70

660 38 25
                                    

A las siete de la mañana estoy en pie, zarandeo a Fede por los hombros sin parar, ya que se ha despertado perezoso esta mañana. Me encanta como sonríe con los ojos cerrados.

— Vamos amor, ¡que perdemos el ave! — Insisto, derritiéndome por dentro al ver esa imagen suya.

— Solo un poquito más... — Me pide, indicándomelo con su pulgar e índice.

— No, ni un poquito ni nada — Le quito la sábana que lo tapaba de un tirón, solo está cubierto por sus pantalones cortos y me sonrojo a pesar de las veces que lo he visto así.

— Bueno...todo sea por esa sorpresa. Pero dime, ¿Dónde vamos? — Se espabila de repente, sentándose en la cama y mirándome con los ojos muy abiertos.

— Enseguida lo sabrás. —Me encojo de hombros — Vamos a prepararnos, te indicaré. — Le guiño el ojo.

No tardamos mucho en estar listos, él porque está impaciente por saber lo que viene ahora y yo porque lo estoy más a pesar de saberlo.

Montamos en la moto y le indico hasta llegar a la estación, apenas tardamos unos diez minutos.

Leo el panel que indica los trenes que van y vienen y sus respectivos horarios, es la primera vez que hago uno de estos viajes y es complicado, y más si lo he organizado yo misma. Al final resulta más fácil de lo que pensaba.

— Este es el nuestro — Le indico sonriendo cuando el tren que nos llevará aparece por la lejanía de las vías.

Una vez colocados en nuestros asientos, uno al lado del otro y cuando nos podemos en marcha, saco el sobre blanco y lo pongo sobre sus manos.

— Ten, tu regalo. — Aguanto una sonrisa.

— Creía que ayer por la noche me habías dado mis regalos — Alza ambas cejas, con esa cara de pícaro que usa en ocasiones.

— ¡Pero bueno! — Suelto una carcajada, pegándole un pequeño golpe en el brazo — Anda, ábrelo de una vez — Le meto prisa.

— Voy, voy...

Despega la parte de arriba del sobre con cuidado y saca las dos entradas. Sus ojos se abren como platos y me mira.

— ¿De verdad?

— Claro — Sonrío al ver su expresión — Sabía que podía hacerte ilusión.

— Oh, gracias, mi vida. — Mueve las entradas de una mano a otra, incrédulo — No podía esperar un regalo mejor de tu parte.

Tras un largo viaje por fin llegamos a nuestro destino. Cogemos un taxi y le indico al conductor el hotel donde tiene que llevarnos.
Aquel hombre ya lo conoce y nos lleva directamente. Supongo que será un hotel famoso, al menos por su aspecto en las fotos y en la información, eso parecía.

— Bueno amor, una vez aquí... solo deseo que sea el mejor cumpleaños de tu vida.

Narra Fede

¿Por qué tiene que quererme tanto?
Odio lo que voy a hacer, pero es tarde, demasiado tarde para poder echarme atrás.

Lo pensé y creí que la mejor opción sería esa, aceptar e irme, por el bien de los dos.

Quizá no la deba atar a mí, es joven, demasiado joven... pero no por ello se merece que le haga esto, ¡soy la peor persona del mundo! No sé si ella me perdonará, pero yo dudo que pueda perdonarme a mí mismo.

Debería estar disfrutando de todo lo que ha preparado para mí, sin embargo no puedo, no hasta que no le cuente todo, y ya he tomado la decisión; mañana mismo será el día.

***

Narra Míriam

Otra vez, ¿creerá que no me doy cuenta? Se queda mirando a la nada, con una expresión triste que no me gusta, ¿qué le pasa a Fede?

Parece feliz pero de repente y sin venir a cuento, es como si toda esa felicidad se fuera de su cuerpo y lo dejara seco. Así es como a veces lo siento, completamente vacío.

— Amor... — Agarro su muñeca, haciendo que se detenga antes de entrar al hotel — No entiendo qué te pasa.

— Nada, pequeña, quiero que disfrutemos el día de hoy juntos, ¿vale? Prométeme que lo haremos.

— Está bien... — Contesto no muy convencida.

El hotel es todo un lujo, tiene un gran recibidor y en el fondo un mostrador donde nos espera un hombre de unos cincuenta años vestido de traje, muy elegante, como todo lo que hay en aquel sitio.

Le indico la habitación que tenemos reservada y pone sobre el mostrador la llave con su respectivo llavero, con la forma de una casa.

— Habitación 433 — Le digo a Fede.

Subimos en ascensor hasta el cuarto piso y buscamos por el largo pasillo el número de nuestra habitación.

— Aquí — Me indica ahora él.

Introduzco la llave y en cuestión de segundos miramos la que es, probablemente, junto a la habitación de la casa rural y la del crucero, la sala más bonita que hayamos visto.

***

Narra Fede

¡Vaya! Y esto lo ha preparado mi pequeña para mí, todo para mí.
¿Cómo no voy a sentirme la peor persona del mundo? Lo soy, sin ninguna duda.

Voy a romperle el corazón, ojalá nada de esto hubiera pasado, ojalá me hubieran dejado como estaba y no me hubieran hecho esa oferta, justo esa y de aquella manera. No me quedaba más opción.

Podría haber rechazado sin miramientos casi cualquier cosa, pero no... Era imposible. Me había quedado claro qué pasaría si me quedaba aquí.

Sin que lo esperara ella apareció un día, uno cualquiera para alegrar mi vida, para iluminarla, y así ha sido durante todos estos meses. No me creo que llegue a su fin.

Me arrepiento y ni siquiera me he ido todavía, ni siquiera se lo he dicho.
No le he dicho que este será nuestro último día.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora