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Es... ¿cómo decirlo? Simplemente, mágico.
Aquí estoy, la primera noche del año, o parte de la primera noche con la persona a la que quiero. No, por mucho que pienso, no puede haber nada mejor.
Hemos pasado horas aquí tumbados.

Es tan increíble tener algo así...
Quiero decir, que me he pasado toda la vida leyendo historias de amor perfectas, y ahora siento como la mía supera a todas ellas, y con creces.

— ¿De verdad tienes que irte? — Pregunta Fede, acurrucándome todavía más contra su pecho.

— Sabes que sí, está amaneciendo y papá y mamá suelen despertarse pronto... — Digo con fastidio, me quedaría aquí toda la vida, no hay lugar más cómodo ahora mismo.

— Está bien... — Se incorpora, perezoso — Te acompaño a la puerta.

¿Cómo puede estar tan guapo nada más levantarse? A pesar de tener cara de cansado, sus ojos verdes tienen un brillo especial, la barba le ha crecido un poco, pero le queda tan bien que ni siquiera me importa, y el pelo lo tiene completamente despeinado, ya de por sí suele ser alborotado, pero esta mañana está terriblemente provocador.

— ¿Qué miras? — Pregunta sonriendo. Sí, he vuelto a quedarme absorta en él.

— Pues a ti, tonto. — Digo mordiendo mi labio inferior.

— Quédate... — Susurra, haciendo un mohín.

— No puedo — Oh, ¿por qué tiene que ser tan dulce? Debo irme y quiero quedarme, ya hasta se ha vuelto complicado alejarse de él.

Nos cuesta unos minutos más, pero, por mi bien, decido irme. Mis padres tienen como costumbre madrugar, sea el día que sea, y no quiero que por una casualidad se encuentren mi cama vacía, o directamente me encuentren subiendo las escaleras a las seis de la mañana.

Llego con tiempo, todo está bastante a oscuras, por lo que pienso dormir en un par de horas más, ¿el problema? Me encuentro muy despejada, como si hubiera descansado completamente.

No es una misión complicada, menos mal. Llego a mi habitación en un par de minutos y en cuanto lo hago, lo primero que hago es asomarme por el balcón, viendo todo apagado también en casa de Fede. Debe haberse quedado dormido, me lo imagino en la cama, tan adorablemente... es la primera vez que dormimos abrazados y, debo decir, que es una increíble experiencia.

Al no poder dormir, enciendo el móvil para entretenerme. Enseguida me llegan varios mensajes felicitándome el año; mis tíos, primos, algunas compañeras de mi anterior hogar, también hay de Diego, Lucas y Marta...

Contesto una por una, por orden, para no olvidarme de nadie.

¿Dónde te metes? — Marta es la única que responde a estas horas.

¡Vaya, cómo has madrugado hoy! ¿A qué se debe? — Pregunto, ignorando a la vez su pregunta.

Que va, no me he acostado todavía, iba a ello cuando he recibido tu mensaje, ¿es que has salido esta noche, o te has vuelto loca y has madrugado? — Se la percibe tan despejada como a mí.

Me he quedado en casa... ya sabes que no me gusta salir.

Ya, ya sé lo rara que eres, o sea, ¿qué has madrugado, en serio? Lo siento pero yo me voy a la cama... no aguanto en pie.

Intento darle conversación, pero tal y como ha dicho, cae rendida enseguida, por lo que me quedo sin acompañante.
Dejo el teléfono en mi habitación y decido bajar a desayunar, ya que no me duermo, aprovecharé el día.

Papá está ya sentado en la mesa, con el periódico en una mano y la taza de café en la otra.
Me mira a través de sus gafas de leer cuando me siento frente a él.

— ¿Has salido esta noche? — Me sorprende en su primera pregunta.

— No — Le digo sin más. Sé que si busco alguna escusa, acabaré liándome y será peor.

— Qué raro — Ahora sí, se quita las gafas — Me pareció escuchar la puerta...

— Lo habrás soñado, papá — Le sonrío, con toda la dulzura posible — Me dormí enseguida.

No se acaba de fiar, lo conozco demasiado bien, me mira con una expresión desconocida en la cara y empiezo a no saber dónde meterme cuando mamá entra en ese momento a la cocina, bastante seria. En ella sí reconozco esa expresión de enfado.
Esto me huele mal.

— ¿No fuiste anoche a ningún lado, seguro? — Odio cuando me pregunta así, como si ya supiera la verdad sin que tuviera que decirle nada. Ha escuchado nuestra conversación.

— Claro que no — Sigo respondiendo, a sabiendas de que ya me han pillado.

— Yo también escuché la puerta anoche — Pone ambos brazos en jarras — ¿Es que hemos soñado lo mismo?

— Pues... — Titubeo, ¿qué digo? Nada, ya no hay marcha atrás.

Cualquier cosa ahora mismo puede empeorarlo todo, pero tengo que inventarme lo que sea antes de que puedan saber la verdad, no... Si llegan a saber que he pasado gran parte de la noche con Fede, me metería en un buen lío, y lo peor, también lo metería a él.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora