Llegó el día.
Tengo muchísimas ganas de este fin de semana, tantas, que a las seis de la mañana ya estoy en pie y totalmente desvelada.Me ducho. Me preparo ropa, cosas de aseo y un par de libros por si acaso, y cierro la bolsa, me siento hiperactiva, pero no puedo evitarlo.
Sigue siendo pronto cuando tengo todo listo, así que a eso de las siete voy hacia casa de Fede.Mis padres no se han despertado todavía así que he optado por dejarles una nota despidiéndome y diciendo que avisaré cuando hayamos llegado allí, para que no se preocupen.
Espero en la puerta, Fede tarda en abrir más de la cuenta así que imagino que no estaba levantado.
— ¿Ya estás aquí, qué hora es? — Me abre con cara de sueño y los ojos casi cerrados. Debido a que empieza el calor, me recibe casi sin ropa. Solo lleva unos pantalones cortos de deporte.
— Pronto — Muestro una sonrisa de oreja a oreja a— ¡Pero tenía muchas ganas de verte, amor! — Me tiro a él, que me coge aunque le pillo desprevenido y medio dormido, y rodeo sus caderas con mis piernas.
— Vamos a pasar dos días enteros juntos, te cansarás de verme. — Me dice mirándome desde abajo.
— ¿Cansarme de verte? ¿Lo dices en serio? — Así, según esta, recién levantado y sin peinar, es simplemente perfecto.
— Ven, vamos arriba. — Me lleva colgada de él escaleras arriba, solo me suelta una vez en su habitación — Voy a ducharme.
Me siento en su cama mientras Fede coge una muda limpia y se mete al baño, pero antes de cerrar, asoma la cabeza por la puerta.
— ¿Quieres ducharte conmigo?
— ¿Ducharnos? — Pregunto, tartamudeando y sintiendo la cara arder por la vergüenza.
Solo imaginar la escena hace que no pueda controlar los nervios, entrelazo las manos sobre mi regazo.
— Como en la playa — Dice de forma inocente.
— ¿Cómo? — Vale, ahora estoy perdida.
— Simplemente me apetece ducharme contigo, ¿tú quieres? — Hace pucheros, en el mismo sitio donde estaba.
Al final accedo, me ha convencido aunque tampoco le hubiera hecho falta esforzarse mucho más para ello.
— Yo entraré primero, así estarás más tranquila — Me da con el dedo índice en la punta de la nariz. Después, me observa de arriba a abajo y se mete según va vestido, con el pantalón de deporte.
Abre el grifo y cierra la puerta corredera, ahora solo veo su silueta. No soy capaz de reaccionar, ni de moverme. Estoy paralizada.
— Espérame fuera, ¿de acuerdo? No tardaré nada — Escucho entre los chorros del agua.
Respiro hondo, supongo que se ha dado cuenta de que no estoy preparada pero, ¿acaso no lo estoy? Tampoco es que vaya a hacer algo descabellado, como él ha dicho, estaremos como en la playa.
Está bien, actuó rápidamente y sin pensar demasiado, si pienso con la cabeza seguiré sin poder moverme, y en momentos como este hay que dejar la mentalidad fuerte a un lado, dejarte ser débil.
Voy hasta su armario y busco una de sus camisetas más grandes, me quito la mía para colocarla sobre mi cuerpo y dejo mis pantalones puestos.
Vuelvo al baño, está enjabonándose y le sorprendo cuando abro de nuevo la puerta y me introduzco con él.
— Vaya... — Sonríe, mirando mi aspecto — Te queda muy bien. Vamos, ven.
Me ofrece su mano, en la otra tiene una esponja cubierta de jabón. Me pone bajo el chorro de agua templada, que enseguida me empapa por completo. Tira la esponja al suelo y coge el champú, echándose sobre la palma de la mano y después, extendiéndolo por mi pelo.
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Te quiero sin querer, profesor.
RomanceMíriam siempre ha sido una chica tímida y enamoradiza a la que le encanta leer y escribir, a la que le gusta soñar despierta. Hace poco su familia y ella se han mudado a una nueva ciudad, todo parece que va a ser complicado, pero nada es como ella...