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Llegó el odiado momento, debíamos volver a la realidad.
Hasta estoy enfadada en el viaje de vuelta a casa, ¿por qué todo lo bueno tiene que terminar? ¿Por qué algunos momentos no son eternos?

— Venga pequeña, no pasa nada, vamos a seguir juntos — Me intenta tranquilizar Fede, aunque sin mucha suerte.

— No de la misma manera... — Echaría de menos muchas cosas, pero sobretodo, dormir junto a él.

— Haremos una cosa. Cuando estés en tu casa y me extrañes, solo tienes que asomarte al balcón y silbar, ¿de acuerdo?

— ¿Quieres que silbe? — Pregunto, divertida, aguantando una carcajada por la ocurrencia — ¿De verdad quieres que me ponga a silbar en el balcón?

— Solo así atenderé a tu llamada. Nada de móvil, sólo un silbido alertará a tu Romeo — Sonríe.

— Ya entiendo, silbaré y silbaré y con mi Romeo me reencontraré.

Fede suelta una carcajada con ganas, contagiándome su risa.

El viaje de vuelta, por desgracia, se hace muchísimo más corto, no parece durar ni dos minutos, todo es menos especial ahora. El viernes al anochecer ya estoy en casa.

Nada más entrar escucho pasos rápidos venir hacia mí.

— ¡Hola, cariño! — Mamá me recibe con un abrazo — ¿Cómo lo has pasado?

— Genial, mamá. Eso sí que son unas vacaciones.

— Papá y yo te hemos echado mucho de menos.

— ¿Papá me ha echado de menos? — Pregunto, dudando — ¿Y por qué no está aquí para recibirme? Sabía que llegaba hoy mismo.

— Verás...

— Déjalo mamá — Sonrío, aunque no es una sonrisa sincera, estoy cansada de que mi padre se comporte así, ¿tan grave es lo que he hecho? — No pasa nada, la verdad es que ahora solo quiero descansar.

— Si, pero te dejaré descansar cuando me cuentes la historia de esa luna que llevas colgada del cuello — Dice cogiéndola y examinándola, parece contenta.

— Me la regaló Fede.

— Puedo ver lo feliz que te hace — Asiente, creo que reprimiendo que se emociona.

— Lo sé mamá, todo con él es perfecto — Miro a la silla vacía de mi lado, la de papá — Ojalá estuviera aquí también él para ver que en el fondo no hay nada malo en lo que estoy haciendo.

Charlo con mamá mucho rato, pienso en confesarle hasta lo más íntimo, aunque en el último momento me arrepiento, sería llegar demasiado lejos.

Subo a mi habitación después de cenar, mirar mi dormitorio hace que eche de menos el camarote, con esa cama tan gigante, y sobre todo, con Fede sobre ella.

Me asomo al balcón, la luz de la habitación de su casa está encendida.

Sonrío, mordiendo mi labio inferior ¿lo hago? ¡Qué diablos, esta relación está llena de locuras! ¿Qué más da una más?
Silbo todo lo fuerte que puedo y en unos segundos, tal y como había prometido ahí está él, asomándose al balcón, cuando me ve abre mucho los ojos.

Me llama al móvil, claro, no nos íbamos a poner a gritar de acera a acera.

¿Estás bien, princesa?

Solo quería verte antes de dormir, pero... ¿no habías dicho que nada de móviles?

¿No querrás que alguien llame a la policía al ver a dos locos gritándose en mitad de la noche?

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora