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Llego a casa agotada, pero decido llamar a Fede, creo que no puedo irme a dormir sin escuchar su voz. Es una necesidad que hace poco comenzó a formar parte de mi vida.
Cierro la puerta de mi habitación antes de marcar su número. Una vez asegurada, lo hago.

¡Hola! — Me saluda, descolgando tras dos tonos — ¿Qué pasa? Es tarde — Suena tan cansado como yo.

Lo sé, en realidad no pasa nada, solo quería saber cómo te había ido el día.

— Algo cansado, pero bastante bien. ¿Y el tuyo?

— Igual, pero me ha gustado mucho tu mensaje y quería escucharte antes de dormir.

Escucho perfectamente cómo sonríe al otro lado del auricular. ¿Esto está pasando de verdad? ¿Estoy tan enamorada de Fede como él de mí? Sigo sin poder creerlo.

— Feliz navidad, preciosa. Duerme y sueña cosas bonitas. — Susurra de forma dulce.

Feliz navidad Fede. — Las famosas mariposas de mi estómago se lo están pasando en grande.

Colgamos y me tiro a la cama, alocada agarro mi almohada y la pongo sobre mi cara para gritar de alegría. Es todo perfecto, como nunca me hubiera podido imaginar.

Ahora hemos hablado de esperar, no nos queda otra pero, ¿seremos capaces, algo se estropeará antes? Es difícil pensar en algo que no ha ocurrido. Que anhelas cada día sin saber cómo será.

Suena un WhatsApp en mi móvil que me sobresalta, he tirado el teléfono entre las sábanas y me cuesta encontrarlo, por fin, leo:

— Hola Míriam. Espero no molestarte pero, ¿cuándo puedes quedar para estudiar? — Es Lucas.

¡Vaya, con todo esto me había olvidado de él por completo! Pero no, una promesa es una promesa y así lo haré. Hemos quedado unas cuantas veces y parece ir entendiendo algunas cosas, aunque otras... me cuesta bastante hacer que entren en su cabeza.

Lo siento Lucas, con las vacaciones lo había olvidado por completo — Me disculpo, me siento fatal — ¿Puedes venir mañana? Nos pondremos al día.

¿El día de Navidad? — Pregunta. Ya, es raro.

— Estaremos un par de horas por la tarde y ya está, si quieres, claro. — Intento convencerlo, ha suspendido algunas asignaturas y ahora necesita recuperar.

No, mañana está bien. — Responde — Hasta entonces.

Chao, Lucas.

No es el plan que tenía pensado, pero Lucas necesita ayuda y ya que nunca he tenido amigos, ahora que por fin los tengo sé que hay que ayudarse unos a otros. Además y como he dicho, solo serán un par de horas.

***

Al día siguiente despierto hambrienta.
Me preparo un vaso de leche y alguna que otra magdalena mientras mamá da vueltas de un lado a otro.

— Mamá, hoy vendrá Lucas a estudiar, no te importa, ¿verdad? — Le pregunto al recordarlo.

— ¿Lucas otra vez? — Ella no puede decir un simple sí o no, siempre tiene que hacer mil preguntas.

— Si, el mismo — Pongo los ojos en blanco — Va algo mal en los estudios y prometí ayudarle.

— Pero es que papá y yo no vamos a estar — Me mira, con los brazos en jarras.

— Estaremos aquí, no nos moveremos del comedor — Alzo ambas cejas — ¿A día de hoy no vas a confiar en mí? — Hago que se sienta culpable.

— Estaréis solos, no sé si es buena idea — Sigue indecisa.

— Lucas es solo un amigo, no hay nada raro, además, si lo hubiera serías la primera en enterarte — Creo que es lo que quiere escuchar. Aunque no es toda la verdad.

— Está bien, podéis estudiar aquí — Suspira, creo que algo mosqueada.

— Gracias mamá, no será mucho tiempo. Es para repasar un poco.

Alzo un poco la voz para que me escuche, ya que ha salido escaleras arriba sin terminar la conversación, ya sé que no le hace nada de gracia, pero no tiene nada de malo, con Lucas no hay ningún tipo de peligro.

Son las doce del mediodía y estoy disfrutando de no hacer nada, cuando recibo un WhatsApp de Fede.

¿Ya ha despertado la bella durmiente? — Leo con una sonrisa de oreja a oreja.

Hace rato — Por mensaje es mucho más fácil decirlo todo, así que me atrevo — ¿Sabes una cosa?

Dime.

— Eres capaz de provocar mi primera y última sonrisa de cada día.

Mi pequeña... quiero verte, ¿por qué no te escapas y damos un pequeño paseo?

Venga ya, si es que lo hace adrede, sabe que no puedo decirle que no. Me visto rápidamente, hemos quedado en vernos en unos quince minutos a la vuelta de la esquina, de la emoción estoy lista en diez. Aviso a mamá a voces desde la puerta y antes de que pueda escucharme cierro y salgo corriendo hacia allí.

Fede está esperando, bueno, él y Tarzán, que siempre es el primero en saludarme.
Charlamos sobre lo que hará hoy, al parecer está esperando a su familia; sus padres y su hermano vendrán a pasar el día con él y estará ocupado preparando cosas.

— ¿Tú cenarás con tus padres? — Me pregunta.

— Si, mamá irá a la compra y luego prepararemos juntas la cena — Arrugo la nariz — Y bueno, esta tarde estudiaré con Lucas. No me apetece nada, pero prometí que le ayudaría...ya sabes que va bastante mal. — Digo distraída mientras miro el paisaje.

— Ya... — Contesta, entrecerrando los ojos — Con Lucas.

— Claro — Asiento — ¿Ocurre algo?

— No, bueno... — Se gira hacia mí.

— Dime que no estás celoso, Fede — Abro mucho los ojos, sorprendida.

— No es eso — Sonríe de lado — Solo me preocupa que te des cuenta de que con cualquier otro chico sería fácil.

Me quedo con la boca seca, ¿preocupado él? ¿Por mi? La que da las gracias cada día porque alguien como Fede se haya percatado de que existo soy yo.

— Llevo enamorada de ti desde el primer día que nos vimos por los pasillos — Susurro, sin mirarle, por supuesto. — No de Lucas, ni de ningún otro chico.

Asiente, su pecho se hincha y vuelve a deshincharse, al parecer, más aliviado.

Lo observo, él podría estar con cualquier chica de su edad, más guapa, más inteligente y como dice él, con la que las cosas siempre fueran sencillas y no tuviera que esconderse pero, sin embargo, me ha elegido a mí. Y yo lo he elegido a él.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora