La mañana siguiente me despierta el distinto ajetreo del barco, supongo que tiene que ver el no estar para nada acostumbrada a dormir en un sitio así, donde se escuchan cosas por todos lados. Aun así, me siento descansada y plena.
Fede está a mi lado, todavía profundamente dormido. Es, sin duda, todo un príncipe. Está claro que físicamente, a primera vista, pero es que lo que lleva en su interior es infinitamente mejor.
Mi príncipe y al mismo tiempo mi hechicero, ¿cómo podía ser tan guapo, tan dulce, tan atento, tan... sumamente perfecto? Sí, es cierto que yo no tenía con qué comparar, pero desde luego mi historia no tenía nada que envidiar a las mejores novelas de amor.
Decido no despertarlo, ayer debió dormirse bastante tarde. .
Al bajar de la cama y posar los pies en el suelo, es como si una chica nueva se hubiera apoderado de mí, ¿por qué me sentía de esa manera? Como si hubiera crecido en tan solo unas horas, y no físicamente, si no en mi cabeza.Me meto en la bañera, tumbándome por completo, relajándome y disfrutando. Por primera vez pruebo esas sales de baño que tienen distintos olores, siempre las había visto en la televisión. Hay muchas, de muchos colores, no tengo ni idea cuál elegir así que me decanto por una amarilla que pronto desprende un dulce olor a vainilla.
Respiro hondo con la nuca apoyada en el borde de la bañera, con los ojos cerrados y respirando hondo.
— Buenos días, princesa — Fede entra al baño vestido solo con unos cortos pantalones de deporte, todo despeinado y con esa barba de dos días que me vuelve loca — ¿Cómo has dormido?
— Muy bien, amor, ¿y tú?
— Hacía tiempo que no dormía tan bien — Sonríe, mirándome desde arriba — ¿Puedo bañarme contigo?
— Claro — Me echo a un lado para que él también pueda sumergirse, por suerte la bañera es lo suficientemente grande para ambos.
— Qué bien huele... — Inhala, poniendo un brazo por detrás de mi espalda para acercarme a él.
Yo apoyo ahora mi cabeza en su hombro y así, volviendo a cerrar los ojos, disfrutamos del momento.
***
Los siguientes tres días son un sin parar. Visitamos sitios espectaculares, hacemos cosas juntos, disfrutamos el uno del otro, podemos bañarnos en el mar...
— No quiero que esto acabe y tengamos que volver a la realidad — Le digo, algo deprimida al saber que solo nos queda una noche aquí.
— Lo nuestro es bonito en un crucero, en una casa rural o donde sea, que estemos juntos es lo que lo hace especial. Llegaremos allí y nada cambiará.
Quiero creer es sus palabras, ojalá sea así, pero estar en un paraíso como este no tiene comparación y menos en una ciudad donde mucha gente nos conoce, donde seguimos siendo profesor y alumna. Hasta eso parece habérseme olvidado al estar aquí
— Disfrutemos todo lo posible de nuestra última noche aquí, pequeña.
Y así lo hacemos, probamos comida típica de otros lugares, observamos una y otra vez unas vistas que no creo que se repitan, y, cuando es de noche, nos tumbamos en una de las partes más altas de la cubierta, mirando al cielo estrellado. Esto no puede disfrutarse en tierra firme.
— Mira, la luna está gigante esta noche, ¿no crees?
— Si — Es verdad, ocupaba una gran parte del cielo negro, así iluminando todo a su antojo.
— ¿Te acuerdas cuando me dijiste que te gustaría dormir con ella ahí, mirándote?
— Claro que me acuerdo, pero me temo que va a ser imposible dormir aquí... — Sonrío.
— Lo sé pequeña, y siento que sea así, pero... ¿qué tal si pruebas a tocarla? Está muy cerca...
— Fede, estás loco — Muevo la cabeza a ambos lados, riendo.
— ¡Vamos, prueba! — Alza ambas cejas, insistiendo.
— Es imposible que pueda tocar la luna — Lo miro a los ojos, intentando descifrar su expresión, lo que oculta — Está bien... — Me doy por vencida.
Estiro el brazo, tal y como él quiere que haga y... de repente Fede, pillándome por sorpresa, me deposita una pequeña caja en la mano alzada, sobre la palma.
— ¿Qué es? — Pregunto, poniéndome la pequeña caja ante los ojos.
— Un regalo, ábrelo.
Abro la caja con cuidado, con los dedos temblorosos. Abro mucho los ojos cuando descubro un pequeño colgante con forma de luna, tiene algo grabado en él y leo con atención.
— To the moon and back... — Leo en un susurro esa frase en inglés — ¿Hasta la luna ida y vuelta? — La traduzco, sonriente.
— Si, preciosa — Me mira a los ojos con amor, así lo percibo — No quiero que esto acabe, quiero viajar al cielo a tu lado, yendo y viniendo cada noche a la luna.
Después me coloca el colgante, dejando la luna colocada en mi pecho y la frase colocada en mi corazón.
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Te quiero sin querer, profesor.
RomanceMíriam siempre ha sido una chica tímida y enamoradiza a la que le encanta leer y escribir, a la que le gusta soñar despierta. Hace poco su familia y ella se han mudado a una nueva ciudad, todo parece que va a ser complicado, pero nada es como ella...