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Fede me está esperando en su casa. Recién duchado, con el pelo mojado y claro, guapísimo. Vuelvo a quedarme sin ningún tipo de reacción al verlo, creo que siempre me pasará esto.

— ¿Cómo ha ido el partido? — Le pregunto al entrar, una vez que he admitido que sí, que es de verdad. Le doy un pequeño beso a modo de saludo.

— Bien, hoy hemos ganado. — Sonríe, orgulloso.

— Me alegro, amor — Le cojo la mano y le llevo hasta el sofá.

Me siento sobre sus rodillas, acariciándole el pelo y abrazándole, enseguida me pierdo en su delicioso aroma. Él cierra los ojos como si así sintiera mi contacto mejor.

— ¿Y... mi sorpresa? — Susurro.

— Pensaba que ya no te acordabas... — Abre los ojos de nuevo y coge mis manos con una de las suyas — Supongo que te acuerdas de mis amigos, Santi y Juan.

Asiento, escuchando.

— Bien, pues habían organizado un fin de semana con sus respectivas parejas, pero la novia de Juan no ha podido ir, Juan tampoco se ha apuntado, claro, no iba a ir solo. Y bueno... hay dos plazas libres, así que he pensado en ti y en mí.

— ¿Un fin de semana, dónde? — Vaya, nunca he hecho una de esas escapadas.

— A una casa rural, en medio del monte — Se encoge de hombros — Dos largos y tranquilos días antes de los exámenes finales.

— ¡Si! — Exclamo. No he estado nunca en una casa rural, pero pasar dos días enteros con Fede... ¡no puede haber plan mejor!

Iré, claro que iré, ahora solo tengo que pensar cómo decirles a mis padres que pienso dormir fuera el fin de semana que viene. Va a ser difícil, y más ahora que mamá sabe lo de Fede.

Esa noche nos despedimos pronto, noto que está un poco cansado por el partido, así que decidí dejarle dormir y que pueda descansar.

A la hora de la cena con papá y mamá me armo de valor, creo que es la hora de comentarles lo de la casa rural. Vale, solo me falta saber cómo hacerlo sin que suene demasiado raro.

— Este fin de semana hemos pensado en hacer algo — Digo, para ver primero su reacción.

— ¿Algo como qué? — Es mamá la primera que pregunta, como siempre.

— Ir a una casa rural, a relajarnos un poco... ya sabéis que dentro de nada empiezan los exámenes finales. — Pongo los ojos en blanco, en forma de queja — No es un mal plan, ¿qué me decís?

—A mí me parece una buena idea — Se encoge de hombros papá — Pero ya sabes, después de estos dos días, tendrás que ponerte a tope con los estudios.

— Claro papá, no te preocupes — Le sonrío y miro a mi madre — ¿Y tú qué opinas?

— Pues... creo que ese fin de semana lo deberías aprovechar para ponerte al día — Dice convencida — Cuando terminéis el curso podréis ir a donde os apetezca.

— ¡Ya estoy al día, mamá! De verdad, no tienes por qué preocuparte, todo va bien en clase — Casi suplico.

— Tiene razón, cariño. Ya sabes que se esfuerza mucho — Papá me echa un cable, menos mal, hoy por hoy es el único capaz de hacer recapacitar a mamá — Dejémosle, solo son dos días.

— Lo pensaré esta noche, ¿de acuerdo? — Ahora nos habla a los dos.

— Está bien — Respondo con resignación. Insistiría pero ahora mismo es inútil, esperaré a mañana y quizá la pille de mejor humor.

Después de cenar, me meto en la cama para leer un rato, al menos hasta que comience a entrarme sueño. Unos minutos más tarde, la puerta de mi habitación se abre lentamente.

— ¿Sigues despierta? — Es mamá.

— Claro — Me incorporo, dejando el libro a mi lado — Dime.

Se sienta en mi cama, despacio y cerrando la puerta, sé la razón por la que lo hace, no quiere que papá nos pueda escuchar.

— He estado pensando acerca de lo de la casa rural. — Frunce los labios — Vas con Fede, ¿no es cierto?

Asiento, algo cohibida.

— ¿Queréis ir solos por algo en especial? — Vuelve a preguntar.

— No vamos solos mamá, vienen también dos amigos — La miro a los ojos, es mejor encarar esto directamente — ¿Qué te preocupa?

— Verás... eres joven, sé que tienes la cabeza bien sentada, y por ello confío en ti. Pero...

— Mamá, creo entender lo que quieres decir — La interrumpo. Me da muchísima vergüenza, pero quiero que mamá esté tranquila respecto a Fede — Fede y yo no hemos hecho nada de lo que puedas imaginarte, ni vamos a ir a la casa rural para poder hacerlo. Simplemente vamos a disfrutar el uno del otro y, como os he dicho antes, a relajarnos.

— ¿No habéis hecho nada? — Pregunta, creo que aliviada.

— Nada — Le sonrío para tranquilizarla — Fede me respeta, no tiene prisa y yo tampoco la tengo. Es el chico perfecto, del que estaríais orgullosos.

— No sabes cómo me alegro de oír eso, de veras. — Coge mi mano, esbozando una pequeña sonrisa.

Cuando mamá se va, estoy contenta de haber hablado con ella, además, creo que ella también se ha quedado mucho más tranquila después de nuestra conversación.

Pero sobretodo, estoy feliz porque me ha dado permiso para ir el próximo fin de semana a la casa rural.
Ahora sí podre despertar al lado de Fede por primera vez, sin escondernos.
Será mi primer amanecer a su lado, el primero de muchos.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora