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Cuando llego a casa sigue sin haber nadie. Lo cierto es que apenas he estado fuera una media hora, después de lo que me ha dicho Lucas me sentía terriblemente incómoda y no he podido hacer otra cosa que poner una excusa e irme. Sí, es de cobardes, pero nunca me he encontrado en esa posición. Yo nunca he ligado con nadie, ni mucho menos han ligado conmigo.

Leo mucho sobre el tema, pero por desgracia la práctica no la llevo nada bien.

Si, Lucas es guapo, es un chico agradable con el que lo he pasado bien en los pocos ratos que hemos compartido pero, ¿conocernos de otra manera que no sea amistad? No, no, soy incapaz.

Siempre he pensado que el amor era distinto, que cuando llega esa persona lo sabes de inmediato, y Lucas, desde luego, no es dicha persona.
Decido darme una ducha para así poder despejar mi cabeza y llevar mis pensamientos a otro lado, donde sea... como el instituto, por ejemplo, las clases, la de educación física en concreto, Fede...

Oigo ruidos fuera, y ahora mismo lo agradezco, ¿Fede? Madre mía, no estoy bien. Quizá debo dejar tantas novelas románticas por un tiempo... No, qué va. No podría vivir sin ellas.

Una vez que he secado un poco mi pelo completamente rebelde y me he puesto el pijama, salgo a recibir a papá y mamá.

— Hola cielo, ¿has estado aquí toda la tarde? — Dice mi madre, colocando algunas bolsas de la compra.

— No, fui con un compañero de clase, te dejé una nota pero he llegado antes — Le ayudo colocando los zumos en la nevera.

— ¿Un compañero? — Ya empieza. Siempre hace eso, no puedo hablarle de nadie sin que empiece a pensar cosas raras. — ¿Ya has hecho un amigo?

— Si, mamá.... — Pongo los ojos en blanco al ver su expresión — Un amigo, tú lo has dicho.

La mirada, esa mirada cómplice que tienen los dos y que me saca de mis casillas, como si supieran algo que yo desconozco. Papá y mamá sonríen.

Suena un WhatsApp, tengo el móvil en el salón y voy hacia él, dejándolos a ambos para que cotilleen a gusto.

¿Quedamos mañana para ir a clase? — Es Marta.

Claro, te recojo en tu casa — Escribo enseguida.

Te espero. ¡Hasta mañana!

¡Buenas noches!

Dejo el teléfono donde estaba y vuelvo a la conversación de mis padres, mi tema se ha disipado y han empezado a hacer la cena. Los observo, felices después de casi veinte años, y yo quiero tener algo así...alguien que me quiera igual que el primer día aunque pase el tiempo. Alguien con quien hacer la cena, o colocar la compra, sea algo bonito y especial.

¿Existirá esa persona? Eso espero. Y no, no es Lucas.
Ni Fede, claro... por mucho que venga a mi cabeza cada vez que imagino ese tipo de cosas.

Cuando me meto en la cama, después de cenar y leer un par de capítulos más, tengo los ojos como platos, ¿por qué? Si tengo todo claro.

Lucas es un amigo, nada más
Y Fede, pues... un amor platónico, eso es. ¿Quién no se ha fijado alguna vez en su profesor? Yo no iba a ser diferente.
El caso es que, cuando comienza a entrarme sueño y los párpados ya me pesan, veo esos dos ojos verdes.

Ahí está Fede, tan guapo como siempre, aunque no estamos en clase. Me saluda con la mano y me pide que me acerque. Voy hacia él, sin dudar un segundo, dando largos pasos primero, echando a correr después, quiero llegar de una vez pero de repente desaparece, se esfuma... pero una nueva silueta le sustituye, entrecierro los ojos para poder ver mejor, es Lucas. Me quedo parada en seco. ¿Qué está pasando? ¿Y Fede?
Ahora es él, Lucas, el que me pide que vaya, sonriendo.
No, no puedo. Doy dos pasos atrás, después me doy la vuelta, volviendo sobre mis pasos, huyendo. 

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora