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Recojo a Marta en su casa a la hora acordada. Sale colgándose la mochila al hombro y sacando el paquete de tabaco de su bolsillo.
Termina de encenderse el cigarro cuando llega hasta mí.

Alzo una ceja, observando cómo se acerca.

— Ya sé qué me vas a decir... — Suspira — Y sí, tengo pensado dejarlo algún día.

— Estaría bien — Le sonrío, pero cambio de tema, tengo que hablarlo con alguien — ¿Sabes? Ayer pasó algo extraño con Lucas.

— ¿Raro? — Frunce el ceño— ¿A qué te refieres con raro? — Espeta, directa.

— Bueno, quedamos a tomar algo — Yo tampoco quiero irme por las ramas. — Y después...

— ¿Os habéis liado? — Se para en seco, mirándome con los ojos como platos.

— ¡No! — Exclamo, yo también me quedo donde estoy — Apenas le conozco, ¿cómo has llegado a esa conclusión?

— Bueno, a mí tampoco me conoces demasiado y ya me estás contando estas cosas — Se encoge de hombros.

— Ya, bueno. — Es distinto, supongo — El caso es que estábamos hablando y me dijo algo de conocernos mejor, no solo como amigos... y yo no lo veo...

— ¡Venga! — Me interrumpe — ¿Y por qué no?

— Te lo he dicho. No lo conozco — Repito.

— ¿Y cuál es el problema? ¡Hazlo! Prueba y quizá poco a poco te acabará gustando.

— No puedo, yo no soy así — Muevo la cabeza a ambos lados.

— ¿Así? No entiendo.

Estamos casi en la puerta del instituto, y no quiero ahondar en el tema demasiado. Menos mal que Diego viene enseguida hacia nosotras.

— ¡Eh, hola! — Saluda al llegar — Me podíais haber avisado para venir, ¿no?

— No, queríamos que fuera un paseo de chicas... — Sonríe Marta, cogiéndole la mano.

— Qué estaréis tramando... — Entorna los ojos, mirándome primero a mí y luego a su novia, que le da un pequeño beso en la mejilla.

Escuchamos el sonido de una moto, es Lucas, ya que no mucha más gente en el instituto tiene una, que yo sepa.

Decido no intervenir en la rutinaria conversación de cada mañana, en la que se meten con él por perezoso y porque su rutina consiste en llegar tarde. Yo simplemente camino en silencio y mirando mis pies.

Diego y Marta se separan de nosotros, tenemos clases distintas. Menos mal que nadie habla del tema, la situación es un tanto tensa.

Sé el camino de la siguiente clase, por fin he aprendido algo. Directamente ocupo el sitio que da al exterior. Las mejores vistas hasta ahora.

Muerdo mi labio inferior, buscando con la mirada sin apenas darme cuenta. Si, ya me estoy volviendo loca
porque en cuanto veo aparecer a Fede se me acelera el corazón. Hoy lleva un chándal rojo y negro y su pelo... tan despeinado como cada día.

Al mismo tiempo, en nuestra clase, entra el profesor de historia; un hombre con el pelo cano y unas gafas minúsculas. Coloca algo en su pupitre, saca unos papeles y empieza a apuntar datos en la pizarra, saco mi cuaderno y comienzo a copiar.

Unos minutos después y ya enfrascados en la clase y yo en mi hoja, compruebo cómo un papelito doblado varias veces cae sobre mi mesa, me giro para ver de dónde viene y Lucas me lo señala con la barbilla.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora