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Papá y mamá ya se han acostado, no me extraña, es la una y media. Yo también debería estar en la cama, pero vamos, prefiero mil veces mi segunda opción: estar con Fede.

Desde mi habitación observo su casa, completamente a oscuras, no debe haber llegado todavía y solo espero que no tarde demasiado, estoy intentando por todos los medios mantenerme despierta.

El sonido de mi móvil suena a mis espaldas, sobre la mesita de noche, lo cojo para leer el mensaje que me ha enviado.

Dame media hora, pequeña. Cuando llegue a casa te aviso. Leo No sabes las ganas que tengo de estar contigo.

Ya ves, esa simple frase me desvela de golpe, el problema es que no sé qué hacer durante ese tiempo. Si leo me entrará sueño antes, y tampoco puedo encender ninguna luz si no quiero alertar a mis padres.

Al final me decanto por poner algo de música con los auriculares, el problema es que no me gusta el ritmo demasiado movido, por lo que también tengo que descartarlo, cualquier canción de las mías solo conseguiría relajarme.

Me siento sobre la cama, apoyando la cabeza en la pared, así aguantaré ya que la posición no es la más cómoda del mundo, o eso creo... porque el nuevo mensaje que suena en mi teléfono móvil me sobresalta, debo haberme dormido unos minutos.

Fede me indica que ya está en casa y, efectivamente, cuando vuelvo a mi ventana, veo las luces prendidas. Vale, ahora tengo que salir de aquí, cómo hacerlo es lo que no sé.

Abro la puerta de mi habitación con todo el sigilo del mundo. El principio está más complicado, ya que tengo que pasar por delante de la puerta del cuarto donde duermen mis padres.
Me quito las zapatillas para no hacer ruido y camino con cuidado, con el corazón latiéndome increíblemente fuerte. Tan fuerte que temo que puedan oírlo.

Una vez pasado lo difícil, doy pasos más largos, me confío cuando llego al comedor, solo tengo que salir y creo que ya no hay peligro. Cuando cierro la puerta a mis espaldas no termino de creérmelo, ¡estoy fuera!
La adrenalina recorre mi cuerpo de arriba a abajo, es la primera vez que hago algo así.
Me pongo los zapatos de nuevo, ¡qué frío hace! Diría que hasta puede empezar a nevar por el color blanquecino que tiene el cielo.

Cruzo la calle prácticamente corriendo. Cuando llego a la puerta de la casa de Fede dudo un momento en qué hacer, al final golpeo un par de veces con los nudillos.

Abre inmediatamente, tiene las mejillas sonrosadas debido al frío y todavía lleva el gorro, ni siquiera se ha cambiado, acaba de llegar.

— Vamos, adelante — Se hace a un lado para dejarme pasar.

Estoy dentro de la casa de Fede y los nervios me invaden al completo, nunca he estado aquí. Me quedo donde estoy, entrelazando una mano con la otra, el clima ahora es mucho mejor, tiene la calefacción puesta. Tarzán viene a saludarme pero enseguida vuelve a recostarse en su cama, claro, es tarde hasta para él.

Ahora sí, una vez que se deshace del gorro, la bufanda y los guantes, sonríe de oreja a oreja mientras se acerca a mí.

— ¡Pequeña, has venido! — Suena feliz.

— Ese era el plan, ¿no? — Estoy tiritando pero me temo que ahora no tiene nada que ver con el frío de fuera.

Está frente a mí y me observa de arriba abajo, pone ambas manos en mis hombros, frotando mis brazos.

— ¿Estás bien? — Hace que mi cuerpo se relaje con sus caricias, es la primera vez que me toca durante más de dos segundos, siempre mantenemos cierta distancia. Yo asiento, esbozando una pequeña sonrisa. — Feliz año, pequeña.

— Feliz año, Fede.

Nos miramos a los ojos, sé perfectamente lo que haría ahora, me apetece besarlo desde hace mucho tiempo... Él sigue con sus manos en mis hombros, moviéndolos arriba y abajo con suavidad. Se inclina lentamente, hasta dejar un pequeño y cálido beso en mi mejilla. Nunca había hecho algo así y yo contengo la respiración, me gustaría abrazarlo ahora mismo y no soltarlo en toda la noche.

— ¿Quieres quitarte la chaqueta? Estarás más cómoda.

— Será mejor.

Cuando lo hago, la coge para dejarla en el respaldo de una silla, luego me indica con su mano para que lo acompañe, me lleva hasta el sofá.

— Espero ansioso el momento de que por fin podamos estar juntos — Suspira ahora, echándose hacia atrás — Cada vez queda menos.

— ¿Llevas la cuenta? — Pregunto, divertida y mucho más relajada ahora.

— Desde el primer día — Asiente, sonriendo — ¿Te quedas a dormir aquí? — Pregunta ahora, apoyando su cabeza en el respaldo del sofá.

Supongo que es otra más de sus bromas, pero no, está totalmente acomodado y abro mucho los ojos, ¿esta imagen es real? No puedo tener a Fede ahí, tendido.

— Mañana tengo que estar en casa cuando se despierten mis padres... — Respondo con dudas, aunque la oferta es difícil de rechazar, y más viéndolo ahí.

— Y lo estarás... — Ha cerrado los ojos y yo no puedo dejar de mirar su cara, su barba de dos días, ese pelo siempre despeinado que le queda tan bien. — Apóyate en mi pecho, solo serán unos segundos.

Finalmente lo hago, ayuda mucho que no me esté viendo, claro, porque tengo la cara ardiendo. Estoy sentada y me recuesto contra él.

Acaricia mi cabello con dulzura, coge mis mechones con dos dedos y vuelve a soltarlos, repetidamente.

— ¿Sabes? Me gusta tu pelo — Murmura — Y me encanta que seas tan vergonzosa, tan inocente — Sigue jugando con mis mechones — Y tus ojos, siempre tan atentos...

— ¡Vamos, Fede, para! — Me levanto totalmente avergonzada, sus caricias provocan convulsiones en mí, pero al mismo tiempo, no puedo hacer otra cosa que sonreír.

— ¿Qué? Es cierto — Él también se incorpora, encogiéndose de hombros — Sentí algo cuando te conocí por primera vez. No sé el qué, pero es como si en mi interior, a pesar de todo lo que nos separa, supiera que eras tú.

Sus palabras resuenan mi cabeza como si las hubiera dicho yo misma, porque es justo lo que pienso, lo que he pensado desde aquel primer día que lo vi por los pasillos, cuando me choqué con él o me ayudaba a encontrar la clase donde tenía que ir.

— ¿Crees que estábamos destinados a conocernos?

— Quién sabe, pequeña... — Coge mi mano para dejar un pequeño beso en la palma — Lo que sé es que estoy deseando que llegue el día en que por fin podamos estar juntos. 

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora