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Ni siquiera tengo que pensarlo. Tanto en mi cabeza como en mi corazón solo está Fede. Mi Fede. Y con él sentía que todo lo demás sobraba. Si Alex quería ser mi amigo, lo sería, pero no con una quedada a solas, ni nada parecido.

— Esta tarde vamos a ver una película en mi casa — Marta me llama el sábado después de comer — ¿Te apuntas?

— Sí, claro.

— Ven con Fede si quieres. Estaremos Diego y yo, y Lucas creo que trae a una nueva amiga...

— Fede no va a poder venir, tiene partido todos los sábados con sus amigos — Es una pena no poder hacer más planes con él los fines de semana — Y Lucas... ¿ha conocido a alguien? — Pregunto, contenta por él.

— Eso parece... — Responde entre risas.

— Bien, pues esta tarde nos vemos.

Decido darme una ducha rápida y me preparo, a las cinco estoy lista, pero todavía queda una hora y no me tengo mucho que hacer, ¿estará Fede en casa?

Salgo y cruzo la calle. Mis padres no están en casa así que no tengo que mirar atrás antes de llegar a su puerta y llamar al timbre. Cuando Fede me abre, unos minutos después, no puedo evitar echarme a reír.

Es una imagen de lo más cómica, va vestido solo con un pantalón corto, descalzo y sin camiseta, con el cepillo de dientes en la boca, por donde le sale una espuma blanca que le ocupa parte de la cara, y lo más gracioso, lleva la bolsa de deporte enorme colgada del hombro.

— ¿Y esto? — Suelto una carcajada.

Él abre mucho los ojos, deja caer la bolsa al suelo y va rápidamente hacia el baño, imagino que a enjuagarse la boca.

— Me has pillado preparándome — Vuelve, rascándose la cabeza y con una mueca divertida en el rostro.

— ¿Y por qué llevabas la bolsa colgada? — Quiero saber.

Mira la bolsa y luego se mira a él mismo, de arriba a abajo, desconcertado del todo.

Empiezo a reír de nuevo sin poder evitarlo.

— Reconócelo, eres un poco desastre... — Pongo mis dedos índice y pulgar en paralelo — Pero solo un poco.

— ¿Te ríes de mí? — Alza las cejas, sonriente.

— ¡Por supuesto! — Exclamo, echando a correr y haciendo así que me persiga, me encanta que juguemos juntos.

Me pilla enseguida, tirándome al suelo con cuidado, a la enorme moqueta blanca que lo ocupa por completo. Y se coloca sobre mí, con una rodilla a cada lado de mi cuerpo.

— Te he pillado, siempre te pillo. — Coge ambas manos con las suyas y entrelaza nuestros dedos — No tienes escapatoria, pequeña.

No le presto atención, no puedo, estoy... absorta, incrédula. No me había dado cuenta, pero es la primera vez que lo veo con el torso desnudo y es... es perfecto. Pensaba que un cuerpo así sólo existía en las películas.

Me atrevo a soltarme de su agarre y alzar mi mano, rozo con la yema de mi dedo sus pectorales y después, sus definidos abdominales: es real, claro que lo es.

— ¿Qué te pasa, mi niña? — Pregunta, extrañado por mi reacción.

— Solo... solo pensaba.

— ¿En qué?

— En ti... — Susurro, ruborizándome.

Sonríe y me besa la frente. Después me ayuda a levantarme, ambos tenemos que irnos o llegaremos tarde.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora