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Cojo el pañuelo que me ofrece y con él intento enjuagarme las lágrimas que no dejan de salir.

No habla, no dice una palabra y yo no me atrevo a levantar la cabeza y mirarlo.

— ¿Estás bien? — Se sienta junto a mí, en el estrecho hueco.

Por fin, y armándome de valor, levanto la cabeza, pensando que voy a volver a encontrarme con esos dos ojos verdes preciosos y llenos de amor después de un tiempo que para mi ha sido eterno.

Pero no, dos ojos azules me devuelven la mirada. Abro la boca por la impresión.

— No me he presentado, soy Eric. — Dice en voz baja  ese hombre que se encuentra a mi lado y es completamente desconocido para mí. 

— Hola — Hablo con dificultad, ¿Eric, quién es? No lo sé, pero menuda presentación.

— Y dime, ¿ya estás mejor? — Se interesa.

— Si, eh... gracias — Digo, ahora un poco avergonzada porque alguien al que no conozco de nada esté viéndome de tal manera — Pensé que nadie vendría aquí.

— Yo he venido sin querer, buscaba la biblioteca, pero esto es demasiado grande y...

Me hace esbozar una sonrisa, se ha perdido, como todos los que llegamos nuevos. Este año le ha tocado a él. De repente caigo en la cuenta de quién puede ser; el profesor que sustituye a Fede. 

— La biblioteca está en el segundo piso — Le indico — Aquí solo hay libros que no interesan demasiado, la gente no suele venir.

— Gracias — Ahora él también sonríe, aliviado por ver que no solo lloro, también hablo — Por lo que veo no eres nueva.

— Llegué el año pasado.

— ¿Y cuál es tu nombre?

— Míriam — Me quito un par de lágrimas que me han quedado — Gracias por el pañuelo.

— De nada, y me alegra haber hecho que sonrías... aunque sea por haberme perdido.

— Te acostumbrarás.

Ambos nos levantamos, estábamos en un hueco bastante estrecho.

Cuando puedo ver bien a Eric, me doy cuenta de que es bastante atractivo. Sus ojos son azules, pero no un azul normal, sino un azul bastante bonito. Es castaño, con un corte de pelo actual, ni muy largo ni muy corto.

— ¿Eres... el nuevo profesor de Educación Física, no? — Antes apenas me había fijado en él, pero mirarlo de cerca cambia bastante.

— Si, ¿cómo lo sabes? Que yo sepa no hemos coincidido. 

— Te vi... por la ventana — Me sonrojo un poco al decirlo.

— Ah, claro... Y, ¿no tienes clase? — Dice cambiando de tema, puede que para no hacerme sentir incómoda.

— Si, el timbre sonó hace mucho. Llegaré a la siguiente. — Sacudo la cabeza a ambos lados. Estaba yo como para ir a clase.

— Bien...— Entrecierra los ojos, pensando en algo — Debo irme, si necesitas algo... ya sabes.

— Gracias, profesor.

— No es nada, nos vemos.

No puedo evitar ver la coincidencia. Sí, el encuentro no ha sido nada parecido, pero así empezó mi bonita historia con Fede, con algo casual.

Pensé que esto iba a ser más fácil, que con el tiempo Fede se me iría de la cabeza, pero no.
Todo es como al principio excepto él, que ya no está. ¿Cómo se asimila y acepta algo así?

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora