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Ha llegado la primavera. El tercer y último trimestre comienza con buen tiempo, por fin, ¡Cómo echaba de menos poder leer en el balcón, o pasear por el parque hasta que anochezca! Cosas que en invierno es imposible hacer, y mucho menos en el invierno helado de esta ciudad.

Volvemos al instituto después de casi dos largas semanas de vacaciones en las que ha pasado de todo; fiesta en casa de Lucas que no salió como debería, aunque al final todo se arregló.
Se consolidó mi relación, y, por fin, aunque no puedo gritar a los cuatro vientos que soy la novia de Fede, sí que lo grito en mi interior, lo grito cada día con más ganas y más fuerza.

—Que ganas tengo de que llegue el verano... — Suspira Diego cuando estamos en la cafetería. Es el segundo día después de vacaciones y a todos nos hace falta todavía algún que otro café para aguantar las clases.

— ¡Ya te digo! — Exclama Lucas — Este verano estrenaremos la piscina a lo grande, en serio, será...

— De locos, si — Lo interrumpe Marta, con una sonrisa de oreja a oreja.

— Si bueno, tu mejor no te vuelvas demasiado loca, que luego me toca a mí llevarte a casa — Responde Diego a su novia, todavía recordando la última fiesta.

Los cuatro reímos cuando Marta le saca la lengua en modo burlón.
Pero, como por arte de magia, yo me distraigo como si una fuerza extraña tirara de mí.

Es como si algo incontrolable me dijera que el hombre al que quiero está ahí, y me hace mirar inmediatamente a su dirección. Fede entra por la puerta de la cafetería y me dedica una pequeña y disimulada sonrisa mientras pide el desayuno.

— Míriam... — Me llama Diego, lo que me hace girarme hacia él — Eh... ¿sigues con Fede, no?

Asiento con el ceño fruncido, ¿por qué me pregunta Diego algo así, si es el chico más discreto que he conocido?

— ¿Por qué? — No quería preguntarlo, pero me ha dejado intrigada.

— No, por nada — Se encoge de hombros y nosotros tres le miramos, a cual más extrañado. Por la expresión de Marta, sé que ella tampoco sabe nada.

— Bueno, volvamos a clase — Él es el primero en levantarse, algo incómodo. Marta lo sigue, seguro que a interrogarle.

Yo opto por increpar a su mejor amigo, cojo el brazo de Lucas deteniéndolo antes de que llegue a mis otros dos amigos.

— ¿Qué ha sido eso? — Le pregunto.

— No lo sé, de verdad. Me ha sorprendido tanto como a ti... — Parece sincero.

Entro a clase sin dejar de pensarlo. No sé, quizás lo ha preguntado por saberlo y punto, y ya no hay que darle más vueltas, pero me extraña, Diego no es de esa manera, nunca parece querer saber nada.

Fede está dando clase a segundo, lo observo por la ventana.
Sonrío en mi interior, después tenemos clase con él.

Claramente varias alumnas se lo comen con la mirada, no puedo sentirme celosa, al comienzo del curso yo era una de ellas pero ahora, pondría mis manos a modo de bocina y gritaría, ¡eh, que está conmigo!

Por fin nos toca clase con él. Este trimestre daremos bádminton, no he jugado mucho, pero una vez que tengo la raqueta en la mano me desenvuelvo bastante mejor de lo que esperaba.

Fede aprovecha cada instante para rozarme, como corregirme cualquier fallo poniendo ambas manos en mis caderas, yo solo puedo controlar mi respiración, mirando a ambos lados para comprobar que nadie se haya dado cuenta.

Cuando todas mis compañeras tras el final de la clase están en las duchas, dejo que terminen para quedarme rezagada.

— ¿Vienes? — Me pregunta Marta con la mochila cargada al hombro, ella ha acabado hace rato.

— Voy después, ve saliendo — Sonrío, ella enseguida entiende que quiero estar a solas con Fede, ya que es lo que llevo haciendo últimamente.

Termino de secarme el pelo y vestirme, no tardo mucho, pero para mi sorpresa, Marta vuelve a entrar.

— Creo que tenemos que irnos ya...

— Pero Marta, si ya te lo he dicho... ahora mismo subo. Espérame arriba, ¿vale? — Insisto.

— Bueno, pues espera aquí un segundo, tengo que contarte algo del sábado... — Se sienta en uno de los bancos del vestuario, cruzándose de piernas y poniéndose cómoda.

— Eso puedes contármelo dentro de diez minutos, ¿no? — Digo, colgándome la mochila y ya dispuesta a salir.

— No, mejor ahora... — Está nerviosa y no para de enredar las manos una con otra, ¿por qué demonios actúa así? Hoy la gente está muy rara.

La observo fijamente y ella mira hacia afuera varias veces, no sale, de hecho, se queda en la puerta sin dejar que yo tampoco lo haga.

— ¡Vamos! — Digo decidida, ella intenta frenarme pero ya he llegado a la puerta que da a las pistas. — Pero, ¿qué te pasa?

Y, de pronto, entiendo todo. Fede no está solo, ni con el portero, ni con nadie que conozca, eso es lo que Marta no quería que viese.

Vale, hay una mujer, puede que de la edad de Fede o quizá un par de años más, hablan alegremente, pero eso no es todo, la mujer sonríe y toca el brazo y pecho de Fede cada vez que tiene ocasión. No la conozco pero al parecer, él sí, porque no parece importarle todo lo que ella hace.

No quiero apresurarme y desvariar, así que bajo la cabeza y salgo de ahí tan rápido como soy capaz de hacerlo, con Marta pisándome los talones.

— No sé tú nivel de celos, pero no quería que lo vieras — Me dice — Yo me pondría hecha una furia.

— ¿Quién es... esa? — Pregunto confusa. Siguen allí, los veo desde lejos, pero ellos no parecen percatarse de nadie a su alrededor.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora