzura, no sé, me gusta. Pero es un amigo, igual que tú.
— Pero tú quieres ser algo más que mi amiga, nena, ya nos conocemos — Mueve las cejas arriba y abajo sin parar, haciéndome reír.
— Oh, claro Alex. ¡Me vuelves loca!
— ¡Lo tenía claro desde el primer día! — Y entonces empieza a hacer gestos de victoria y tengo que parar para poder reírme con ganas.
— ¿Ves lo que has hecho? — Le digo descansando sobre mis rodillas — Apenas llevábamos veinte minutos corriendo y has hecho que paremos.
— No es mi culpa volverte loca...
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Te quiero sin querer, profesor.
RomanceMíriam siempre ha sido una chica tímida y enamoradiza a la que le encanta leer y escribir, a la que le gusta soñar despierta. Hace poco su familia y ella se han mudado a una nueva ciudad, todo parece que va a ser complicado, pero nada es como ella...