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Ya ha pasado un mes, un larguísimo mes sin Fede. Sigue pareciéndome mentira despertar cada día y saber que ya no está en mi vida.

El instituto empieza en solo dos días, me enfrento a mi último curso antes de la Universidad, por lo que me tengo que centrar en los estudios. Hasta va a venirme bien.

El verano... para qué mentir, ha sido divertido y, tras irse Fede, estoy feliz de tener unos amigos y una familia que me han ayudado a seguir adelante.

He aprovechado casi cada sábado para escuchar a Marcos cantar, su voz es simplemente perfecta y de hecho, nos llevamos bastante bien. Quién iba a decirme que en mi primera noche de fiesta iba a conocer a un buen amigo.

También he seguido corriendo y haciendo deporte con Alex, aunque ahora debido a las clases, tendremos que hacerlo por las tardes.

El primer día que suena el despertador quiero estamparlo contra la pared... pero recuerdo que es un regalo de papá y me contengo. Hundo la cabeza en la almohada unos minutos, no me creo tener que volver a clase.

Al incorporarme, la pequeña chapa con forma de luna brilla sobre mi pecho, todavía no he sido capaz de quitármela. Siento que si lo hiciera... es como si perdiera a Fede del todo.

No sé porqué, pero todavía tengo la mínima esperanza de que vuelva.

Me coloco los auriculares cuando salgo de casa, escuchando a Melendi y pensando un poco en todo, llego al instituto. Hasta ahora, no me había dado cuenta de que me enfrento a todo lo del año pasado, pero esta vez sin Fede. Sin cruzármelo por los pasillos o por la cafetería, sin poder mirarlo desde la ventana de mi clase... sin que él mismo sea mi profesor. Ahí me enamoré y en ese mismo sitio tengo que olvidarme de él.

— ¿Preparada para el último curso? — Marta y Diego aparecen por la puerta cogidos de la mano. Yo, como el año anterior, ya espero a nuestro nuevo tutor o tutora en el recibidor.

Observo a los alumnos de primero, algunos tan nerviosos como yo lo estaba mi primer día. Recuerdos y más recuerdos vienen a mí sin parar.

— Preparada — Miento sacando una sonrisa forzada — ¿Y vosotros?

— Habrá que estarlo — Diego se encoge de hombros — ¿Lucas llegará tarde el primer día? Hagamos apuestas.

— Yo me apuesto diez a que si... — Comienza a decir Marta.

— Los perderías — Lucas nos interrumpe quitándose el casco de la moto y dejándose el poco pelo que no se ha cortado despeinado — Ya veo que soy vuestro tema de conversación favorito.

Antes de que ninguno pueda contestarle, suena el primer timbre del curso, debo admitir que no lo echaba para nada de menos.

Este año tenemos un tutor que ya había visto antes por los pasillos, nos suelta el discurso del año pasado añadiendo algunos puntos que tienen que ver con selectividad, después nos dirigimos a nuestra clase.

Para mi desgracia, también da a las pistas de fuera, aunque con otra perspectiva. No sé porqué pero me siento en una de esas mesas pegadas a la ventana, Fede no estará, ¿qué más da dónde me coloque? Todo ha cambiado, hasta el más mínimo detalle.

Detrás de mí dos chicas cuchichean, pongo un poco la oreja para enterarme y el tema trata sobre el nuevo profesor de Educación Física... lo que me faltaba.

— ¿Estará igual de bien el nuevo profesor? — Pregunta una de ellas.

— ¿Nuevo? ¿Es que Fede ya no vendrá? — Se extraña la otra.

— No, he oído decir que le habían ofrecido un puesto mejor o no sé qué... en fin, es una pena, nos vamos a perder esas vistas este año — Las dos gritan y ríen histéricas y me dan ganas de levantarme y pegarles un puñetazo a cada una, menos mal que nunca me ha gustado la violencia, de eso se han librado.

— Esperemos que el nuevo esté al menos igual...

Pongo los ojos en blanco... lo que hay que aguantar. Además, ¿a mí que me importan esas dos cotillas? Debería estar prestando atención a lo que sea que esté diciendo el tutor.

Ya en la segunda hora, veo al nuevo profesor con un grupo de alumnos.
Si, bueno, supongo que no está nada mal, pero ahí se queda la cosa, no ocurre nada de lo que me hizo sentir Fede desde el primer día, y de hecho, tengo miedo de no sentir eso nunca más.

Ojalá volviera... ¿pero qué digo? No, no, que se quede donde está, eso es. Ya no le necesito.

Casi salgo corriendo de la clase cuando toca el timbre del descanso, tengo que tomar café urgentemente, despertarme y concentrarme.

— Qué asco — Se deja caer Marta en la silla de al lado — ¿No podrían durar las vacaciones... siempre?

— Ojalá — Bebo un trago de mi café — Pero esto es lo que hay.

— Ya, y por cierto, ¿cómo llevas esto de no verlo? — Pregunta y creo que enseguida se arrepiente al ver mi cara, a veces no puedo ocultar que me sigue doliendo su ausencia.

— Duro — Me encojo de hombros mientras trago saliva — Está costándome más de lo que creía.

— ¿Más de lo que creías? ¿Qué esperabas, olvidarle en dos días?

— Pues... si.

— No te he oído quejarte desde que pasó y no es nada normal. Deberías... no sé, pasar un luto, llorar por él, ¿os queríais, no?

— Muchísimo — Si supiera las lágrimas que salen cada noche hasta que puedo por fin caer rendida de agotamiento...

— ¿Entonces por qué no lo insultas, por qué no explotas y dices todo lo que te estás guardando? Ese tío fue... lo peor, ¿sabes?

— Yo creo que no, eligió por el bien de su futuro. — Muevo la cabeza a ambos lados, sabiendo que me escondo en eso simplemente para justificar que se haya ido.

— ¿Y por qué tu no entrabas en ese futuro? — Es la pregunta más dolorosa que me han hecho desde que no está.

— No lo sé... — Marta hace que se forme un nuevo nudo en el estómago, sé que esto lo hace para ayudarme, pero no lo está consiguiendo.

Cojo mi mochila y salgo todo lo rápido que puedo, esquivando personas allá donde voy. Creo que alguien incluso me grita o insulta cuando le pego un empujón, pero no pierdo el tiempo en girarme a comprobar quién es.

Deambulo por los pasillos hasta que encuentro una sala vacía, no he estado ahí nunca, por lo que no creo que nadie me busque justo aquí, es como una pequeña biblioteca.

Me siento en un hueco que oculta una gran estantería repleta de libros y exploto de golpe; lloro sin poder evitarlo, muchas lágrimas brotan sin parar y las dejo salir... es una estupidez seguir ocultando algo que cada día hace fuerza por no quedarse ahí dentro más tiempo.  

— Ten — De repente escucho un susurro, acompañándolo veo una mano y un brazo musculoso ofrecerme un pañuelo.

Apenas puedo ver nada, tengo los ojos repletos de lágrimas, pero es una manga de un chándal, de color negro... hasta dejo de respirar por la impresión, no, no puede ser...

¿Fede?

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora