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¿Esto va más allá? A veces lo creo. El cariño es mutuo, eso está claro, pero que haya algo más, tres meses después, es posible. No quiero ir demasiado rápido, pero a veces creo que estoy empezando a quererle. ¿No es raro? No hemos compartido mucho más que ratos y charlas agradables, y aún así, mis sentimientos van en aumento.

***

Estoy sola, por mucho que ha intentado mamá quedarse en casa, al final ella y papá han tenido que marcharse. Espero a Lucas, son ya las cuatro y no creo que tarde demasiado.

Justo suena el timbre, llego a la puerta y lo invito a pasar.

— Adelante — Me echo a un lado.

— Tienes... una bonita casa — Dice, supongo que incómodo, siempre lo está cuando viene.

— Nos quedaremos en el comedor, ¿te parece bien? — Pregunto — Y estamos solos, puedes relajarte.

— Gracias — Asiente, soltando el aire que tenía acumulado.

Nos sentamos en dos de las sillas, sacamos algún que otro libro y varios apuntes colocándolos sobre la mesa central y nos ponemos manos a la obra.

Empiezo con Física, se nota que ha prestado poca atención en clase, porque no sabe ni cómo empezar. Me cuesta bastante ponerlo al día, dado que ya llevamos tres meses de clase.

Escucho el motor de un coche en el exterior, es de color blanco y aparca junto a la casa de Fede. De él salen una pareja de unos... cincuenta años, acompañados por un muchacho que no llegará a los quince, aunque no soy muy buena con las edades.
¿Es la familia de Fede? Eso parece, aunque claro, tampoco tengo una vista de lince. Solo me dejo llevar por lo que él me ha contado.

Segundos después, la puerta de su casa se abre y aparece Fede en el umbral, con una sonrisa radiante que hace que tenga que morderme el labio inferior y aguantar la mía, se le ve contento, feliz.

— ¡Eh, estás empanada! — Lucas me saca de golpe de mi gran despiste, moviendo el bolígrafo frente a mí cara — ¿Y de qué te ríes, qué tiene la Física de divertido...? — Se interrumpe cuando mira en la misma dirección que yo lo estoy haciendo, después, se gira inmediatamente — ¿Pero ese no es...? — Frunce el ceño — ¿El profesor es tu vecino?

— Si — Respondo como si tal cosa, volviendo a los libros — Pero bueno, nosotros estamos aquí, veamos...

— No me digas que al final no iban a ser imaginaciones mías, como dijo Marta — Mira de nuevo fuera, a mí, fuera... parece que está en un partido de tenis. — ¡Te gusta, claro que te gusta!

— ¡No! — Echo la silla hacia atrás, como escandalizada — ¿Por qué dices eso? — Intento defenderme, notando el rubor ya instalado en mis mejillas.

— ¿Tu sabes qué cara tenías ahora mismo mirando por la ventana? — Abre mucho los ojos.

— Lucas, déjalo, no le des más vueltas — Suplico que no siga preguntando, ¿tanto se me nota? Claro, soy demasiado obvia y algo estúpida.

— O sea que... te gusta el profesor. — Afirma, cruzándose de brazos.

— No me gusta — Lo miro, seria — Sí, es mi vecino, he escuchado un ruido y he mirado, nada más.

— Venga ya... ¿sabes que hay cosas que no se pueden disimular? — Ríe, observándome fijamente.

Me hace reír sin querer hacerlo, ¡qué payaso es! Yo intentando mantener la compostura y él poniéndomelo así de complicado.

— Vamos a seguir, idiota. — Digo recomponiéndome sobre la silla de nuevo.

— ¿Ahora que la conversación se ha vuelto interesante? — Mueve la cabeza a ambos lados. — Me parece que no.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora