No puedo librarme de Lucas, tiene mucha más fuerza que yo.
Lucho inútilmente con sus brazos mientras se acerca a mí cada vez más.
Noto su aliento a alcohol ya muy cerca de mí cuando la puerta se abre de golpe a mis espaldas y casi caigo sobre mi propio peso, pero antes de tocar el suelo, dos manos se aferran a mi cintura, sujetándome.— ¿Pero qué...?
Fede me mira, luego mira a Lucas. Una vez que me tiene estabilizada va a por él.
— ¡No! — Le grito. Pero es obvio que Fede no es como muchos otros, simplemente lo aparta de mí poniéndole firme las dos manos en su pecho. Hasta alejarlo un par de metros.
— ¡Diego! — Llama enseguida a mi amigo — Llévalo a casa, no está bien.
Diego sale de la casa observando la escena detenidamente antes de llevarse a Lucas.
Veo alejarse a los dos antes de mirar a Fede. Está tenso y respira entrecortadamente.— Ven. — Rozo su mano y entramos a casa. Sé que los demás están mirando, pero ahora mismo me da igual, no se han enterado de lo que ha pasado ahí fuera.
Cuando llegamos a mi habitación noto cómo se alivia, respirando hondo, y yo también.
No me había dado cuenta pero estaba temblando, Lucas casi me besa sin mi consentimiento, nunca me había pasado algo parecido.— ¿Qué demonios estaba intentando hacer? — Me pregunta, sentado en mi cama.
— No lo sé — muevo la cabeza a ambos lados — Ya sabes, está borracho.
— Ya... — Echa el aire por la nariz — Pero eso no es una excusa para hacer algo así. ¿Estás bien, pequeña?
— Si, tranquilo.
Me abraza y me aprieta contra él con fuerza, hunde su cara en mi pelo.
— Te quiero mucho, mi niña.
— Y yo a ti, Fede.
Me pasa el dedo por el mentón y me atrae hacia él, me da un beso dulce y muy largo. Yo solo puede descomponerme y dejarme llevar.
— Quiero que... — Comienza a decir, pero cuando alguien abre la puerta de mi habitación, nos interrumpe. Nos separamos de golpe cuando miro atrás y veo a mi amiga.
— Perdón — es Marta, que baja la cabeza algo avergonzada, supongo que al vernos tan juntos. — Era para saber si estabas bien.
— Si, no ha pasado nada.
— Quería avisarte de que la gente se está yendo a casa, yo también me voy.
— De acuerdo, te llamaré luego. — Ella asiente, y también hace una mueca poco disimulada.
Cierra la puerta de nuevo. Fede y yo nos miramos, aguantando la risa.
— Nos ha pillado. — Dice.
— Un poco. — Aprieto los labios — Tengo que recoger antes de que vengan papá y mamá.
— De acuerdo, te ayudaré.
Bajamos al salón y limpiamos la mesa y el suelo, no había un gran estropicio. Menos mal, porque es algo tarde y no creo que mis padres se demoren mucho más.
Me despido de Fede a eso de las nueve y media de la noche. Lo acompaño hasta la puerta, pero justo cuando voy a poner la mano en el picaporte y abrirla, parece que por arte de magia lo hace por sí sola. No, claro que no, es mamá quien la abre desde fuera.
— ¡Ah! — Grito asustada. — ¡Mamá!
— Hola — dice rápidamente. Me observa primero a mí, después la casa y por último a Fede.
Antes de que pueda decir algo más, decido presentarlos.
— Mamá, este es Fede, mi profesor de Educación Física. ¿Recuerdas que os hablé de él?
— ¡Oh, claro! — Parece relajarse e incluso sonríe — Nuestro vecino, ¿verdad?
Fede asiente, tranquilo. ¿Es que no pierde nunca los nervios? Me sorprende la confianza que tiene en sí mismo, aunque claro, siendo como es él, tampoco me extraña tanto.
— He visto que su hija celebraba una fiesta y me he pasado a saludar, espero que no le importe — Saca su sonrisa encantadora, que derrite a quien se ponga delante.
— ¡Para nada! — Si, mamá es una de tantos y tantas, sin ninguna duda — Por favor, no me llames de usted, no soy tan vieja. ¿Quieres quedarte a cenar?
Fede me mira antes de contestar. Pero me he quedado petrificada, ¿cómo ha conseguido encandilar tan rápido a mamá? Que diga que no, por favor.
— Claro, estará bien. — Dice él, asintiendo.
Y ya está, así de fácil le ha resultado. Me ayuda a poner la mesa mientras mamá se mete en la cocina.
— ¿Y papá? — Pregunto.
— Ahora viene. Sentaos. — Dice ella desde la cocina.
Hacemos lo que dice, la situación es tensa, demasiado. No sé qué hacer con mis manos y solo hecho rápidas miradas a Fede, sentado y en calma.
— ¿Qué estás haciendo? ¡Me muero de vergüenza! ¿Y si notan algo? — Le increpo en voz baja para que mamá no escuche nada.
— No pasa nada — Se encoge de hombros — Parece que le caigo bien a tu madre, eso es buena señal.
Ya, eso está claro. Mamá está encantada durante la cena con Fede. A papá también le causa buena impresión cuando lleva un par de minutos charlando con él.
La cena es tranquila y relajada, al menos para ellos tres, yo solo quiero escapar de esta situación.— Bueno, es tarde, debo irme — Fede se levanta cuando ya hemos terminado.
— Te acompaño. — Digo, de forma educada ante los ojos de mis padres.
Ya estamos lejos y sé que mis padres no nos escuchan. Llegamos a la puerta de entrada.
— Ha estado bien, ¿no crees?
— Si, bastante bien... — Pienso un momento — Oye, ¿qué ibas a decirme antes? Ya sabes... justo cuando Marta ha entrado en mi habitación.
— ¿Antes? — Tuerce la boca haciendo memoria — Oh, claro. Iba a decirte que sé que con Lucas no ha pasado nada, pero no me hace gracia que puedas cambiarme por otro... te quiero para mí, pequeña.
— Fede... — Sonrío sin creer lo que acaba de decir, ¿es que no soy lo suficiente obvia?— Soy tuya desde el primer momento en que te vi.
Solo tuya.
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Te quiero sin querer, profesor.
RomanceMíriam siempre ha sido una chica tímida y enamoradiza a la que le encanta leer y escribir, a la que le gusta soñar despierta. Hace poco su familia y ella se han mudado a una nueva ciudad, todo parece que va a ser complicado, pero nada es como ella...