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Un momento, tengo que analizar lo que acaba de pasar, y tengo que hacerlo sola ya que Marta no está y no tengo con quién hablar y que me dé una opinión que sea más cuerda que la mía, aunque no sé si esa es la palabra que define a mi amiga.

A falta de compañía física, en la vuelta a casa me pongo los auricular con Melendi si, cualquier canción suya es buena, siempre me sirve.
Estoy a punto de llegar a mi barrio, de hecho hasta puedo ver mi casa, pero es cuando el ruido de una moto lejana se acerca, la oigo cada vez más fuerte, hasta que frena justo a mi lado.

— ¿Vas para casa? — No puede haber tantas casualidades en la vida, ¿o sí? Fede se quita el casco, dejándome ver su pelo alborotado.

— Eh... sí, claro, ya es hora de comer. — Esbozo una pequeña sonrisa.

— ¿Vives lejos? Puedo acercarte... si quieres, me pilla de camino — Se ofrece.

— No, tranquilo, mi casa es esa de ahí — La señalo, hay una fila de unas cuatro o cinco antes, pero creo que le queda claro cuál es la mía.

— ¿En serio? ¿Vives ahí? — Pregunta, alzando las cejas.

Si, se acaba de dar cuenta de que somos vecinos. Yo simplemente asiento.

— ¡Vaya! — Se sorprende — Yo vivo justo enfrente.

— ¿Somos vecinos? — Sí, es mejor que piense que no lo sabía a que lo vi hace un par de días desde mi balcón.

— Sí que estás cerca entonces — Vuelve a ponerse el casco — ¿Sigue en pie lo de esta tarde?

— Claro — Muevo la cabeza de arriba a abajo — Ahora debo ir a casa, mis padres me estarán esperando para comer.

— Está bien — Asiente — Yo voy a pasar a recoger a mi perro, lo cuida un amigo mientras estoy dando clase. — Me informa — Te veo después.

Me despido con la mano cuando vuelve a acelerar y se pierde a lo lejos.
Vale, había quedado con él esta tarde, pensaba que se le habría olvidado o algo así, pero no... Bueno, simplemente va a darme una dirección, tampoco tiene nada de malo, ni me estoy metiendo en ningún lío.

Papa y mamá no están en casa, últimamente tienen más trabajo que de costumbre. Cojo mi móvil para llamar a Marta, quiero saber cómo les ha ido en el famoso y nuevo sitio al que iban.

¿Hola?— Responde al segundo toque.

¿Qué tal sin clases? — Le pregunto, tirándome en el sofá.

Pues... bastante bien, acabo de llegar a casa, ¡no veas cómo estaba el nuevo club! Es una pasada, un día nos acompañas — Se emociona.

— ¿Por qué no vienes a comer a mi casa y me cuentas todo? — La invito, así comeré acompañada.

Bien — Acepta — Se lo digo a mis padres y voy para allá.

Saco de la nevera los filetes con patatas que ha hecho mamá esta mañana y los caliento en el microondas, podría hacerme la comida yo misma, ya se lo había dicho a mi madre como cien veces, pero nada... ella siempre hace lo que le apetece, como si yo fuera todavía una niña.

Marta no tarda en llegar, parece expectante y no para de hablar desde que cruza la puerta, pongo los platos sobre la mesa y empezamos a comer.

— Tendrías que haber venido — Me dice.

— ¿A ese sitio? — Arrugo la nariz — Qué va, no me gusta mucho ese tipo de ambiente. La música alta, la gente pegando gritos...

— ¿De dónde has salido? — Me mira con el ceño fruncido — Es lo que hacemos la mayoría de los jóvenes ahora.

— Ya bueno, pero cuéntame, ¿qué habéis hecho?

***

Marta se marcha sobre las cuatro, tiene sueño y según dice, si no duerme un par de horas de siesta no es persona. Yo miro mi reloj una y otra vez, esperando a que llegue la hora y salir de casa.

Como siempre, dejo una nota informativa, apenas voy a tardar nada, pero así mis padres sabrán que estoy por aquí cerca si llegan y no me ven en casa.

Solo coger el libro me remueve por dentro, ¡un cine de verano! Es raro, y más en un sitio donde en septiembre por las noches tienes que abrigarte, pero no me importa. No es lo mismo ver la película en la televisión que ahí... no veo el momento de que sea mañana, sábado.

Bien, salgo de casa con un nudo en el estómago, voy a verlo de nuevo y no entiendo que me produzca tantas cosas un simple encuentro. Bueno, sí, qué demonios, estoy nerviosa porque Fede me gusta cada vez más según voy conociendo cosas sobre él.

Llego al mismo banco y prácticamente a la misma hora del día anterior, ahora solo me queda esperar. No sé porqué he traído el libro conmigo, no soy capaz de concentrarme en nada ahora mismo.

Unos minutos después aparece a lo lejos. Él, tan natural, como un modelo de pasarela, Fede y su perro. Está realmente atractivo vestido de calle. Se acerca con una sonrisa en la cara, pero el primero en saludarme es su pastor alemán.

— Eh, chico... ¡hola! — Sonrío mientras le acaricio. Levanto la cabeza para encontrarme con él — Hola, Fede.

— Eres puntual — Me guiña un ojo, después mete la mano en su bolsillo para sacar un papel — No creo que te sea muy difícil encontrar el sitio — Me ofrece el papel, lo cojo, leyendo una dirección escrita con la que imagino que es su letra.

— Muchas gracias, será una tontería pero me hace mucha ilusión — Muerdo mi labio inferior, guardando el papel en mi bolsillo.

— No es ninguna tontería, se nota cuánto te gusta — Señala mi libro con la barbilla y yo asiento, avergonzada. — Quizá nos veamos por allí.

— ¿Irás? — Pregunto con demasiado entusiasmo, sin poder contenerme.

— Lo pensaré — Sonríe de medio lado.

Asiento, levantándome. Eso es todo, hemos quedado para esto así que debo irme, si alguien me viera aquí con mi profesor, no sé qué pensaría.

— Eh... voy a pasear un rato — Dice él.

— Yo me voy a casa — Hablo, aunque me quedo donde estoy, Fede también.

Al final y tras varios segundos, soy yo la que da el paso y se mueve, él se retira para dejarme pasar.

Me despido con la mano, no sé qué más decir y mucho menos, qué hacer. Querría haberme quedado con Fede, por supuesto, pero, ¿qué estaba pensado él y por qué tampoco reaccionaba?

Soy absurda, estoy haciéndome unas ilusiones y montándome unas películas solo propias de mí. Él solo está siendo amable con la chica nueva del instituto y yo, ¡venga, a soñar!
Y qué lástima que no todos los sueños se hagan realidad.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora