Recuerdo la película de principio a fin, pero no puedo evitar emocionarme todas las veces que la veo, es la historia de amor más preciosa del mundo, por muchos libros que lea y muchas más películas que pueda ver, esta siempre será mi preferida.
Fede sigue a mi lado, tampoco se pierde detalle. No finge que le gusta la película, es sincero, así lo siento. Contiene la respiración, o suelta el aire, mueve las manos...
Se me está pasando la noche volando. Llega la escena que más me gusta de toda la película, y como he dicho antes, la he visto tantas veces que incluso me sé los diálogos de memoria, incluso me inclino hacia la pantalla, como si pudiera meterme dentro de ella o algo así. Susurro para mí.
— ¿Entonces qué? — Pregunta Allie, y al mismo tiempo, también lo pregunto yo en voz baja.
— Pues que no será fácil, va a ser muy duro. Tenemos que esforzarnos todos los días y quiero hacerlo porque te deseo. Quiero tenerte para siempre, tu y yo, todos los días. — Le contesta Noah, con unos ojos tan llenos de amor que hasta siento envidia.
Oh, no. No puedo evitar emocionarme con esto, nunca podré. Parpadeo todas las veces posible, pero aún así no puedo evitarlo.
Dos gruesas lágrimas resbalan ahora por mis mejillas, me giro para otro lado y con la manga de mi sudadera las quito lo más rápido posible, solo espero que Fede no se haya dado cuenta.— Ten — Susurra a mi lado, deja un pañuelo de papel sobre mi pierna, pero no se gira, sus ojos siguen puestos en la pantalla y yo abro mucho los míos, sorprendida. ¿Cómo lo ha sabido?
Da igual, me enjuago las lágrimas restantes con el pañuelo. Una vez que me encuentro mejor respiro hondo, es cuando Fede se gira hacia mí.
— ¿Estás bien? — Pregunta en voz baja, yo asiento sin decir nada — Déjame un segundo.
Se refiere al pañuelo, arrugado en una de mis manos, espera con la palma hacia arriba y yo lo dejo en ella, sin saber para qué lo quiere. Lo coge con delicadeza y acerca su mano a mi cara, yo contengo la respiración sin darme cuenta. No me toca, no él directamente, sí da pequeños toques con el pañuelo bajo mis ojos.
— Así está mejor — Sonríe, satisfecho.
¿Es que está loco? ¿No se da cuenta de lo que acaba de hacer o lo ha hecho sin ninguna intención?
Quiero mirarlo para tener respuestas, pero él se ha girado de nuevo hacia la película. ¿Qué ha sido eso?Bien, ahora tengo que hacer como si no hubiera pasado nada, ¿no? Eso parece. Y vale, quizá sea una tontería, ha visto que estaba emocionada y simplemente me ha dado un pañuelo, hasta ahí todo bien pero... no, no, ya está. Me concentro en la película, eso es, a eso he venido y a nada más.
Me doy unos segundos más para observar su perfil, ¿por qué es tan guapo y hace que las cosas sean tan difíciles? Podría ser uno de esos profesor déspotas y fríos, que te llame la atención con la primera impresión pero nada más conocerlo te eche hacia atrás. No, Fede en cambio parece tenerlo todo.
Ahora más que nunca me siento como una de las chicas de las novelas, enamorada de alguien al que no voy a poder tener, ¿enamorada? Sí, eso he dicho. Hace no mucho lo negaba, hoy por hoy, es algo que tengo que reconocer. Fede ha conseguido en unos días lo que nunca había sucedido.
Llegamos a la escena final, tengo un nuevo nudo en la garganta pero esta vez sí consigo contenerlo. ¿No es bonito que dos personas, después de todas las dificultades, consigan estar juntas toda la vida?
Ha terminado, la gente comienza a levantarse y marcharse pero yo me quedo donde estoy, me cuesta reaccionar porque siempre que termina una película necesito analizarla en mi cabeza. Manías raras, lo sé.
— Creo que es la vez que más me ha gustado — Fede se incorpora, destensándose después de un par de horas en la misma posición. — El sitio, la compañía...
Oh, se refiere a mí, lo miro alzando los ojos y al fin me levanto, moviendo la cabeza en círculos, tenía el cuello agarrotado, creo que de la tensión.
— Se vive de otra manera en esa gigante pantalla — Le doy la razón. Muerdo mi labio inferior y comienzo a recogerlo todo.
Fede me ayuda, coge las latas ya vacías, las arruga y las tira a una papelera que no está muy lejos. Saco mi teléfono, es tarde así que llamaré a un taxi para que me deje en la puerta de casa, pero primero mando un mensaje a mamá diciéndole que llegaré enseguida. Seguro que está despierta y esperándome.
— Oye, Míriam, ¿cómo vas a volver a casa? — Fede ya se ha colgado su mochila y me observa con las manos metidas en sus bolsillos — ¿Viene alguien a recogerte?
— Eh... no, pediré un taxi — Muestro la pantalla de mi teléfono, donde está el número para llamar.
— Puedo acercarte, si quieres — Se encoge de hombros — Tengo la moto ahí mismo — Señala el aparcamiento, a unos cuantos metros — No puedo dejar que vayas en taxi a estas horas.
— De acuerdo — Bueno, así soy yo, metiéndome en una tras otra, ahora resulta que mi profesor va a llevarme a casa.
Lo sigo hasta su moto, la reconozco enseguida, aunque solo la he visto una vez. Saca dos cascos de ella y me ofrece el más pequeño, lo cojo con ambas manos, siguen dándome un poco de miedo estas máquinas, además, esta es más grande que la de Lucas.
— Tranquila — Sonríe, abrochándose su casco, intento ponerme el mío pero las manos me tiemblan, creo que el frío también afecta ahora. — A ver...
Lo coge él, poniéndomelo con suavidad. Una correa cuelga a cada lado de mi cara y las agarra con ambas manos, abrochándolas sobre mi barbilla, cierro los ojos involuntariamente cuando lo hace, aun así, no me roza y suelto todo el aire acumulado. Cuando abro los ojos ya se ha montado.
Bien, si confié en Lucas puedo confiar en él. Trago saliva y subo a su espalda, poniendo una mano a cada lado, en sus caderas. El motor ruge bajo nosotros y pronto, Fede acelera y salimos.
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Te quiero sin querer, profesor.
RomanceMíriam siempre ha sido una chica tímida y enamoradiza a la que le encanta leer y escribir, a la que le gusta soñar despierta. Hace poco su familia y ella se han mudado a una nueva ciudad, todo parece que va a ser complicado, pero nada es como ella...