Epílogo

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Dos años después.

Ya estoy en segundo de Periodismo, ¿quién me iba a decir que al final estudiaría una carrera en la que nunca me había fijado?
Un día, colocando mi habitación, encontré el diario que empecé a escribir al llegar a la ciudad, cuando no tenía ningún tipo de relación social y me sentía completamente sola, me puse a leerlo, simplemente por curiosidad, y cuál fue mi sorpresa que lo hice de principio a fin, la historia me enganchó a sabiendas de que era mía y entonces pensé, ¿y si tengo talento para esto y ni siquiera lo sabía? Así que fui a por ello y me decanté por esta carrera.

Nuestro pequeño grupo está algo distanciado, es bastante normal cuando empezamos la universidad. Marta entró en la carrera de Derecho y Diego tuvo que irse de la ciudad para estudiar A.D.E, pero, después de dos años, su relación sigue intacta. Aun así, sigo hablando con ellos, sobre todo con mi mejor amiga.

Lucas no siguió estudiando, siempre hemos sabido, él mismo y nosotros, que lo que de verdad le gustaba desde siempre eran las motos, por lo que trabaja en un taller de su padre, con el que se reencontró y arreglaron algunos temas. Se le ve bien, a gusto con lo que hace ahora.

Alex rompió meses después por fin con esa desagradable novia, aunque después de eso la relación se enfrió un poco, aun así, nos hemos visto alguno que otra vez.

Y Marcos, bueno, mi querido amigo cantante anunció hace no mucho su primer disco, ¡Cuánto me alegré por él! Se lo merecía tanto... Además, hubo un par de canciones referidas a Fede y a mí que no tardé en aprenderme y cantarlas sin parar.

De vez en cuando quedamos y nos ponemos al día, pero en raras ocasiones podemos coincidir todos debido a nuestros horarios.

Eric, el antiguo profesor, contactó conmigo cuando terminó el curso, iba a marcharse a otro lado ya que había recibido una buena oferta, por fin quedó todo claro entre nosotros, solo fue un malentendido que se terminó arreglando, aunque no he vuelto a saber nada de él.

Y con Fede, ¿qué decir? Lo mejor hay que dejarlo siempre para el final.

Todo es igual que al principio, o sea, simplemente perfecto.

— ¡Eh, pequeña, despierta! — Siento pequeños y suaves besos por toda mi cara.

— No, déjame un poco más... — Le pido, dándome la vuelta y acurrucándome más en la cama.

— Tienes que ir a clase... — Sigue, ahora besando mis brazos y mis manos, incluida la alianza que todavía llevamos puesta.

Abro los ojos y lo encuentro sobre mí, con su barba y su pelo alborotado, es mi adonis, mi guapísimo novio, y me hace sentir exactamente lo mismo que el primer día.

Muerdo mi labio inferior y él levanta ambas cejas, creo que a estas alturas, nos entendemos solo con la mirada, o con un simple gesto

— ¿Es que quieres que lleguemos tarde? — Susurra, sin moverse.

— ¿No merecerá la pena? — Lo miro desde abajo.

— Oh, claro que la merecerá.

Muchos días comienzan así, con deseo y naturalidad, congeniamos a la perfección y, aunque suene a tópico, sé que estábamos destinados, después de dos años juntos estoy segura, algo quiso que nos encontráramos para no separarnos más.

Decidimos darnos una ducha juntos, y ahora reposamos con el agua cayendo sobre nuestra cabezas. Frota la esponja en círculos sobre mi espalda, dejando pequeños besos a la vez.

— Pequeña... — Me susurra por detrás.

— Dime, amor.

— Pasas aquí mucho tiempo, comes y duermes aquí la mayoría de los días... ¿por qué no te vienes a vivir conmigo?

— ¿Vivir juntos? — Abro mucho los ojos, dándome la vuelta para ver si lo está diciendo de verdad o es una más de sus bromas.

— Claro — Asiente repetidas veces — Nos entendemos, nos llevamos bien. Prácticamente llevamos tres años juntos, ¿por qué no?

— Oh, Fede, ¡claro que sí! — Me tiro a sus brazos, colgándome de él y riendo.

— ¿Si?

Es un paso más, un paso en el que, hasta este momento no había pensado, es cierto que sin darnos cuenta cada vez pasamos más tiempo el uno con el otro, así que, ¿por qué no?

— Hoy comemos con papá y mamá, se lo diremos juntos. — Le digo con una sonrisa de oreja a oreja.

Sí, esta es una más de las novedades, una de las más felices para mí, ya que mis padres han aceptado por completo a Fede, ahora de verdad. Con mamá siempre ha tenido una buena relación, y con papá no puedo quejarme, de hecho, hasta algunos domingos han comenzado a hacer planes juntos. Todo parece irnos bien por fin, sin tener que luchar y remar a contracorriente.

— De acuerdo — Besa mis labios de forma casta y sale de la ducha, cogiendo una toalla y esperándome con ella para secarme — Y ahora vámonos, princesa. O no llegaremos.

— Oye Fede, ¿sabes que te quiero, no? — Dejo que me rodee con la toalla y me abrace.

— Más a nada en el mundo, justo como yo a ti, pequeña. 

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora