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Llegamos al mes de Diciembre y con él llega el frío. Mucho frío y reconozco que no lo echaba demasiado de menos.

Tenemos exámenes sin parar, y eso que solo es el final del primer trimestre. Se nota que estamos en el último curso antes de selectividad y de la Universidad. Los profesor incluso parece que están más preocupados que nosotros mismos con que saquemos este curso adelante.

No tengo nada decidido, creía que estudiaría algo relacionado con el deporte, siempre lo he tenido bastante claro pero ahora me he dado cuenta de que no estoy hecha para eso. Debe haber algo que se me dé realmente bien, solo tengo que buscarlo, y para decidirme solo tengo seis meses. Qué fácil.

Respecto a mis amigos, ha habido varias novedades en este par de meses. Alex encontró una chica con la que empezó a salir. No le pega para nada, es desagradable y faltona. Se lo diría, ya que soy su amiga... pero parece que para él no soy nada. Dejó de hablarme desde que empezó con ella, no sé el motivo pero supongo que tengo que respetar su decisión, aunque en ocasiones eche de menos reírme con él mientras vamos a correr juntos.

Marcos actúa bastante menos debido al frío, el pobre está deseando que llegue de nuevo el buen tiempo y así puedan salirle nuevas actuaciones.
Eso no quita que algún fin de semana que otro de los que tenemos libres, vayamos a escucharlo cantar a su casa o a algún evento esporádico.

A Lucas y Diego apenas los veo por culpa de los estudios, con Marta intentamos sacar alguna tarde de chicas en las que nos atiborramos a guarrerías y vemos películas de amor que elijo yo, y algunas de terror que, por supuesto, ella elige pero yo detesto.
Por lo que veo, le encanta verme pasar miedo.

Y Eric, con él todo era extraño, nunca quedó del todo claro, imagino que tampoco es que me explicara bien desde el principio, pero nuestra relación nunca mejoró después de eso.
Nunca hemos vuelto a quedar, ni para hacer deporte ni nada fuera del instituto. Dentro de él, cuando nos cruzamos y no nos queda otro remedio, nos saludamos cordialmente, eso porque no podemos evitarnos. El caso es que nos hemos alejado y en cierto modo, me alegro de ello.

Últimamente me cuesta muchísimo dormir, no puedo evitar despertarme todas las mañanas y pensar que Fede se ha ido de nuevo. Tengo horribles pesadillas en las que me dice que debe volver a marcharse, que me deja sola otra vez.

Esa mañana no es distinta, me despierto sobresaltada, con la respiración entrecortada y me quito las pocas lágrimas que recorren mi rostro, he vuelto a soñar que se ha ido e irremediablemente siento tristeza y soledad.

Siento que por muchas cosas que pueda tener en mi vida, hay un pequeño hueco en mi corazón que solo puede llenar Fede.

Enseguida miro la luz del móvil que indica que tengo un WhatsApp. Es él y rápidamente respiro aliviada.

¿Por qué toda esta inseguridad? Fede me quiere y lo sé, estoy segura.
¿Entonces por qué se fue?
Tengo pensamientos contradictorios cada día. Pensamientos que se despejan cuando estoy con él, pero solo en esos momentos en que me dice que siempre estará a mi lado.

Leo el WhatsApp todavía tirada en la cama, no me apetece nada levantarme ahora mismo, estoy tapada con las mantas hasta la cabeza.

Buenos días princesa. No veo la hora de verte. Te quiero.

Se lo conté, le hablé a Fede de todas esas pesadillas y no hay ninguna mañana en la que falte su mensaje. Se lo agradezco, es una tontería pero me ayuda a comenzar el día con alegría. Por fin sonrío. Feliz de que siga aquí.

Me decido a salir de la cama aunque con pereza, tengo que vestirme enseguida para no quedarme helada. Después de arreglarme un poco, bajo a la cocina para desayunar antes de ir a clase.

— Hola mamá — Curvo mis labios en una sonrisa, después miro a mi padre, que por extraño que parezca, todavía no se ha ido de casa al trabajo. — Hola a ti también, papá.

— Hola cielo, me gusta verte así de radiante de nuevo. — Mamá me acaricia el pelo, dejando mi vaso de leche en la mesa.

— Digamos que... he tenido un buen despertar — Muerdo mi labio inferior.

— Espero que no sea nada relacionado con... él. — Mamá y yo miramos a papá, últimamente no dice una palabra cuando está en casa. Menos hoy, que decide meterse en nuestra conversación.

— ¿Perdona? — Pregunto sin comprenderlo.

— Me has entendido perfectamente — Gruñe, por supuesto sin dirigirse a mí — Sé que ha vuelto.

— Pues sí, papá, has acertado. Fede ha vuelto y vuelvo a estar feliz — Alzo la voz sin apenas darme cuenta, me irrita que siga en esa postura tan tozuda.

— No me hables así — Suelta, levantándose y elevando su tono de voz con el mío.

— ¿Qué pasa? — Me levanto también para tenerlo cara a cara — ¿Te desagrada que vuelva a sonreír, tienes algún problema con que tu hija esté bien?

Mama no se posiciona, mira a ambos asustada por el volumen al que ha ascendido la discusión. No sabe qué hacer, debe ser difícil estar en una posición como la suya.

— El único problema que existe aquí es el que tienes tú. — Me señala con el dedo, creo ver odio en sus ojos y me duele mucho que ese sentimiento salga de mi padre hacia mí.

— Pero, ¿de qué demonios estás hablando? — Muevo los brazos de forma exagerada, impotente de que no quiera entenderlo — ¡Estoy mejor que nunca! ¿Es que no puedes verlo?

— Me alegro que sea así — Sonríe forzado, da el último trago a su café y camina hacia afuera, ya tiene la mano sobre el picaporte de la puerta y comienza a abrir — No acepto esa relación ni la aceptaré nunca. He intentado que te alejes de él, pero nada funciona — Se queda serio y respira antes de decir la última frase — Te vas de la ciudad. Para lo que queda de curso voy a matricularte en otro instituto, uno normal en el que no pierdas el tiempo con... profesores. — La última palabra la escupe con asco.

Cierra la puerta con fuerza, dejando el silencio más desagradable que recuerdo en mis casi dieciocho años de vida.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora