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Y, ¿después qué?
Fede me dejó a unos metros de casa, así se lo pedí, más que nada porque no era lo más normal del mundo que tu profesor te acerque hasta la puerta pasadas las doce de la noche.

— Ponen películas todos los fines de semana — Me dice, cuando he bajado de la moto — Te lo diré si creo que hay alguna que te pueda gustar.

— Claro — Asiento, devolviéndole el casco para que lo guarde. — Te lo agradecería mucho.

— No estás muy lejos de casa, pero me gustaría saber cuándo llegas — Mira por encima de mi hombro, la calle no es que esté muy iluminada, pero tampoco estoy tan lejos como dice — ¿Te importa darme tu número de teléfono? Solo mándame un WhatsApp avisándome y me quedaré tranquilo.

— De acuerdo — Saca su móvil y yo le dicto mi número, lo apunta y me hace una llamada perdida.

— Ahora sí — Sonríe, satisfecho — Voy a dejar la moto y recoger a Tarzán, aunque le encanta quedarse en casa de mi amigo. — Vuelve a ponerse el casco — Ten cuidado.

— Te lo prometo.

Me despido con la mano, aunque ya no me ve, claro. La vuelta en moto me ha encantado, Fede solo ha cogido velocidad un par de veces, pero estaba tranquila solo por el hecho de ir agarrada a él, consigue transmitirme seguridad.

Cuando llego a casa apenas un par de minutos después, tengo bastante claro que no conseguiré conciliar el sueño después de todos los acontecimientos de esta noche. Así que, después de avisar a Fede de que estoy bien, decido poner música relajante.

De pequeña, papá siempre me ponía alguna de sus canciones clásicas y, según me ha contado, no tardaba ni cinco minutos en dormirme.
Esa costumbre se ha quedado en mí, y en noches un tanto alteradas, como esta, pongo una de mis canciones favoritas.

Subo el volumen, no demasiado pero sí para que suene por toda la habitación. Después me asomo por el balcón, Fede también parece haber llegado, hay luces encendidas.

En el interior de mi habitación suena el pitido de mi móvil, tenía que haberlo puesto en silencio, es tarde... pero después me doy cuenta de quién es. Fede me ha contestado. Leo mordiendo el interior de mis mejillas, como si estuviera viéndome.

No me has comentado esa parte clásica — Dice el mensaje — Canon de pachebel, ¿eh? Me encanta.

Con el corazón alocado dentro de mí pecho y con una especie de emoción interna, vuelvo corriendo al balcón. Conoce mis gustos, mis películas, mi música... y los comparte conmigo, esto no puede estar pasando.

Cuando salgo lo encuentro, justo en el mismo sitio que yo: en su balcón, apoyado en la barandilla con el teléfono entre las manos.

¿Tengo la música muy alta? — Le escribo.

Digamos que... yo tengo el oído muy fino — Bromea, y veo cómo sonríe en la distancia.

Está claro que sí — Contesto, siguiendo su juego — ¿No es mucha coincidencia que también te guste mi música? — Me atrevo a preguntar, desde aquí y por teléfono es más fácil.

A veces parecen juntarse todas las coincidencias posibles en una sola persona.

Esta última frase me hace pensar, me siento confusa, nunca me ha sucedido algo así. Es mi profesor, hasta ahí está bastante claro pero, ahora también es mi vecino y mi, ¿amigo? ¿Se puede entablar amistad con tu profesor? Sería, cuanto menos, extraño.

Te veo el lunes en el instituto — Me despido, aunque me quedaría así, hablando con él, toda la noche.

El lunes no tienes clase conmigo...

Lo sé — Y me fastidia, vaya que sí.

Que pases un buen domingo — Parece despedirse también.

Buenas noches, Fede. — Lo miro por última vez antes de volver a meterme en mi habitación.

¿No es perfecto? La música sonando de fondo y él, el hombre del que estoy enamorándome cada día un poco más, a tan solo unos metros. No encuentro mejor imagen para irme a dormir.

Apenas lo he notado y de hecho, ni me ha importado, pero hace frío fuera, es lo que tiene estar casi en el mes octubre.

¿Por qué se había molestado en acompañarme, en traerme a casa y en pedirme el teléfono? ¿Hay algún tipo de indicios de los que yo no me estoy enterando? Seguramente, no sería la primera vez.

Y así, con mi cabeza descolocada pero al mismo tiempo ilusionada, sin saber qué debe hacer pero queriendo seguir y sin entender nada pero sin importarme, al final, consigo dormir.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora