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No hace falta que conteste, con una mirada mamá sabe perfectamente que sí, que no es que sienta simplemente algo por él, sino que hay mucho más.

— ¡Oh, cielo! ¿De verdad? — Se pone una mano en la boca, exagerando como si fuera el fin del mundo.

Asiento, algo avergonzada. Nunca había tenido con mamá este tipo de conversación acerca de chicos, y mucho menos si no es uno cualquiera, de mi clase o algo así.

— Es tu profesor — Dice, ahora su expresión es severa, como si se hubiera enfadado de repente.

— Ya, lo sé — No sé exactamente qué mas decirle, así que me encojo de hombros.

— ¿Entonces? ¿Cómo se te ha ocurrido enamorarte de él? — Vale, sí que está enfadada, hasta irritada diría — ¿Por qué no uno de esos amigos tuyos que vienen a casa? ¡Son de tu edad!

Pero, ¿qué se cree mamá? ¿Qué desde el primer día quería enamorarme de mi profesor? No quiero enfadarme yo también, pero no parece querer comprender nada, ni siquiera escucharme. Frunzo los labios en una línea recta, para mantenerme en silencio.

— Debes olvidarte de él, cuanto antes. — Sentencia de golpe.

— ¿Cómo que olvidarle, mamá? — Pregunto, más alto de lo que querría hacerlo — ¿No acabas de decir que me entiendes, que vosotros también habéis sido jóvenes?

— Si, cariño — Contesta, suavizándose debido a mi reacción — Pero esto es mucho más complicado.

— No le veo nada de complicado a que dos personas se quieran — Contesto, dos gruesas lágrimas recorren mis mejillas sin querer, mi propia madre no hace nada por intentar entenderme — Es como si a ti te hubieran dicho que olvidaras a papá cuando te enamoraste de él, ¿lo hubieras hecho?

— ¿Cómo que dos personas que se quieran? ¡Qué locura! — Alza los ojos al cielo — No, lo de papá no tiene nada que ver, debes ser sensata.

— ¿Cómo que no tiene nada que ver? — Me indigno.

— ¡Pues claro que no! — Hemos subido el tono de voz pero a estas alturas no parece importarnos — Papá era el hombre con el que pasaría el resto de mi vida, ¿es que no te das cuenta? ¡Eres una niña todavía!

— No mamá — Respiro hondo — Ese ha sido el principal problema, que creéis que siempre voy a ser una niña. Y si papá era el hombre con el que tú querías pasar el resto de tu vida, Fede es exactamente lo mismo para mí, le quiero

Cierro el libro en el que estaba estudiando, desafiando a mamá con la mirada, nunca me había atrevido a hacerlo pero ahora siento que tengo razón y que deben dejarme vivir la vida, equivocándome o no, es mi turno para tomar mis propias decisiones.

— Seguiremos hablando sobre esto.

Es lo último que dice, con una voz de ultratumba y más enfadada o quizá decepcionada de lo que nunca la había visto. ¿Estoy haciéndolo mal? Sí, lo hice desde el primer día enamorándome de mi profesor, pero querer a alguien nunca debe tener nada de malo.

Me quedo sentada en mi cama, con mil cosas en la cabeza en las que pensar ahora mismo. Desde luego, a mi madre le ha caído bien Fede desde que lo conoció, pero como profesor, o como vecino... ahora que se ha enterado de la situación, todo se ha vuelto más complicado.

No bajo a cenar, no me apetece y seguramente mi padre ya esté enterado de todas las novedades, no quiero discutir más por hoy, Cuando veo que fuera comienza a anochecer, decido llamar a Fede. Descuelga al segundo tono.

Dime, pequeña. — Suena alegre, como siempre.

— Hola Fede, ¿puedes venir? — Le pido, en susurros para no levantar sospechas.

Claro, ¿estás bien? — Supongo que esas cosas se notan enseguida.

— Creo que sí, pero necesito que vengas — Muerdo mi labio inferior, pensando en cómo voy a decirle todo lo que ha pasado.

Temo que todo cambie a partir de ahora, que mamá se oponga a esto que tenemos y haga cualquier barbaridad, no la veo capaz de ello... pero nunca se sabe si lo que cree hacer es proteger a su hija.

Fede aparece en mi balcón unos minutos después de haber colgado, da con los nudillos en el cristal.

— Está abierta — Indico, él desliza hasta abrirla por completo y vuelva a cerrar a sus espaldas. Yo sigo sobre mi cama, abrazada a mis rodillas.

Se sienta a mi lado, pasándome el brazo por los hombros y besándome en la cabeza.

— Ya estoy aquí, me has dejado preocupado — Murmura contra mi pelo — ¿Qué es lo que pasa?

— Bueno que... te quiero — Es lo primero que suelto, para asegurarle que no importa nada a partir de ahora, solo eso.

— Pero pequeña, lo sé desde el primer día — Sonríe, con esa sonrisa que consigue aliviarme — ¿Me has llamado para decirme algo que tengo claro?

— No, pero quería que lo supieras de antemano — Arrugo la nariz.

— Créeme que lo sé. Sé que me quieres y me encanta que lo hagas — Acaricia mi mejilla, mirándome a los ojos — Pero ahora dime qué te preocupa.

— Es... mi madre — Su gesto cambia por completo, percibo cómo aprieta la mandíbula — Se ha enterado.

— Y... ¿cómo? — Vale, está nervioso y es lo que menos pretendía. Revuelve su pelo ya despeinado con una mano.

— Supongo que... a veces no nos damos cuenta de cuánto sobrepasamos el límite — Intento bromear, sin mucha suerte — Nos ha oído cuando hacíamos el tonto en la cocina e imagino que simplemente habrá atado cabos.

— Ya... — Asiente repetidas veces, asimilando lo que acaba de escuchar. — ¿Y qué te ha dicho?

— Que tengo que olvidarme de ti — Respondo, él coge aire por la nariz para después soltarlo lentamente, mirando al suelo.

— ¿Entonces? — Susurra — ¿Qué harás?

— Quererte, tal como hago cada día — Cojo su mano, ahora quiero trasmitirle yo esa tranquilidad que siempre me da él — Es inevitable y no dejaría de hacerlo nunca.

Esboza una pequeña sonrisa, más aliviado. ¿De verdad podía pensar que iba a terminar con una relación tan perfecta como esta?

— Si algún día nos separamos, será porque tú y yo queramos, no porque nadie nos lo diga — Insisto.

— ¿Sabes qué? — Aprieta mi mano, haciendo que lo mire a sus preciosos ojos verdes. — Se supone que soy el mayor, el responsable, el que debería decir que está locura acaba aquí ahora que estamos metidos en un lío. Pero no quiero, siento de verdad que eres tú con quien debo estar. Juntos somos felices... y contra eso nadie puede luchar.

Me quedo alucinada escuchándolo, sabe pronunciar las palabras adecuadas en el momento acertado.

De repente y sorprendiéndonos a ambos, la puerta de mi habitación se abre lentamente. Aparece mamá, que nos observa desde el umbral de la puerta, sin decir una palabra. Nosotros lo único que podemos hacer es mirar hacia ella, sin poder abrir la boca.

— ¿De verdad sientes todo eso? — Pregunta, como si yo no estuviera y dirigiéndose directamente a él.

Fede asiente, tragando saliva.
Hay un cruce de miradas entre los tres, la tensión podría cortarse con un cuchillo.

De pronto, los ojos de mamá cambian, su cara se suaviza por completo y vuelve a mirarme con dulzura, a mirarnos a ambos.

— Como acabas de decir, Fede, es una locura. Pero si quieres a mi niña y sobretodo sigues haciendo que sonría como ahora, no seré yo quien arruine lo vuestro y haga que sea infeliz — Suspira, moviendo la cabeza a los lados — Pero el problema será cómo decírselo a tu padre. 

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora